El riojano que venció a los temibles vikingos

Gracias a películas como 'Los vikingos' (1958), de Richard Fleischer, o a la homónima serie televisiva creada por Michael Hirst, los nombres de Ragnar Lodbrok, de sus hijos Sigurd, Ubbe, Hvitserk, Ivar y Björn, o los de Lagertha y Floki les son familiares a millones de españoles. Lo que seguramente muchos desconocen es que cuando los vikingos navegaron hasta la Península Ibérica, allá por el año 844, además de algunos triunfos y productivos saqueos, también sufrieron severas derrotas. Quizás la más dolorosa fue la infligida cerca de Sevilla por el riojano Musa ibn Musa, también llamado al Qasaw (el Grande).

Nacido en el castillo de Arnedo hacia el año 800, Musa ibn Musa alcanzó el cargo de gobernador (valí) de al-Tagr al-Ala, posesiones que incluían Arnedo, Tudela, Huesca, Zaragoza y Lérida, territorio que incluía la Marca Superior de al-Ándalus. Además, el valí riojano fue uno de los personajes más relevantes de la familia Banu Qasi.

Hacia el verano del 844, la flota vikinga comandada por Björn Ragnarsson y Hastein, ambos hijos del rey Ragnar Lodbrok, arribó a lo que hoy es España. Si bien saquearon los vikingos varios puertos de Asturias, bajo la protección de Ramiro I, fechas más tarde fueron vencidos por el monarca asturiano en la coruñesa Torre de Hércules. Navegando hacia el sur y tras conquistar Lisboa, las huestes de Björn Ragnarsson y Hastein realizaron actos de pillaje en Cádiz, Medina Sidonia y Algeciras. Los «adoradores del fuego», los llamaban.

Remontando el Guadalquivir, las tropas vikingas se adentraron casi hasta Sevilla, aunque montaron su base en Isla Menor, un terreno protegido por las marismas del río. Allí mismo derrotaron a las fuerzas musulmanas a finales de septiembre. Días más tarde, los temibles guerreros nórdicos tomaron Ishbiliya (Sevilla), la saquearon y, según los historiadores, infligieron a sus habitantes los «terrores del encarcelamiento o la muerte», que no perdonaban «ni a los animales de carga».

Informado del desastre, el emir omeya de Córdoba Abderramán II convocó a los gobernadores de al-Ándalus para que unieran sus fuerzas contra el invasor. Y allí es donde el ejército del arnedano Musa ibn Musa, pese a la rivalidad política que en ese momento le separaba de Abderramán II, demostró su valía y jugó un papel decisivo en la campaña contra los enemigos vikingos.

Después de diversas escaramuzas y refriegas de orden menor, el 11 de noviembre del 844 las tropas musulmanas cosecharon una victoria decisiva en Talyata, hoy Tablada, un barrio al sur de Sevilla. Cuentan los historiadores musulmanes que en la batalla perdieron la vida entre 500 y 1.000 vikingos, mientras que treinta naves fueron destruidas.

Las tropas que combatían bajo la bandera del califato cordobés emplearon como arma el 'fuego griego', un líquido incendiario que lanzaron con catapultas y que quemó un buen número de barcos extranjeros. Señalan también los cronistas que varios comandantes vikingos murieron en la batalla y que, de los cientos de hombres capturados, muchos fueron ahorcados de las palmeras de Talyata y, otros, enterrados en la arena hasta el cuello para que sobre ellos cabalgara la caballería.

Acosados tanto por los soldados de Musa ibn Musa como por vecinos de los poblados costeros, que les arrojaban piedras y palos ardiendo, las huestes de Björn y Hastein negociaron el canje de buena parte del botín y de algunos presos por ropas, comida, y por poder seguir navegando sin que nadie les inquietara.

Se alejó la flota vikinga de la Península Ibérica y puso rumbo hacia el Mediterráneo, con la esperanza de que los nativos de Italia, Dalmacia, Grecia o Turquía fueran menos aguerridos y salvajes.