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Pieza de museo. El motor, en un vehículo expuesto en el Museo de Historia de la Automoción de Salamanca. I.S.
Un riojano, precursor del motor híbrido

Un riojano, precursor del motor híbrido

Eugenio Sáenz Hierro ·

El empresario de Santa Lucía de Ocón patentó en el año 1944 un motor que funcionaba con gasógeno, gasolina y con ambos a la vez

Lunes, 9 de marzo 2020, 07:53

La España de las primeras décadas del siglo XX fue una época convulsa, que estuvo marcada por la dictablanda de Primo de Rivera, la caída de la monarquía, una república interrumpida, la incivil guerra y una dictadura que duró 40 años. Muchas pequeñas historias de aquellos tiempos fueron silenciadas u olvidadas. Y solo gracias al empeño de abnegados historiadores, algunos profesionales y otros aficionados, van saliendo a la luz episodios curiosos e increíbles.

Esto es lo que le ocurrió a la logroñesa Isabel Sáenz Galilea, quien siempre había escuchado en casa que el abuelo paterno, Eugenio Sáenz Hierro, había inventado un revolucionario motor de gasógeno. Pero la prematura muerte de Eugenio no solo le impidió disfrutar de la patente y sus consiguientes rendimientos económicos sino que, además, el interesante artilugio quedó en el olvido.

  • 10-7-1944 Concesión de la mejora de la patente de invención por 'Perfeccionamientos en gasógenos' de la marca PAT, solicitada el 23 de mayo de 1942

  • 23-8-1946 La muerte de Eugenio Sáenz Hierro se produjo en dicha fecha, a causa de un accidente laboral en Logroño.

Investigación familiar

Con los recuerdos de su padre y algún documento familiar, Isabel fue tirando del hilo hasta que, años después, se llevó una gran sorpresa: «El gasógeno fabricado por D. Eugenio Sáenz Hierro es una pieza única que se asocia a la postguerra española, a tiempo de cartillas de racionamiento y estraperlo, sin embargo puede considerarse el precursor de proyectos actuales basados en la sostenibilidad y eficiencia energética de vehículos híbridos». Así lo asegura el Museo de Historia de la Automoción de Salamanca, primer museo público de España dedicado al mundo del motor, que expone uno de los gasógenos del inventor riojano.

Nació Eugenio Sáenz Hierro en Santa Lucía de Ocón el 26 de marzo de 1902. Estaba estudiando en Zaragoza cuando en 1924 fue reclamado a filas y enviado al frente de Marruecos. A su regreso, tres años después, contrajo matrimonio con la alberitense Casilda Zaldívar y formó una familia. Hombre culto para la época y de enorme pericia manual, desempeñó diferentes trabajos, hasta que, al finalizar la Guerra Civil, obtuvo el carnet de conducir y, aparte de otros negocios –nunca abandonó el de recadero a Bilbao y Haro–, se centro en el proyecto de fabricar un motor de gasógeno.

Cuando el general Franco limitó el uso de la gasolina, ante la escasez de dicho combustible, y declaró los gasógenos de interés nacional en 1942, Eugenio se puso en marcha. Por aquel entonces, la familia Sáenz tenía su residencia en la calle General Mola nº 13 de Logroño (actual Portales, 38), donde Eugenio comenzó a probar sus prototipos en camiones militares.

Arriba, vehículo de la empresa en la calle 19 de julio. Años 40. familia Sáenz || En medio, Eugenio Sáenz posa en el Retiro madrileño con su apoderado, Jaime Gómez-Acebo | Abajo, Poder de representación en favor de Jaime Gómez-Acebo.
Imagen principal - Arriba, vehículo de la empresa en la calle 19 de julio. Años 40. familia Sáenz || En medio, Eugenio Sáenz posa en el Retiro madrileño con su apoderado, Jaime Gómez-Acebo | Abajo, Poder de representación en favor de Jaime Gómez-Acebo.
Imagen secundaria 1 - Arriba, vehículo de la empresa en la calle 19 de julio. Años 40. familia Sáenz || En medio, Eugenio Sáenz posa en el Retiro madrileño con su apoderado, Jaime Gómez-Acebo | Abajo, Poder de representación en favor de Jaime Gómez-Acebo.
Imagen secundaria 2 - Arriba, vehículo de la empresa en la calle 19 de julio. Años 40. familia Sáenz || En medio, Eugenio Sáenz posa en el Retiro madrileño con su apoderado, Jaime Gómez-Acebo | Abajo, Poder de representación en favor de Jaime Gómez-Acebo.

La familia Gómez-Acebo

Fueron años frenéticos de trabajo y burocracia en los que Sáenz Hierro fundó la marca P.A.T. y otorgó en Madrid un poder de representación a Juan Gómez-Acebo y Modet, abogado y agente de la propiedad industrial, que poco despues ocuparía su hermano Jaime Gómez-Acebo. No todo fueron buenas noticias, pues en mayo de 1942 falleció su esposa Casilda, con la que tuvo tres hijos: Purificación, Jesús y María Teresa.

En apenas unos meses, el inventor abrió un taller definitivo en la calle 19 de julio, paralela a la carretera de Zaragoza (actual avenida de la Paz), muy cerca de la antigua escuela de Enfermería. En una foto de la época, puede verse una furgoneta de la empresa 'Gasógenos PAT Logroño'. «Aún desconocemos que quieren decir las iniciales PAT», se lamenta Isabel, la nieta.

Por fin, el 10 de junio de 1944, el Estado le concede a Sáenz la marca PAT para distribuir gasógenos, solicitada dos años antes. El 15 de junio, el empresario riojano está en Madrid y queda inmortalizado por una fotografía con su agente de la Propiedad Industrial, Jaime Gomez-Acebo y Modet –presidente durante muchos años de Banesto, emparentado con la familia real y abuelo de Simoneta Gómez-Acebo–. La imagen fue tomada en el parque del Retiro, muy cerca de las oficinas de la agencia Clarke, Modet y Cª.

Muerte en accidente laboral

Con el empujón oficial de la patente y el respaldo de Gómez-Acebo, Eugenio Sáenz Hierro extendió la firma PAT a Madrid (c/ Montera, 24) y pudo anunciar su invento en diarios nacionales como ABC o La Vanguardia.

Todo iba viento en popa cuando un accidente laboral segó la vida de Sáenz. Según Nueva Rioja, el 23 de agosto de 1946, mientras probaba una máquina Tupí en una carpintería de la calle Calvo Sotelo de Logroño, una cuchilla le golpeó en el pecho y le provocó la muerte. El óbito tuvo una gran repercusión en la ciudad.

El invento del gasógeno PAT quedó diluido, así como el negocio, de cuyos posibles beneficios nada supieron sus hijos, por aquel entonces todavía unos críos.

PAT se adapta a cualquier vehículo y permite subir fuertes pendientes

El gasógeno es un aparato –muy extendido entre la I Guerra Mundial y la postguerra de la II G. M.– que funciona usando la gasificación para obtener combustible gaseoso a partir de combustibles sólidos como el carbón, la leña o casi cualquier residuo combustible (como cáscaras de frutos secos). Al quemar la leña o el carbón, se genera monóxido de carbono, que tiene cierto poder calorífico. Si se le añade agua, también se puede generar hidrógeno.

Pero el gasógeno PAT diseñado por Eugenio Sáenz Hierro tenía sus ventajas sobre otros, según explica el propio inventor en la memoria de la patente: «El tipo de gasógeno presenta la ventaja de que su instalación es perfectamente adaptable a cualquier vehículo, pudiendo además funcionar con gas, gasolina o con ambos carburantes en casos necesarios y determinados».

Dos ingenieros italianos

Y añadía Sáenz Hierro: «El citado mezclador, colocado antes del carburador de gasolina, permite trabajar al motor, ya sea con gasolina solamente, cerrando la admisión de gas, o bien, abriendo un pequeño paso de gasolina, admite una cierta cantidad de dicho combustible para aceleración o esfuerzos momentáneos excepcionales, pudiendo el motor trabajar asimismo en régimen normal, solamente con el gas purificado, producido del carbón vegetal».

«Mi padre me contaba –explica la nieta, Isabel Sáenz Galilea– que el abuelo Eugenio contrató a dos ingenieros italianos, con los que probaba los motores en la cuesta que va de Portales a la fuente Murrieta. Según los resultados de cada ensayo, realizaba los ajustes pertinentes, hasta que dio con la patente definitiva. También decía mi padre que, al final, ‘los italianos le engañaron’».

El motor PAT, según la memoria de la patente, «consigue hacer subidas de fuertes pendientes, sin necesidad de que nadie empuje» y con el certificado de adición, patentado después, «el gasógeno estaba dotado ampliamente de filtraje, consiguiendo un trabajo suave del motor y un tiraje más uniforme tanto en planicies como en las bajadas de pendientes».

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