Riojanos ilustres. Zurbano, Espartero, Ensenada, Navarrete, Berceo, Quintiliano o Villegas son algunos de los citados. llanta (BNE)

La Rioja, su pasado y su presente en 1867

Crónica General. Waldo G. Romera publicó uno de los compendios sobre la provincia de Logroño más y mejor ilustrados del siglo XIX

Domingo, 17 de enero 2021, 14:26

Si bien 'Logroño y sus alrededores' (1857), del riojano Antero Gómez, puede considerarse como el primer libro histórico de la ya recién creada provincia de Logroño, en el primer tercio del siglo XIX, la separata que Waldo Giménez Romera hizo de ... las tierras riojanas, dentro de su 'Crónica General de España', supuso una apuesta más ordenada en lo cronológico y, sobre todo, en lo visual.

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La obra que sobre Logroño puso Romera negro sobre blanco no puede comenzar de una manera más contundente y decimonónica: «Pocas provincias de España habrá seguramente que puedan quejarse con mejor derecho que Logroño –lo que se conoce comúnmente con el nombre de la Rioja– de la injusticia con que la han tratado los historiadores antiguos y modernos. La indiferencia en unos, el espíritu de localidad en otros, y en muchos de ellos la falta de un verdadero conocimiento de los hechos más importantes do la historia, han sido causa de que una provincia que en todos tiempos ha desempeñado un papel importante en los sucesos de la Península, haya pasado casi desapercibida en la generalidad de las crónicas y narraciones españolas».

En realidad, la 'Crónica General de España o sea historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, sus poblaciones más importantes de la Península y de Ultramar' fue concebida en una docena volúmenes por los editores Rubio, Grilo y Vitturi, en Madrid, entre los años 1865 y 1871, y estuvo dirigida por Cayetano Rosell, catedrático, académico y director de la Biblioteca Nacional.

Mapa de La Rioja. Tal y como estaba la provincia de Logroño en el año 1867. F. Rubio y CIA

Según datos del propio Waldo Giménez Romera, en 1860 La Rioja estaba dividida en 9 partidos judiciales y 187 ayuntamientos, su censo arrojaba un total de 175.111 habitantes, con 85.771 varones, de los que 46.519 eran solteros, y 89.340 mujeres, de las que 45.641 no habían contraído matrimonio.

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En cuanto a su estado de instrucción, de los 85.771 varones censados, 40.613 sabían leer y escribir (casi la mitad), proporción no tan ventajosa en las mujeres, de las que solo leían y escribían 16.362 (un tercio). «Tal estado de instrucción –confirma el autor–, unido al honrado y noble carácter de los riojanos, no ha podido menos de reflejarse en el cuadro que representa la estadística criminal, muy por debajo de la media nacional.

En 1860 se registraron 6.532 nacimientos y «solo hubo 103 hijos ilegítimos»; «los delitos de todas clases no pasaron de 623, y entre ellos no se contó ningún suicidio», completa el autor.

Logroño, ya sin murallas. Aunque hacía menos de una década que el cerco defensivo de la capital riojana había sido ya desmantelado, así como su puente de piedra de origen gótico y su fortaleza –que se levantaba en la explanada final, donde acaba el puente–, todavía se aprecia en la ilustración el inmenso edificio del Convento de San Francisco, muy cerca del río Ebro, y con trazas defensivas a lo largo de centenares de metros. Fue parte integrante de la muralla desde el siglo XIII hasta su demolición, a finales del siglo XIX, tras el pavoroso incendio de 1869. Entre las torres, San Bartolomé, la cúpula del Seminario, junto al Paseo del Espolón, las torres gemelas de La Redonda y la de Santiago El Real, con su chapitel en lo más alto.

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BNE

Cenicero aún temía a los carlistas. Pese a que aún quedaban décadas por delante para que fuera distinguida con el título de Ciudad Muy Humanitaria, en Cenicero aún conservaban parte de las defensas de la Primera Guerra Carlista. Y es que la entonces villa sufrió numerosos ataques apostólicos, aunque gracias a sus defensores urbanos logró derrotar al mismísimo general Zumalacárregui. En primer término está el viejo cementerio, que tiempo después sería alejado del centro. Al fondo, el puente sobre el barranco, recién construido (1855), que divide el casco viejo de la zona nueva. Destaca sobremanera la iglesia parroquial de San Martín, gótica del siglo XVI, destruida por las tropas carlistas en 1834 y reinaugurada veinte años después.

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Haro, balcón del Ebro. Toda la comarca de Haro también sufrió sobremanera los embates de la Primera Guerra Carlista, pese a su posición privilegiada como balcón del Ebro y a la protección del cerro de La Mota, también llamado La Atalaya, que servía de refugio sobre la bella parroquia de Santo Tomás. Fue por aquel entonces cuando Haro comenzó a dar el salto cualitativo de la ciudad que llegaría a ser, con la industria del vino, el desembarco de bodegueros franceses y el Barrio de la Estación. En pocos años la localidad jarrera crecería tanto que su caserío y sus empresas tendrían que extenderse mucho más allá del núcleo original. Luego, en 1900, la filoxera arrasó los viñedos de La Rioja y desencadenó una gran depresión.

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Para saber más

'Crónica de la provincia de Logroño', por Waldo Giménez Romera. (Madrid, 1867). En: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000146598&page=1

'Guía del antiguo reino de Castilla. Provincias: Burgos, Santander, Logroño, Soria, Ávila y Segovia', de Emilio Valverde. (Madrid, 1886). En: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000000422.

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