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Richard Serra era un grandioso artista, tan grande como sus esculturas y tan grande como la historia de una desaparición imposible que narra el escritor Juan Tallón en su brillante novela 'Obra maestra' (Anagrama), la crónica de la volatización de una de las creaciones ... del escultor fallecido.
En 2006, el Museo Reina Sofía de Madrid descubrió que había perdido una escultura de acero de Serra de 38 toneladas, encargada veinte años antes para la inauguración del centro artístico. En 1986, la institución, escaparate del arte contemporáneo español, había pagado al artista ahora fallecido 37 millones de pesetas (220.000 euros actuales) por 'Equal-Pararell/Guernica-Bengasi', que así se llamaba esta escultura constituida por cuatro bloques macizos de acero que buscaba poner a la misma altura dos hechos históricos: el bombardeo de la Legión Cóndor sobre población civil en la villa de Guernica el 26 de abril de 1937 y un acontecimiento coetáneo a la creación de la escultura, el ataque del 15 de abril de 1986 a la ciudad libia de Bengasi por parte de la aviación estadounidense, según explica el comentario de la obra que todavía guarda el Reina Sofía en su página web.
Este comentario es lo único que el Reina Sofía conserva de 'Equal-Pararell/Guernica-Bengasi'. Porque la obra en sí, ese gigante de 38 toneladas (para introducirla en el edificio hubo que derribar parte de su fachada y volver a levantarla, recuerda Tallón), desapareció sin que se hallara una explicación. O mejor dicho, con una explicación que no deja bien al 'establishment' cultural español de la época.
Pero ¿qué ocurrió con la escultura? La figura clave en este misterio es Jesús Macarrón, dueño de una empresa de almacenaje de arte pionera en el montaje de exposiciones y especializada en grandes obras de arte. Macarrón, que era el encargado de custodiar la obra de Serra en una nave de la localidad madrileña de Arganda del Rey, acaba en la ruina por una deuda con la Seguridad Social mientras continúa trabajando con la administración pública, que no le paga lo que le debe precisamente por esa deuda, en un bucle diábolico. Al quebrar, en 1998, Macarrón comunica a la administración que ya no se puede hacer cargo de la nave en la que guardaba la obra. A partir de ahí, la responsabilidad se funde, posiblemente como le ocurrió a la escultura.
«Todo parece apuntar a que la obra fue fundida, pero la investigación policial no consiguió determinar ni quién la fundió, ni cómo se hizo ni en qué momento. Durante años, esta obra fue ignorada, se perdió de vista y pudo ocurrir cualquier cosa», explicó Tallón a este periódico en 2022, cuando publicó su libro. Tallón definía a Serra como «un creador de ideas que plasma en esculturas». «Esas ideas son imperecederas, pero no sus obras físicas, que son tan enormes que resultan muy difíciles de almacenar. Por eso, cuando terminan muchas de sus exposiciones, las esculturas son fundidas, porque resulta más barato hacerlas de nuevo, si se necesitan para otra exposición, que trasladarlas a un gran almacén y guardarlas durante mucho tiempo. La obra física desaparece, pero no la idea, que puede recuperarse».
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