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Un visitante observa unos de los cuadros de la muestra. Borja Sánchez-Trillo / EFE
El Reina Sofía demuestra la vigencia del esperpento como estética para entender la realidad

El Reina Sofía demuestra la vigencia del esperpento como estética para entender la realidad

La exposición sobre la nueva corriente alumbrada por Valle-Inclán recurre a las caricaturas, las marionetas y la prensa satírica para ilustrar la sociedad emergente de principios del siglo XX

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Martes, 8 de octubre 2024, 17:52

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Un siglo después de su cristalización, el esperpento está más vivo que nunca. Aparte de que la palabra ya forma parte del lenguaje y el acervo comunes, lo grotesco, lo extravagante y lo absurdo están integrados en la cultura popular. Una exposición del Museo Reina Sofía, 'Esperpento. Arte popular y revolución estética', que permanecerá abierta hasta el 10 de marzo, exhibe numerosos documentos, objetos y obras artísticas que ayudan a comprender que el esperpento es más que una propuesta literaria asociada al teatro de Valle-Inclán. Es todo un pensamiento estético enraizado en la caricatura, las marionetas, el carnaval, el retablo y los inventos de la época, como el fantascopio y la linterna mágica. La muestra bucea en la genealogía de esta tradición y descubre que el esperpento hunde su raíces en la novela picaresca, lo goyesco y la cultura visual del arte decimonónico.

La exhibición ahonda en la idea de que el disparate, lo deforme y todo el imaginario que subyace en el imaginario valleinclanesco transciende lo que es un género literario para convertirse en una forma de entender la realidad mediante el distanciamiento crítico. La sociedad española de la época, descoyuntada y arcaica, solo podía representarse con las técnicas del titiritero. Según Germán Labrador, uno de los comisarios, «el régimen franquista capturó a Valle-Inclán, por lo que hacía falta sacudirlo. Presentamos un esperpento liberado de su lectura esperpéntica, liberado del costumbrismo». Visto así, la nueva estética aparece desprovista de la mirada «cruel y elitista» que ha prevalecido en muchas ocasiones, una visión que se contrapone con la«compasión y la voluntad del encuentro con el otro» que también está presente en el esperpento.

La exposición, comisariada por Pablo Allepuz, Rafael García, Germán Labrador, Beatriz Martínez-Hijazo, José A. Sánchez y Teresa Velázquez, recupera la figura de Ramón María del Valle-Inclán (1866- 1936), padre de la criatura, y explora la historia de este artefacto literario y estético. El esperpento fue la fórmula que inventó el autor de 'Luces de bohemia' para comprender su tiempo, el de la II República, para lo cual se remontó a la restauración borbónica y el reinado de Isabel II.

Detalle del Teatro del Piccoli, de Vitorio Poddrecca. Borja Sánchez-Trillo / EFE

Ordenada a través de ocho secciones, el itinerario expositivo parte del primer tercio del siglo XX, desde la Galicia natal del autor, hasta su muerte y los primeros del meses de la Guerra Civil. El esperpento se ha revelado como una tradición fecunda, como se puede comprobar en la huella que ha tenido en la literatura, el cine, el periodismo y el arte, lo cual no deja de ser paradójico, pues las obras teatrales de Valle-Inclán se estrenaron mucho tiempo después de su muerte.

Para ilustrar la visión del mundo de Valle-Inclán, los organizadores de la exhibición rescatan cuadros de pintores contemporáneos del escritor. Ahí están José Gutiérrez-Solana, María Blanchard, Eugenio Lucas Velázquez, Rosario de Velasco o Alfonso Rodríguez Castelao, además de artistas internacionales como Umberto Boccioni, José Clemente Orozco, André Masson o Caspar Neher.

En contraste con el realismo decimonónico, la nueva corriente alteraba la imagen de los actores por medio de máscaras y vestuarios que deformaban o modificaban la figura humana. No era raro que los personajes fueran sometidos a un proceso de animalización o la muñequización.

En contraste con el realismo decimonónico, la nueva corriente alteraba la imagen de los actores por medio de máscaras y vestuarios que deformaban o modificaban la figura humana. No era raro que los personajes fueran sometidos a un proceso de animalización o la muñequización. «Entonces había una inquietud por mostrar la deformación de los cuerpos a causa del dolor y la violencia. La que se ejercía sobre la mujer, pero también la propia de la guerra colonial en Marruecos y la que ejercían los políticos y dictadores. Un ejemplo es 'Tirano Banderas', manifiesta el experto José Antonio Sánchez.

Los escritores y artistas de la flamante estética no fueron ajenos al desorden mental que provocaban el uso drogas, a lo que se unió la influencia de las visiones que procuraban el espiritismo y la teosofía. 'Obras como el tríptico States of Mind', de Umberto Boccioni, evidencian los cambios fisiológicos y psíquicos que la experiencia de la modernidad causó en la sociedad de su tiempo.

Zarzuela

Pasajes de zarzuela componen la banda sonora de la muestra, que da cuenta de la emergencia de nuevas concepciones existenciales, religiosas y morales. Por entonces las vanguardias artísticas rompían radicalmente con las convenciones caducas y la Primera Guerra Mundial introducía un cambio de perspectiva.

La figura de Max Extrella, el escritor ciego y derrotado que vagaba por Madrid en 'Luces de bohemia', impregna la exhibición, que incluye referencias explícitas al momento de revuelta social y decadencia del artisteo en el que transcurre la España de principios del XX. La mirada deformante del Callejón del Gato, de la que habló Valle-Inclán, alumbra una nueva era que concede protagonismo a lo colectivo y lo coral, en detrimento del individualismo. Además, los retablos del escritor ponen el foco en la degradación de los valores. Instintos, pecados y pasiones se anudan en relatos polifónicos imbuidos de una mezcla de religiosidad y tradición popular que pone patas arriba la lógica del mundo ordinario.

La exposición termina en torno a los esperpentos narrativos de Valle-Inclán, alumbrados en pleno ascenso de los fascismos. La séptima sección Tirano Banderas, toma el nombre de la novela homónima escrita en 1926, después de su segundo viaje a México, y en la que, a través de la historia de un tirano, el autor elabora una crítica tanto del imperialismo como de la pervivencia de los regímenes despóticos, hecho que se representa en la pintura de José Clemente Orozco 'El Tirano'.

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