JL Martín
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JL Martín
Mucho antes de que los humoristas se sentaran en el banquillo, ya los primeros pintamonas de la Transición se jugaban el tipo publicando chistes gamberros y abrasivos. Al frente de esa cuadrilla de dibujantes estuvo durante un tiempo JL Martín (Barcelona, 1953), miembro fundador de ... El Jueves en 1977 y coeditor de la publicación durante más de 30 años desde 1982.
Martín acaba de publicar 'Desmemorias de una revista satírica' (Libros Cúpula), libro en el que repasa los avatares de una revista que en su edad dorada llegó a sumar 750.000 lectores semanales, una cifra astronómica para la época. El Jueves se codeaba con las publicaciones del corazón e Interviú, las más compradas, y era leída por un público variopinto, desde profesionales liberales a amas de casa.
El semanario, que duró 45 años en los quioscos, fue víctima de la subida del precio del papel y ahora ya solo se publica en internet. Si durante algunos años los fiscales y jueces persiguieron con saña la mordacidad de sus portadas, a El Jueves le salieron enemigos imprevistos con la irrupción de las redes sociales, donde no hay tuitero que no se sienta ofendido. «Cuando llega internet y las redes, se produce un fenómeno curioso: todo el mundo puede censurarte porque todo el mundo se siente agraviado, lo cual cambia el campo de juego del humorismo gráfico. La consecuencia es que ha crecido mucho la autocensura», dice JL Martín.
Hacer humor en la España de la Transición podía salir muy caro. En 1977 enviaron un paquete explosivo al edificio donde se publicaba El Papus y el artefacto estalló en manos del conserje, lo que le provocó su muerte inmediata y grandes destrozos en la redacción. El atentado, reivindicado por la Triple A, era una muestra de que la extrema derecha no andaba sobrada de sentido del humor.
Frente a las revistas que provenían del tardofranquismo (Hermano Lobo, El Papus, Por Favor), una nueva hornada de dibujantes pugnaba por abrirse paso. La idea surgió en 1977, cuando el editor José Ilario propuso a Tom, Romeu y Martín, alumbrar una revista de humor diferente, un cómic para adultos que retratara el momento social.
«Había euforia y alegría. Acababa una dictadura gris, queríamos olvidar al 'búnker' y ser los primeros en sacar la primera revista de la alegría y la democracia. Había estallado la libertad, el juego había sido legalizado, luego vino el divorcio y por fin podíamos hacer todas aquellas cosas que habíamos envidiado, entre ellas un humor absolutamente libre», cuenta el autor.
Uno de los grandes hitos de El Jueves lo representó una portada de julio de 2007, en la que se podía ver a los hoy Reyes manteniendo relaciones sexuales. El juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo, a petición del fiscal general de Estado, Cándido Conde-Pumpido, ordenó el secuestro del número, cuya portada fue obra del dibujante Guillermo Torres, con guion de Manel Fontdevilla.
La decisión provocó una reacción indeseada, lo que se denomina el 'efecto Streisand', aquel en el que la que la censura se vuelve como un bumerán contra el censor. Se corrió la voz de que la policía estaba en la redacción de la revista y allí se presentaron todas las televisiones. La revista cosechó unas ventas extraordinarias, fenómeno que se volvió a repetir con la boda de los reyes Felipe y Letizia: «Tiramos 200.000 ejemplares y se agotaron».
Los aficionados al humor cáustico agradecían a los dibujantes que alguien se distanciara de la sobredosis de almíbar con que la prensa tradicional trataba la institución monárquica. Los otros asuntos que levantaban sarpullidos eran la religión y los personajes adinerados. «Luego eso cambió y los distintos poderes hicieron suyo el dicho de 'más vale no meneallo'. En cambio ahora el peligro está en la cultura 'woke' y todos esos colectivos que están siempre dispuestos a ofenderse mucho. En vez de a jueces y fiscales nos enfrentamos a un sinfín de grupos con ganas de acabar con nosotros».
Las páginas de El Jueves fueron un granero de autores esenciales del humor, como Óscar, Ivà, Perich, Forges, Azagra, Fontdevila, Paco Alcázar, Darío Adanti, Ventura y Kim, entre otros muchos.
Un momento que querrían olvidar se produjo en 2014. La propiedad de la revista censuró una portada firmada por Manel Fontdevila sobre la abdicación del Rey y la nómina de dibujantes quedó diezmada por la dimisión de colaboradores y miembros de la plantilla. «Fue un crac que casi acabó con la revista. Y ahí estuvimos en un tris de cerrar. Fue una catástrofe», recuerda.
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