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Con el estómago «encogío» tras «dos semanas sin comer ni dormir». Así dice estar el bailaor sevillano Farruquito ante su estreno en Teatro Real de Madrid, donde debutará, por fin, el próximo 9 de julio. Tras pasear su arte por los mejores escenarios del mundo, ... se sacará la espinita subiendo por primera vez al escenario del coliseo arropado por su familia y un buen puñado de amigos. Y es que le acompañarán su madre, la bailaora La Farruca, y su hijo Juan el Moreno, de tan solo 9 años.
Son los tres sólidos eslabones de la legendaria estirpe los Farruco, una de las familias flamencas con más duende, raigambre y personalidad del planeta flamenco. Los tres avanzaron ayer detalles del espectáculo «inédito» que el bailarín ha preparado, en el que bajo el nombre de 'Farruquito y amigos' compartirán escenario con Ketama, Antonio Canales y Pepe de Lucía.
Han pasado dieciocho años del atropello mortal con fuga que llevó a prisión al bailaor y frenó una carrera meteórica en la que, con las culpas pagadas y a punto de cumplir los 39 años, Juan Manuel Fernández Montoya (Sevilla, 1982), se consagra y rehabilita con honores en el Real, que lo presenta como «uno de los grandes nombres del flamenco, heredero y guardián de la esencia de una de las estirpes con más personalidad de este arte universal». Pero no es la primera vez que visita este templo de la lírica, donde en 2016 ofreció ya una clase magistral a otros bailarines a los que enseñó a improvisar sobre el ritmo y ante quienes desveló su «filosofía» del flamenco «más allá de los movimientos y la música».
«Estar con mi madre y con mi hijo en uno de los grandes teatros del mundo es algo irrepetible que hace que lleve ya dos semanas sin comer y sin dormir» confesó emocionado el bailaor. «Mi abuelo –dijo evocando al gran Farruco–, estaría orgulloso si me viera bailando en el Real, y además con mi madre y mi hijo», se ufanó.
Ha diseñado Farruquito un espectáculo «en el que cuento lo que para mí define el flamenco y cómo me enamoré de él con 'Los habichuela' –por eso cuento con Ketama– y viendo bailar a mi madre por alegrías con bata de cola». «El flamenco no se puede ver en un campo de fútbol o en un polideportivo y traerlo a un escenario como este supone una enorme responsabilidad», reiteró. «En lo personal y en lo artístico es una ilusión enorme, un sueño», resumió el bailaor, coreógrafo y compositor.
Mas relajado estaba su hijo, que con solo nueve años sabe ya lo que es pisar grandes escenarios, como su padre, que con solo cinco años lo hizo en Broadway. «Voy a bailar un poquito por seguiriyas y por bulerías, que son los palos que más me gustan, además de la soleá», explicó el pequeño con desparpajo. «Mi hijo todavía es muy pequeño para bailar por soleás, porque aún no sabe estar solo, que es lo que exige la soleá», acotó el padre ante el crío, encargado de «romper el hielo» en el escenario.
«Yo ya estuve en el Real con mi padre y con el Lebrijano hace una pila de años, pero no sé qué voy a hacer con estos dos monstruos: con un hijo y un nieto, como me pasó antes con mi padre y con mi abuelo», dijo Farruca, la única del trío con experiencia en el escenario del Real.
«En este encuentro con mis amigos y mi familia cuento todas mis inquietudes como bailaor y como músico. Es una obra original en letra, música y coreografía y sin argumento evidente. El cante, la guitarra o la percusión, no son un simple acompañamiento: todos los músicos protagonizan un concierto, un diálogo musical entre ellos, y de ellos con el baile» resumió el protagonista de un espectáculo en el que «desvelo lo más personal de mí». «Capto lo tradicional y muestro lo más actual de mi flamenco. Revivo los mejores momentos de anteriores espectáculos integrando nuevas creaciones; eso sí, guardando siempre la esencia», resumió.
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