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Logroño apura la efeméride de un importante capítulo de su historia, la visita que el emperador Carlos V giró a nuestra ciudad en 1523 para ultimar la ofensiva militar contra Francia y, de paso, ratificar con su presencia una serie de privilegios con los que ... recompensó a los logroñeses por su victoria frente a las tropas del general Asparrot. El más valioso de ellos, las tres flores de lis de Francia, que desde entonces lucen en el escudo de la ciudad.
Durante aquellos 19 días (del 20 de septiembre al 9 de octubre) de hace quinientos años, la pequeña ciudad de frontera que es Logroño –no alcanzaba los 4.000 habitantes– se transformó en sede de la administración imperial. Aquí llegó el emperador, procedente de Valladolid y tras sucesivas paradas en Burgos, Belorado, Santo Domingo de la Calzada y Nájera, acompañado de buena parte de la administración regia, secretarios y oficiales de sus consejos, continos, jefes de las Guardias Viejas, gentilhombres y personal de la Casa Real. Un nutrido séquito en el que destaca la figura de Francisco de Cobos, hombre de confianza de Carlos V y secretario de muchos de los consejos, así como las de los también secretarios Pedro de Zuazola (del Consejo de Guerra) y Hugo de Urriés (de la Inquisición).
Su entrada a la ciudad aquel 20 de septiembre de 1523 bien pudo ser a través de la Puerta Vieja (ubicada en la actual entrada a la calle Capitán Gallarza). Ante sus ojos, un Logroño que era hervidero de ideas y de gente de la más variada procedencia, y una ciudad en obras por todos los rincones, tanto en su muralla como en las iglesias y algunas casas de la oligarquía. Sin embargo, no existía un edificio adecuado para alojar al emperador, a no ser el convento de San Francisco. Los historiadores, sin embargo, se inclinan a pensar que el nieto de los Reyes Católicos, que por entonces contaba con 23 años, acampó extramuros.
Donde fuera que se alojara, buena parte de su actividad estuvo condicionada por la guerra y desde allí emitió numerosos documentos, la mayoría solicitando soldados y dinero para su campaña bélica, aunque también los hubo sobre asuntos de Indias. Los últimos dos días de la visita del emperador a Logroño (el 8 y 9 de octubre de 1523) fueron de intensa actividad, ya que concentran la mayoría de la emisión de documentos.
Los privilegios
La lealtad mostrada por los logroñeses al emperador durante el sitio de 1521 tuvo entonces su recompensa en forma de nuevos privilegios; cinco nuevas mercedes regias custodiadas en el arca de tres llaves de la ciudad, en el archivo, que primero estuvo en La Redonda y luego, en los muros de la iglesia de Santiago.
Tres de estos privilegios vienen de Valladolid (otorgados por las Cortes el 5, 8 y 16 de junio de 1523) y una vez aquí, Carlos V concede los de gastadores y bagajes. Estas prebendas se traducen en una favorable fiscalidad que permitió a Logroño poder monumentalizarse.
¿De qué privilegios estamos hablando?
1. El encabezamiento perpetuo de las alcabalas, tercias y mercado franco los martes de cada semana, en 801.710 maravedíes.
2. Exención del pago de servicios, pechos, derramas y moneda forera.
3. El privilegio de poner en el escudo las tres flores de lis de Francia.
Existen dos privilegios más de los que no se conservan documentos. En uno de ellos Carlos V amplía el Corregimiento de la ciudad de Logroño incorporando villas navarras. Se sabe que los vecinos de Viana, agraviados, se quejaron a la Cámara de Coptos de Navarra y finalmente quedó sin efecto. El otro es un privilegio por el que se concede la exención de bagajes (obligación de suministrar transporte al ejército en marcha) y gastadores (soldados para abrir trincheras y trabajos semejantes).
Aquella del año 1523 no fue la primera visita del emperador a Logroño (ya pasó en 1520 y volverá a hacerlo en 1542), pero sí la más larga e importante. Fueron diecinueve días llenos de historia y sobre los que apenas se había indagado ni divulgado hasta la reciente investigación 'Esperando al emperador. Logroño 1523', promovida por el Ayuntamiento y la Universidad de La Rioja, y coordinada por el catedrático José Luis Gómez Urdáñez –fallecido hace apenas cuatro días– y la responsable del Archivo Municipal, Isabel Murillo.
La celebración del V Centenario de las Flores de Lis concluirá con el presente año. Sin embargo, el recuerdo de aquella y de las otras dos visitas de Carlos V a Logroño hace quinientos años se fijará en la ciudad a través de una serie de placas informativas, cuya colocación ultima estos días el Ayuntamiento de la capital.
«Para dar mayor difusión a la historia de la ciudad se nos ocurrió hacer una serie de señales que recordaran las visitas de Carlos V a Logroño», nos explica el concejal de Urbanismo, Espacio Público y Ciudad Circular, Íñigo Alfredo López Araquistain. Para ello –continúa– «consultamos el Archivo Municipal para asegurarnos realmente de los enclaves donde se sabe que estuvo Carlos V y están documentados».
De esta consulta surgieron cinco puntos, que en los próximos días se marcarán con unas pequeñas placas de metacrilato que contienen el texto alusivo a cada enclave (tanto en castellano como en inglés y en francés), rematado con tres flores de lis.
De este modo, a la entrada de la calle Capitán Gallarza (junto al Tívoli) se leerá en la correspondiente placa: «Aquí se ubicaba la Puerta Vieja (luego conocida como de San Blas), por donde accedería Carlos V a la ciudad procedente de Burgos el 20 de septiembre de 1523».
A la visita imperial de 1520 se refieren la placas que lucirán junto a la Iglesia de Palacio, donde Carlos V juró el fuero y los privilegios de la ciudad el 13 de febrero de 1520, y en avenida de Viana, donde se ubicaba la Puerta de San Francisco por la que Carlos V hizo su entrada a la ciudad en la misma fecha. Las dos últimas señales se centran en la visita de 1542. Se instalarán junto a la Puerta del Revellín, entonces Puerta del Camino, por la que Carlos V y su hijo Felipe entraron a Logroño el 7 de junio, así como en la iglesia de Santiago, donde el emperador celebró un día después la festividad del Corpus.
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