Puntada con hilo

Se trata de una comedia estilizada que funciona como una conjugación entre la seca pero emocional interpretación de su personaje central, Nikos (Dimitris Imellos), que recuerda, salvando las distancias, la minimalista expresividad de Buster Keaton y la sutilidad del detalle de efecto costumbrista, tipo 'Delicatessen' (1991) de Jean-Pierre Jeunet. Una mezcla de dispositivos visuales y narrativos elaborados con dominio del lenguaje reforzado por la perspicaz utilización del sonido, una fuente de tañidos, de diseño funcional, que hacen del primer tercio de la historia una reformulación del sentido sensorial del relato.

La puesta en escena es ajustada y atractiva. 'El sastre' cuenta el renacimiento de un estricto modisto, Nikos, que ha heredado el arte de su padre y que tiene que hacer frente a las deudas para evitar que el negocio sea embargado por el banco.

Nikos es un ser apocado y caballeroso. No ha salido del ala protectora de su progenitor. La enfermedad de este y la ayuda de una vecina, Olga (Tamila Koulieva-Karantinaki), y su hija le empujan a la reinvención. Se transforma y recicla su corte y confección. Se envalentona y rompe con el pasado y la obsoleta generación de su padre. Sale a la calle y se percata de las exigencias en el vestir de la gente corriente.

Este proceso de autoestima y emprendimiento es fino y tiene mucha chispa. Nikos evoluciona y abandona la nobleza de la sastrería para, sin perder su puntillismo, convertirse en un costurero de originales vestidos de novia. El cambio y la satisfacción de Nikos cala en el espectador, que además es testigo de una bonita historia de amor. Y es que la película no da una puntada sin hilo.