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Tuvo Diego Urdiales la puerta grande del Coso de la Misericordia en la mano tras una portentosa faena al segundo de la tarde, un toro medio y contrahecho de Domingo Hernández al que fue capaz de apurar todas sus embestidas, especialmente por el pitón ... derecho, con el que logró en los mismos medios del coso zaragozano dos series en redondo magistralmente reunidas, dictando cada muletazo con los vuelos últimos de la franela. De clamor y toreo grande esa apertura de faena que hizo crujir los cimientos de la plaza.
Diego Urdiales hace el toreo que no se ve por su desusada colocación, por el trazo que imprime al viaje de los toros y porque es capaz de ralentizar las embestidas con una facilidad sorprendente por lo rica que es en matices técnicos: el engaño suelto, sin la rigidez habitual de la espada y con una naturalidad en el dibujo radicalmente bella y precisa. Por eso rugió como rugió el público que abarrotó el bellísimo circo de Pignatelli. En los medios el riojano, en la misma media distancia, el pecho mecido, la suerte cargada y el toreo brotando como un manantial de temple que no paraba de imantar las arrancadas del 'gracigrande', que respondió con largura cuando le bajaba la mano desde el segundo muletazo. La tendencia natural del toro era abrirse en cada lance, pero al pasárselo tan cerca y llevar el viaje tan cosido hacia adentro, no le quedó otro remedio que enroscarse una y otra vez con la anatomía del riojano, clavado como un mástil en la misma boca de riego del ruedo.
Toros de Garcigrande (1°, 3°, 4° y 5°) y Domingo Hernández (2° y 6°). Mal presentados y de juego irregular.
Morante de la Puebla: bronca y oreja.
Diego Urdiales gran ovación tras aviso y ovación con saludos
Cayetano: saludos y palmas
Plaza de toros de Zaragoza. Lleno. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Ignacio Zorita y Miguel Campos.
La faena prosiguió por la mano izquierda con otras dos series de gran trazo pero con el toro más vencido puesto que por ese lado se quedaba más corto y refrenaba su embestida. En uno de sus empellones, el astado se le revolvió con codicia y resolvió con un molinete invertido que fue un prodigio.
Una serie más en redondo y tras tomar la espada, cerró al toro con un fajo de ayudados por alto y dos remates por los adentros que fueron una pura delicia. Le costó cuadrar; el toro dejaba una mano siempre atrás y Diego eligió la suerte contraria, con la salida de la res hacia las tablas. Dos veces lo probó. Se lanzó tras la espada con encomiable rectitud y por derecho, pero pinchó en todo lo alto. En su rostro se pintó un ripio de desconsuelo. Se había esfumado un triunfo muy grande, dos orejas gigantes de Zaragoza. El segundo de su lote fue un buey infame y aquerenciado que le dio un enorme susto al picador Manuel Burgos, que cayó de bruces sobre su lomo. Lo intentó Urdiales, pero no quería pelea. El público agradeció su disposición y le premió con una ovación. Morante, que fue abroncado en su primero, dejó detalles extraordinarios en el cuarto. Cayetano destacó con la espada y sus estocadas fulminantes y acrobáticas.
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