A Marta Nieto, nacida en Murcia en 1982, le gusta apostar por personajes que entrañan mil riesgos y por poner no sólo su talento indiscutible, sino también su alma desnuda de corazas, al servicio de historias que también a ella le conmuevan y agiten. Premiada ... por sus excelentes trabajos en cine y teatro, y con rodajes recientes en español, italiano y francés, mañana estrena en la 69 Seminci de Valladolid 'La mitad de Ana', la película que interpreta, dirige y cuyo guión firma junto a Beatriz Herzog. En la película, en la que se exploran la infancia trans y los conflictos de identidad, da vida a Ana, quien «compagina su trabajo de vigilante de sala en un museo con el cuidado de Son, su hija de ocho años. Separada desde hace tiempo, su rutina se rompe con el inicio del curso escolar cuando Son inicia una exploración de identidad. Desorientada, Ana empezará a ver las cosas de otra manera y poco a poco tendrá que reencontrarse con la mujer que fue antes de ser madre».
- ¿Y su infancia cómo fue?
- Era una niña muy tímida, me costaba mucho trabajo expresar lo que sentía, abrirle a los demás mi mundo interior. Este viaje, esta aventura de haberme convertido primero en actriz, y ahora en guionista y directora, ha tenido que ver con ir haciéndome con herramientas para poder expresar todo eso que me pasa por dentro; he ido conquistando poco a poco maneras de poder compartir lo que pienso, lo que siento, lo que soy capaz de crear.
- ¿Fue una niña buena?
- Sin duda [risas]. Superbuena, diría yo. De hecho, hubo un tiempo en el que soñaba con ser misionera; fui a un colegio de monjas y eso de querer hacer el bien y de ser buena persona yo lo tenía muy presente.
- ¿Ya no lo tiene?
- [Sonríe] Sí, claro que sí. Lo de ser monja se quedó en un sueño, pero a día de hoy para mí sigue siendo muy importante tanto el querer hacer el bien, como el intentar querer ser cada mejor persona. Son dos prioridades fundamentales en mi vida.
- ¿Qué le ha interesado siempre?
- La ficción, el terreno de la imaginación y todas las posibilidades que te ofrece. Ya de pequeña siempre estaba fantaseando, poniendo a volar mi imaginación a partir de cualquier cosa que veía. Me inventaba las vidas de personas con las que me encontraba por la calle.
- ¿A sus padres qué les debe?
- Les tengo que dar las gracias por muchas cosas, pero fundamentalmente porque, a pesar de que les costó entender mi decisión de querer ser actriz, hasta que pudieron comprobar que para mí era importante y me hacía feliz, me han ayudado en todo: me han ayudado a criar a mi hijo, me han ayudado a sostener esta incertidumbre que tiene que ver con este mercado laboral, y siguen ayudándome en la logística; ponen a mi disposición sus herramientas, que son muy distintas a las mías porque ellos son muy organizados y se manejan bien con las cuestiones cotidianas. Yo no soy así, y esas herramientas que ellos sí tienen me ayudan a vivir todos los días.
- ¿Nunca pensó en seguir los pasos de su madre en el campo de la sanidad pública?
- De adolescente fui voluntaria en Cruz Roja y descubrí que soy una voluntaria pésima: la sangre me marea. Dejé la ambulancia y acabé los fines de semana haciendo teatro y enseñándoles juegos a los niños, y eso sí que era lo mío.
La película
«Me apetecía contar algo desde otro lugar, fortalecer mi criterio, ponerme a prueba»
- ¿Cómo nació 'La mitad de Ana'?
- En ningún momento pensé 'voy a dirigir una película, la voy a escribir y la voy a interpretar'; de haberlo hecho, creo que se me hubiera hecho bola, porque es algo demasiado ambicioso para mí. Pero lo que sí me apetecía era contar algo desde otro lugar, fortalecer mi criterio, ponerme a prueba, escribir esta historia en concreto que tiene que ver también con la búsqueda de la identidad en una mujer adulta, que para mí era algo muy natural porque, de alguna manera, yo lo estaba haciendo en mi vida cotidiana. Y me propuse expresarla de manera artística. Entonces apareció el programa 'Residencias Academia de Cine' y ahí empezó todo: escribiendo la historia.
- ¿Y después?
- Apareció en mi vida la productora María Zamora, también mi coguionista Beatriz Herzog, y de repente me propusieron dirigir la 'peli' y dije 'venga, vamos a seguir explorando desafíos', porque quería expresar algo genuino y que a mí me moviese y me importase, algo que me gustaría ver en el cine como espectadora, y que me gustaría ver dirigido por una mujer. Y poco a poco fueron pasando más cosas, como que un día, de repente, María me planteó que por qué no la interpretaba yo, porque la actriz que lo iba a hacer al final no podía. Y, bueno, aquí está esta obra, absolutamente orgánica, que admiro y que miro con mucho pudor. La película es fruto de muchísimo trabajo y de muchísima determinación, pero también de mucha felicidad y de haber disfrutado con alegría todas las partes del proceso.
- ¿Por qué eligió un tema tan controvertido?
- Cuando empecé a escribir la película no existía la 'ley trans', ni había visto este tema reflejado en ninguna ficción; cinco años después, tenemos una ley y una película muy exitosa, '20.000 especies de abejas', que aborda también esta temática. Han cambiado muchas cosas, y durante todo el proceso también hemos tenido que ir adaptando la actualidad a la historia. He aprendido muchísimo en todo este tiempo sobre un conflicto de género que me interesaba por el desconocimiento que lo rodea, y sobre un conflicto de identidad que también me interesaba porque me pilla en carne propia: el conflicto de identidad que surge de ser madre, ser actriz, ser mujer en los días de hoy...; se generan contradicciones todo el tiempo.
- ¿Qué intención le mueve?
- No pretendo dar respuestas a problemas complejos, pero sí es cierto que hemos explorado con mucho interés, y con sensibilidad y con total respeto, cómo educar a un niño en una situación como la que plantea la película, y también cómo ser madre y trabajadora en esas circunstancias y a día de hoy. Hemos explorado cómo enfrentarte a estas crisis que no resultan fáciles. Yo también viví mi propio conflicto de identidad como mujer creadora y madre. Ana, gracias a la crisis de su hija, termina haciéndose cargo de su vida y de sus decisiones.
- ¿Ha hablado con muchos padres de niños y niñas trans?
- Sí, y he percibido mucho amor en los padres de hijos e hijas trans. Son padres que quieren lo mejor para sus hijos, como todos los padres del mundo. Para mí era fundamental, a la hora de desarrollar la historia, vincularla con esa idea de amor incondicional, y con la de que la libertad de [exploración] de género no se puede cuestionar; pero, además, estos niños están explorando su infancia, en todos los sentidos, y están en todo su derecho de hacerlo. Somos los padres los que hemos de hacernos cargo de proteger ese espacio tan íntimo y personal de los niños.
Abrirse
«He ido haciéndome con herramientas para poder expresar todo lo que me pasa por dentro»
- El vértigo ante el estreno.
- Lo que he hecho ha sido relajar expectativas, que es algo muy sano [ríe]; lo suelo hacer en general con cualquier trabajo que emprendo, pero ahora con más motivos. Miro la película con mucha gratitud, y siento un inmenso respeto por todos los grandes directores y directoras de los que aprendo todo el rato; estoy contenta con el resultado de 'La mitad de Ana', y no descarto volver a dirigir, aunque yo soy eminentemente actriz; en realidad, dirijo desde el lugar que interpreto, que al final es emocional. Ahora lo que tengo que hacer con la película es dejarla volar como dejaría volar a mi hijo adolescente.
Amorosa y firme
- ¿Qué tipo de madre es usted?
- Intento ser amorosa, pero también muy firme en los límites; e intento ser también comprensiva y entender los momentos. Los niños cambian todo el tiempo, están diferentes, y hay que hacer ejercicios de actualización como los que se hacen del sistema operativo del móvil todo el rato. Mi objetivo fundamental, que a veces consigo y a veces no, es que cada vez que miré a mi hijo vea su mejor versión.
- ¿Pasó ya el miedo añadido a que le pudiese pasar a su hijo algo parecido a lo que le ocurrió a su hijo en la ficción en 'Madre', que desapareció y jamás lo encontró?
- En su momento lo hubo, claro, era inevitable la traslación porque León tenía esa edad. Cuando interpretas entras en las cabezas de los personajes y compartes sus emociones. Pero ya hace tiempo que no pienso en ello, no creo que sea buena idea vivir asustada. Yo hago todo lo posible para confiar en él y confiar en la vida, y hago lo que está en mi mano para que todo esté bien. Creo que en este punto hay que ser firme: no se puede estar pensando en todo lo malo que puede pasar, no se puede vivir así. Si lo haces, maleducas tu mente, derrotas energía y atraes, básicamente, más cosas malas que buenas.
Madre
«Los niños cambian todo el tiempo y hay que hacer ejercicios de actualización todo el rato»
- ¿No utiliza escudos ni máscaras para ir por la vida?
- No. La verdad es que, al contrario, me gusta cada vez más ser transparente; ya le decía que vengo de ser muy tímida, y que ahora mi anhelo vital es abrirme, es compartirme, y cada vez desde un lugar más sano, menos asustado o menos temeroso. Intento ser cada vez más yo con cualquier persona, porque intento estar cada vez más en paz con quien soy y con como soy. Ya le digo que intento estar cada vez mejor y hacer las cosas bien.
- ¿Qué le hace feliz?
- En estos momentos, me estimula muchísimo aprender, ampliar conocimientos en general; descubrir, en campos muy diversos, cosas y autores que desconocía. Ahora estoy muy interesada, por ejemplo, en la música clásica y en la escritura, y estoy disfrutando muchísimo del cambio de vida precioso que estamos haciendo trasladándonos a una casa nueva. Vivíamos en las afueras y hemos vuelto a Madrid, echaba mucho de menos ir más al teatro, al cine, a ver exposiciones, a conciertos... Hemos vivido en un sitio precioso, al aire libre, conectados con la naturaleza, con pajaritos, pero ahora ya toca un cambio.
- ¿Qué es verdad?
- Que me apetece hacer comedia [sonríe]. El drama me flipa, pero desgasta mucho.
Sin escudo
«Me gusta cada vez más ser transparente. Mi anhelo es abrirme»
- ¿Qué enseñanza se llevó de 'La infamia' y su denuncia de violaciones de derechos humanos?
- No era consciente del valor del buen periodismo, de lo importante que es un buen reportero denunciando ilegalidades, contando realidades que diversos poderes no quieren que lleguen al conjunto de los ciudadanos, no quieren que se conozca. Hay muchos periodistas que me parecen héroes, y hay algo del periodismo bien entendido que se me ha quedado en el corazón.Me duelen las injusticias, siempre he sido muy conscientes de ellas, y me han perturbado y me perturban. Es una sensación extraña cuando a ti te van las cosas bien y piensas en toda la gente que lo está pasando fatal, que está siendo víctima de situaciones muy tremendas. Esa conciencia ha hecho que desarrolle esa intención de, al menos, tratar bien a la gente que tienes a tu alrededor. Empiezo por ahí, convencida de que si todos intentamos hacer más habitable y más humano nuestro entorno, poco a poco algo cambiará.
- ¿Qué tal está León?
- Está viviendo sus treces años, le está cabalgando la adolescencia [ríe]. La verdad es que es muy buena gente.