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Es curiosa la propensión que muestran algunos seres humanos a vivir vidas ajenas descuidando la propia. Ya decía Cervantes que si se oía a alguien hablar mal de España no cabía duda de que era español.
Esta tendencia a la admiración de lo ajeno ... ha sido potenciada por el lanzamiento publicitario de numerosos ídolos populares que, para una mente mínimamente racional, resultan muy poco admirables, sobre todo desde una perspectiva ética. Un hábil embaucador es capaz de hacer que se admire a un enano por su elevada estatura.
Las consultas de dermatología estética conocen bien las perniciosas consecuencias de este tipo de comportamientos. Algunos pacientes, lejos de potenciar el atractivo propio, exigen ser transformados, literalmente, en otra persona. Y como ello exigiría un auténtico milagro, vuelcan la basura de su decepción contra el especialista que trata de introducir un poco de cordura en su planteamiento.
De acuerdo a su percepción estética, sometida a la publicidad que cada vez es más intensa en los medios de comunicación, las dietas, la cirugía plástica, estética y dermatología, así como los tratamientos de dermatología estética, se han convertido en recursos habituales de muchas mujeres y hombres que persiguen un cambio en su imagen.
Los españoles en general, tanto hombres como mujeres, se han propuesto ser los más «guapos» de Europa. A nivel mundial, solo Brasil y EEUU superan a España en el número de intervenciones quirúrgicas por motivos estéticos.
Uno de los requisitos imprescindibles para la felicidad es valorar lo propio. Quizá por ello se contabilicen tantos infelices en estos días. Cualquier intento de mejora debe partir, inexorablemente, de los propios recursos. Es conveniente admirar a quien posee mejores cualidades que nosotros, pero hay que tratar de emularlo, no de sustituirlo. Cualquier persona, por torpe que sea, es superior en alguna habilidad que, potenciada, puede ofrecer positivos y hasta sorprendentes resultados. Los especialistas en dermatología estética consiguen todos los días, sobre planteamientos basados en el realismo, mejorar sustancialmente la imagen y la autoestima de sus pacientes. En cambio, los alocados intentos de sustitución sin tener en cuenta las limitaciones de lo propio acaban haciendo bueno aquello de que el sueño de la razón engendra monstruos.
Mi consejo es que antes de realizarse un tratamiento se asesore por su dermatólogo o cirujano plástico, que se informe bien, que se plantee expectativas realistas, que no busque «el milagro», que no se sienta influido por situaciones que puedan alterar su forma de pensar, y que se ponga en manos de médicos especialistas.
Si nuestros abuelos levantaran la cabeza y vieran el tipo de mujer que se lleva hoy, ¿qué opinarían? Recordemos que en esos años el tipo de mujer ideal era de formas redondeadas y un poco llenita; y no digo nada si Rubens tuviera que pintar ahora su famoso cuadro 'Las tres Gracias'.
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