Luis Cacho viene de lejos. De muy lejos. Quien conozca solo a grandes rasgos su biografía (de profesor de Música a creador de Arsys, de abanderado de la revolución digital todavía en curso a arquitecto de la Fundación Promete), pensará en una trayectoria poco estereotipada, ... dominada por el signo de la audacia. Lo cual es tan cierto como que se quedará corto. Porque cuando habla, vuelve a ser un niño. Porque mientras avanza su relato a través de un discurso tan coherente como apasionado, regresa entre sus palabras aquel muchacho en quien germinó desde temprano la semilla de la inquietud. Un carácter inconformista que todavía le acompaña. El crío que se inventaba sus propios juegos tal vez porque supo, también en hora muy temprana, que la vida en efecto es un juego. Un juego muy serio.
¿Qué queda de aquel jovencito que a los quince años se enamoró del rasgueo de una guitarra? El propio interesado devuelve la pregunta con una sonrisa de asentimiento. «Mi primer encuentro profesional fue convertir esa pasión musical en acción docente», confiesa. Más o menos, Luis Cacho ha sabido preservar intacta su principal virtud. La ilusión. Unida a un carácter creativo, en las antípodas de la etiqueta que suele asociarse con la vida de un funcionario, su primera encarnación, supo trasladar ese espíritu juvenil a su empeño como docente. La vida es juego; la enseñanza, también, debió decirse. Y ese nuevo Cacho que fundó en Soria, donde empezó su carrera docente, le seguiría luego los pasos hacia otras aulas, con otros alumnos: con quienes forjó el tipo de complicidad que le permitiría de paso reconstruirse. Preguntándose qué quería ser de mayor, acabó por responderse que pretendía ser siempre el mismo, pero siempre cambiante. Una mutación constante hacia el origen de su identidad.
Y ya tenemos entonces dibujado al nuevo Cacho. De la (hipotética) zona de confort llamada funcionariado, salta al vacío. A un nuevo desafío. Su enésima reinvención. De la mano de su socio Nicolás Iglesias, curiosea allá donde el mundo analógico hace frontera con el universo digital mientras se seguía preguntando cosas, desde luego. ¿Cuál será la próxima frontera? ¿Cómo será el hombre, como ser social, en ese futuro que se avecina, un porvenir líquido abierto a la incertidumbre? Paseando por los bordes de la revolución tecnológica, decide explorar como los primeros cristianos el territorio extraño que llamaban internet. Se ríe Cacho: «Casi había que evangelizar a la gente para convencerla porque, por ejemplo, el uso de ordenadores en las aulas era testimonial». Corría el año 1996, hace poco más dos décadas, cuando nacía Arsys. Impulso, en griego. El antónimo de tesis. Cuando el correo electrónico parecía una quimera. Y cuando el porvenir que hoy cristaliza cada día ante nuestros ojos era una pura ensoñación. El tipo de aventura donde Cacho se reconoce. La clase de retos que le hace feliz.
Un reto victorioso. De Arsys, la empresa creada con Iglesias para la creación y gestión de dominios en Internet, saldrá años después un nuevo Cacho. Que sin embargo sigue desde entonces siendo el mismo de siempre: «Tengo gran tolerancia hacia el riesgo y la incertidumbre». Es decir, predispuesto a la reinvención permanente, escudriñando a su alrededor para detectar el caladero idóneo para satisfacer su inacabable ansia de experimentar. De ampliar sus límites, ensanchar su horizonte: la confluencia de sus dos almas (el talante emprendedor, engrasado por la feliz experiencia al frente de Arsys, y su vocación docente, su pasión inicial: el primer amor al que seguir siendo fiel) desembocó en un futuro llamado Fundación Promete. Donde parece haber detenido (de momento: quién sabe) su afán aventurero. «En la Fundación se combina mi interés humanista con mi interés por la educación y por el cambio social. Es un proyecto menos mercantil y más conceptual que el de Arsys», explica. Un proyecto que en realidad consiste (de nuevo) en otro viaje: «La Fundación Promete nace para concretar el nuevo paradigma educativo que estamos viviendo de forma latente pero real. Y desarrollar proyectos de investigación para demostrar los beneficios y las bondades que tendría un nuevo modelo de educación, siguiendo el rumbo del desarrollo personal».
Así que Cacho vuelve a ejercer de predicador en tierra extraña pero al menos ya sabe qué quiere ser de mayor. Explorador. Explorador «del horizonte de la utopía, pero con los pies en el suelo»
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.