El francotirador

Eastwood no deja un solo recurso por utilizar, ya sea en la construcción de la ficción bélica -visualmente muy lograda y con escenas de acción intachables- o en la parte más sentimental; desde los duros entrenamientos para convertirse en soldado hasta su conversión en héroe de guerra, su antítesis en forma de francotirador iraquí, las previsibles sombras detrás de la leyenda, los dilemas morales o la dificultad para adaptarse a una vida familiar tras regresar de la guerra. Todo ello regado con generosidad del patriotismo que tanto aplaude el espectador norteamericano, incluso cuando lo acompaña un guion que flojea en demasiadas ocasiones.

Sea como fuere, la cinta se ha convertido en un taquillazo en Estados Unidos, con noventa millones de dólares recaudados durante su primer fin de semana y más de 217 millones a finales de enero, lo que la sitúa como una de las cintas bélicas más exitosas de la historia, superando el 'Salvar al soldado Ryan' de Steven Spielberg en 1998. Aspira además a seis premios Oscar, entre ellos al de mejor película, mejor actor (impresionante el cambio físico de Bradley Cooper, quizá demasiado contenido en su actuación), mejor guion adaptado, mejor montaje, mejor sonido y mejores efectos sonoros.