Autorretratos por doquier

Banderas estaba feliz. Solo se ha asombrado un poco al ver a esos dos musculosos lacayos con su chaqué de chaqueta dorada (muy dorada), sombrero de copa y bastón (terminado en bola) que escoltaban a los invitados. No dejaron indiferentes a nadie. El Goya de Honor se lo ha pasado pipa en su entrada. Ha saludado con efusividad a la terna presidencial -Enrique González Macho y los vicepresidentes Antonio Resines y Judith Colell- y se ha prestado al bombardeo fotográfico como un novato más. Hasta que ha sacado su smartphone de última generación y se ha puesto a sacar otro selfie para la colección. Los fotógrafos fotografiados y Banderas, feliz.

Contento como todos los actores, directores e invitados que han pasado por la tableta instalada por la organización para hacer monerías y fotos. No tan contentos estaban fuera los cuatro colectivos que han usado los Goya como altavoz. Al sempiterno colectivo de figurantes se les ha unido en esta ocasión un pequeño número de trabajadores de Coca-Cola de la madrileña planta de Fuenlabrada; un grupo de enfermos de hepatitis C que han portado una pancarta con el lema No estamos nominados, estamos condenados y los trabajadores de RTVE, que han exigido unos medios públicos sin manipulación y de calidad. Alberto Rodríguez, director de La isla mínima y Carlos Areces se han acercado a ellos para colocarse en la solapa un lazo naranja en señal de solidaridad.

A la gala de los Goya no faltaron el ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert; el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez; el coordinador federal de Izquierda Unida, Cayo Lara (con pegatina de apoyo a los trabajadores de Coca-Cola), y Enrique Cerezo. El productor y presidente del Atlético de Madrid no podía disimular su felicidad por el resultado del derbi.