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Esto hizo un tal Juan el Bautista, quien recomendaba el arrepentimiento, el bautismo y la penitencia, a la par que fustigaba las corrupciones de su tiempo, las conductas más indignas y la hipocresía. Las cosas se repiten generación tras generación. Distinto marco histórico, distintos actores, ... misma situación. Porque las necesidades y pasiones esenciales del hombre no cambian con los siglos.
Me he acordado de esta historia –la de predicar en el desierto– con ocasión del discurso pronunciado por nuestro bien recordado Juan José Omella, a la sazón presidente de la Conferencia Episcopal Española, en la inauguración de la 119ª Asamblea general de los obispos (25-29 de abril de 2022). Señaló los grandes males de la sociedad española para darnos oportunidad de conversión (caso de los creyentes) y ocasión de mejora (caso de todos). No en vano, detrás de todo mal hay un desatino moral. A la par, sugería caminos de mejora. Como no he visto mucho eco mediático de sus palabras, les recomiendo su lectura (o escucha). Pueden encontrarlas en la web https://www.conferenciaepiscopal.es/discurso-cardenal-omella-y-saludo-nuncio-plenaria-abril-2022/).
Vamos a ver: asuntos como las desigualdades sociales acrecentadas por los efectos de la gestión del COVID; la sacrílega agresión infringida por Rusia a Ucrania; los inaceptables argumentos religiosos de algunos para justificar esta masacre; reclamar el retorno de la construcción de nuestra democracia sobre la base del Derecho; alentar a la recuperación de los valores cristianos que subyacen a la creación de Europa y que sustentan este proyecto de hermandad y libertad, ¿interesan, o no interesan a millones?
Temas como denunciar el impacto que tienen el encarecimiento de la energía y la inflación en las vidas cotidianas de los españoles; alentar a huir de los frentismos y la polarización ideológica y política; reivindicar la oración como medio para sumar y potenciar los justos esfuerzos en construir un mundo mejor; denunciar el incremento del número de españoles que viven en exclusión social (ahora 11 millones); las creciente dificultades de los jóvenes para emanciparse, establecerse y florecer en beneficio en nuestra sociedad, o señalar el azote que padecen por causa de la falta de arraigo en una tradición cultural, moral y religiosa y por la falta del sentido de pertenencia que produce la fragilidad de sus familias, ¿preocupan, o no preocupan a la mayoría de nosotros?
Acusar la desconfianza del 90% de los ciudadanos en los partidos políticos españoles y del 70% en el Gobierno y el Congreso (datos del eurobarómetro), así como la permanente bronca política y la falta de acuerdos y de cooperación entre partidos en asuntos medulares; llamar a respetar aquellas libertades fundamentales contra las cuales se está atentando, por ejemplo la libertad de expresión frente a lo políticamente correcto, o el libre acceso a una información fiable, hoy muy mediatizada por la ideología de los grupos audiovisuales y la mala praxis de algunos medios de comunicación que desgastan y atentan contra la pacífica convivencia, ¿es, o no es urgente?
Señalar que la iniciativa libre de las empresas (ponderada por el Papa Francisco), el Estado (que debe practicar la subsidiaridad y corregir las externalidades negativas del mercado) y la sociedad civil (que supervisa al Estado y promueve multitud de iniciativas voluntarias y gratuitas) se necesitan mutuamente; o que en una democracia no hay enfrentamiento real entre lo público y lo privado, ¿es algo que necesitamos oír, o no?
Denunciar que cualquier estado tiene la permanente tentación de convertir a la Iglesia en el enemigo o de apoderarse y servirse de ella; delatar el afeamiento sistemático que algunos hacen de la Iglesia católica española, llena de maravillosas personas y de impresionantes iniciativas que benefician profundamente a nuestra sociedad; aclarar que la Iglesia no fomenta enfrentamientos ni tiene intereses económicos, geoestratégicos o ideológicos particulares, y que sólo quiere continuar la obra de Cristo, el cual vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar sin juzgar y para servir; exponer que se intenta excluir a la Iglesia del diálogo social, y que ese empeño es un notable atropello, un error garrafal y una pérdida inasumible porque reúne al 17,7% de la población mundial, tiene siglos de experiencia y un compromiso ciego con la dignidad del ser humano y la fraternidad, ¿es, o no es de justicia?
Omella no se ha metido en ningún charco que no le corresponda. Ha 'predicado' a cuantos hayan querido escucharle. Y ha dicho verdades como puños.
Estamos viviendo una situación de emergencia nacional y mundial. Hay que centrarse en buscar soluciones que ayuden a las personas. Hay que promover la cultura de la amabilidad y de la amistad cívica. También en el Congreso y en el Senado. No pido que nuestros políticos sean como un Churchill, un Cánovas, un Salmerón o un Donoso Cortés, pero que, por favor, aprendan algo de ellos. Entre tanto, rezo por todo esto y por todos ustedes.
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