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La madre cantaba en la casa; el padre, en el campo. También cantaban los hermanos. Cantaban los días de fiesta y los días de ... labor. Él cantaba en el coro del colegio y eso era lo que más le gustaba. Pero, al igual que su familia, estaba destinado a la tierra. Sin embargo, la poesía y la música habían echado raíces tan profundas como los manzanos. Y cuando, siendo estudiante en Valladolid, escuchó a Paco Ibáñez por primera vez supo cuál era su camino. Hoy, después de medio siglo de carrera artística, una de las más coherentes en el mundo de la música y la poesía cantada, Amancio Prada (Dehesas, León, 1949) podría explicar España entera con los versos y las voces de Rosalía de Castro y Federico García Lorca: «En la voz de los poetas –afirma– está nuestra propia voz».
– Estaba destinado a ser hombre de campo, pero una guitarra se cruzó en su camino.
'Voces y huellas' concierto antológico de Amancio Prada (voz y guitarra)
Auditorio de Logroño 20 h. (entradas en giglon.com y Librería Castroviejo)
XXIV Jornadas de Poesía en Español 'Verso 22'
– Pero es que era una guitarra preciosa. Y yo tenía veinte años. Era el verano del 69. Recuerdo que cogí el tren en Ponferrada para ir a Valladolid a recoger el diploma de Ciencias Económicas aplicadas a la agricultura que me permitía matricularme en La Sorbona en Sociología del mundo rural. Yo me había propuesto estudiar en París. De camino a la Facultad vi en un escaparate una guitarra que costaba diez mil pesetas, algo inalcanzable para mí. A la semana siguiente, en Alar del Rey, un pueblo de Palencia, había un festival de la canción de la juventud y decidí presentarme. Aunque no tenía guitarra, pensé que alguien me prestaría la suya. Canté una canción en galego, 'Pra Habana', de Rosalía, ante lo más antifestival que puedas imaginar. El caso es que gané y me dieron la Galleta de Oro; era la marca Siro, un trofeo muy bonito que yo llevé a mi madre todo contento. Pero la reina de las fiestas me dio también un sobre. Contenía diez mil pesetas. Así que, ¿qué crees que hice? Corrí a comprar aquella guitarra, la que me abrió las puertas de mi primer otoño en París.
– Viajó a Francia con sus primeros poetas en una maleta.
– Llevaba un libro de la colección Austral con poemas de Rosalía, un libro de Aguilar de la colección Premio Nobel con poemas de Rabindranath Tagore editado por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, una antología de Lorca y otro más de Austral con la poesía de Miguel Hernández, y en galego llevaba también un par de libros de Celso Emilio Ferreiro: 'Longa noite de pedra' y 'Viaxe ao país dos ananos'.
– Tiene un recuerdo muy vivo de todos aquellos libros, como si fueran objetos muy queridos.
– Es que lo son y los conservo todavía, aunque a algunos se les caen las hojas.
– ¿A qué poetas conoció allí?
– A san Juan de la Cruz; san Juan se me reveló allí, en París. Y personalmente conocí a Agustín García Calvo. Tuvimos un trato muy frecuente durante los cinco años que estuve allí. Él fue quien me habló de Chicho Ferlosio como un ejemplo de musicar y cantar la poesía. Y también conocí a Luis López Álvarez.
– ¿Y sus poetas franceses?
– Conocí a Georges Brassens y tuve la suerte de cantar con él durante tres semanas en el Teatro Bobinó. La gente coreaba casi todas sus canciones. Aquella que decía: 'Morir por una idea, es una idea excelente... pero con un leve matiz: muramos por una idea, de acuerdo, pero de muerte lenta'.
– Genial Brassens. ¿Y Moustaki?
– Moustaki también y Paco Ibáñez, con el que también canté en varias ocasiones. Paco Ibáñez para mí estaba y sigue estando en un altar. Es el maestro en todo.
– ¿Ya sabía entonces que iba a dedicarse a cantar?
– Sí. Para mí era un sueño dedicarme a la canción; lo había sido desde niño. Del mismo modo que cantar era un aliento incesante desde que me recuerdo a mí mismo, al mismo tiempo entendía que era un sueño inalcanzable. Pero allí en París recibí muchos estímulosy tuve ocasión de empezar a cantar en centros de emigrantes, me invitaron a programas de radio y de televisión y allí grabé mi primer disco, aquel 'Vida e morte', en diciembre del 73.
– ¿Por qué volvió a España?
– En París pasé cinco años, que es el tiempo que don Agustín García Calvo decía que dura un amor eterno. Me di cuenta de que mi lugar para cantar era España y que mis veneros estaban aquí. Pero aquellos cantores de París me enseñaron que aquello de cantar no era un sarampión de juventud sino algo para dar destino al camino de toda una vida. Y en ese camino estoy... Y aún estoy en el camino, como canta Paco Ibáñez.
– ¿Cuántos poetas hay en su voz?
– En la voz de uno está la voz de muchos poetas, pero es que en la voz de los poetas está nuestra propia voz. Me da igual que sean poetas famosos, del siglo XX o del XII. Decía Valle Inclán que alcanzar la belleza consiste en dar con ese punto de eternidad. Yo no digo eternidad, digo perennidad. El poeta, como el artista, cuando acierta, se instala en un perenne presente. Por eso una cantiga o el romance del prisionero nos siguen conmoviendo. Son palabras vivas más allá, mucho más allá de la muerte de su autor; ya están en el aire que respiramos.
– Siempre me he preguntado cómo elegiría los poetas y los poemas a los que poner música. ¿Por la emoción?
– Es por la emoción, sí. Canto lo que me emociona, lo que me encanta, lo que me enamora. Yo leo a Rosalía y en ese momento yo soy Rosalía. O me siento Agustín García Calvo cuando cantó 'Libre te quiero' o 'El mundo que yo no viva'. Si el poeta solo escribiera lo que le pasa a él, eso se acabaría. Pero si sintoniza con lo que todos sentimos o pensamos... Y digo pensar porque también me gusta la poesía que sea social, que tenga enjundia, que no solo te emocione, sino que te ayude a pensar.
– Al igual que Paco Ibáñez, es más cantor que cantautor. Ambos han contribuido a popularizar la poesía de otros poetas a través de su música. ¿Son trovadores?
– Trovador no es mala palabra. También me gusta cantor o cantaor, que sugiere cierta jondura. Para mí Paco Ibáñez es el Románico de la canción. Bajo esa apariencia gregoriana tiene una riqueza melódica extraordinaria. Acabo de verlo cantar a sus ochenta y siete años y sigue siendo para mí un ejemplo; está por encima del bien y del mal. Y siempre tengo muy presente a Joan Manuel Serrat y el disco que hizo con poemas de Antonio Machado. Fue un aldabonazo muy grande.
– ¿Cómo es ser trovador en el siglo XXI? ¿Se siente a contratiempo?
– Un poco sí. Pero este mundo es tan variado, hay tantas voces... Cada uno tiene su voz propia. Y hay sitio para todos. A veces sí me sorprende que el aparataje técnico de la música impide escuchar lo que se dice, pero hay también otras formas de emocionarse. La poesía estará viva siempre y siempre habrá poetas. Lorca, por ejemplo, es que rezuma poesía en todo lo que hace y uno no termina nunca de ahondar en él.
– Entre sus poetas actuales, destaca su paisano y amigo Juan Carlos Mestre.
– A él he le he dedicado el penúltimo disco, 'Cavalo Morto', y hemos compartido muchos proyectos desde 'Emboscados'. Concebimos juntos libro-discos como objetos artísticos. Y están también Antonio Pereira, Antonio Gamoneda, Manuel Vicent, Antonio Colinas, Fernando Beltrán...
– Además de la belleza y la emoción, hay una corriente social en su cancionero, algo así como tratar de transitar la libertad a través de la música.
– La libertad es un aliento que está presente y debe estarlo en todo lo que hacemos, en el camino que escogemos y en los pasos que damos cada día. La canción 'Libre te quiero' es el paradigma de ese anhelo. Es una canción de todos.
– ¿Teme por la libertad cuando la extrema derecha ya está en el gobierno de su tierra y al frente de la cultura?
– Bueno, ¿a ver qué pasa? Que demuestren lo que quieren hacer. Eso es la libertad también.
– Aquel joven del Bierzo y de París estaría satisfecho del hombre que es hoy y del camino que ha recorrido para llegar aquí.
– Yo puedo decir que yo estoy contento con aquel muchacho que, amando tanto la agricultura y llevándola en el alma y en las manos como hijo de labradores, se dedicó a labrar la parcela de la música y de la poesía. Y creo que él se regocijaría de ver tantas canciones, tantos discos y tantos conciertos en su camino. Pero esta es una labranza que no acaba nunca y siempre se pueden hacer mejor las cosas. Y en esa pelea estoy.
– ¿El fruto de esa labranza también es necesario como el pan?
– Claro. Valgan mucho o poco, lo que comparto son mis canciones: un poco de alegría a la conversación del mundo.
La voz y la guitarra de Amancio Prada vuelven a sonar hoy en Logroño en un concierto en el que el trovador del Bierzo cantará a muchos de los poetas que han iluminado su vida y la nuestra. El amplio y variado repertorio de 'Voces y huellas' lo convierten en un recital antológico de cincuenta años de carrera con canciones que han puesto música a Rosalía de Castro, Juan de la Cruz, Federico García Lorca, Jorge Manrique, Carmen Martín Gaite, Chicho Sánchez Ferlosio, Teresa de Jesús, Gustavo Adolfo Bécquer, Agustín García Calvo... y también composiciones anónimas como el romancero galaicoportugués.
'Voces y huellas' comenzó su gira hace un año en el Teatro de la Zarzuela, en Madrid, y recala hoy en el Auditorio de Logroño (a las 20 h.) como cierre de las XXIV Jornadas de Poesía en Español 'Verso 22', en las que Amancio Prada también participó ayer con una charla-recital en el Círculo Logroñés. El escenario que pisa hoy es el mismo en el que a finales de los noventa presentó 'Emboscados', su único trabajo completo con letras propias.
Desde entonces ha actuado en el Teatro Bretón (2004), Actual (2006) y Agosto Clandestino (2013). Conciertos, junto con sus muchos discos, que han jalonado un largo viaje compartido: «Lo poco que yo sé de los poetas que canto lo he ido aprendiendo al cantarlos. Se hace camino al cantar».
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