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Esta afirmación tan rotunda no salió de labios de ninguno de los tres Premio Nobel de Economía 2022 por su investigación sobre bancos y crisis financiera. Tampoco de la boca de Manuel Bretón Herrero, presidente de Cáritas española desde 2017. Ni de labios de la ... francesa Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo. ¡No!
Esta frase –viral donde las haya– salió de labios de un judío nacido en modestas condiciones, en un establo de un pueblucho insignificante, Belén de Judea; un hombre huido a Egipto con sus padres –como cualquier emigrante de hoy–; carpintero currante durante treinta años en una aldea de Israel llamada Nazaret; dedicado durante tres años a una actividad extraña como es el ir de un sitio para otro predicando un reino que no es de este mundo; maestro sin un sitio donde recibir a sus seguidores, ni cobijo para reclinar la cabeza cuando viajaba, llegando incluso a comer espigas del campo para engañar al estómago.
Este hombre (y Dios) dijo en otro villorrio de Judea, Betania: «A los pobres siempre los tendréis con vosotros». Pienso y medito todos los días en esta frase más que premonitoria. Y no sólo cuando en mi deambular por Logroño veo en los soportales de la Gran Vía, o en las puertas de las iglesias, o en alguna esquina, a los que podría calificar de «indigentes profesionales». ¡No! Esos no son los pobres a los que se refería Jesús.
En nuestra querida Rioja hay 47.000 personas en riesgo de pobreza. Y son pobres porque no pueden disponer de los recursos materiales, culturales y sociales necesarios para satisfacer las necesidades mínimamente básicas.
Nuestro Calderón de la Barca, allá por el año 1635, en su obra teatral 'La vida es sueño', dejó escritas estas palabras que siguen teniendo actualidad: «Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó».
La Red Europea contra la pobreza y la exclusión social en la Rioja dijo en octubre del año pasado: «Es urgente adelantarse en políticas de la administración sobre vivienda, empleo, electricidad o alimentación y en reforzar el escudo social para evitar males mayores».
A estos pobres se refería Jesús cuando dijo «siempre los tendréis». Son consecuencia del egoísmo de la mayoría en una sociedad donde se vive creyendo que 'vales tanto tienes' (postulado radicalmente falso), y donde el miedo a no tener mañana nos lleva a mil decisiones egocentristas que perjudican o no ayudan a otros.
Pero hoy quiero referirme a otro aspecto principal de la pobreza. Cuando la persona que sufre escasez de medios materiales no carece de grandeza de corazón, dadivosidad, compasión, formación humana y moral, altura de miras, capacidad de trabajo, rectitud y ambición por ser mejor y hacer mayor bien a su alrededor, la carencia de bienes materiales no deja de ser un molesto inconveniente que reta continuamente al ingenio. Jesús era de estos pobres.
Vivió, por decisión propia, sin coches de alta gama, sin sueldo de más de 3.000 euros, sin televisión ni móvil, ni un armario repleto de ropa y calzado, sin pasar la tarde haciendo compras o 'de pinchos', sin practicar la vida caprichosa y vacía, centrada en el placer a toda costa, en el culto a la apariencia, en el acumular, el figurar. ¿Por qué sería?
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