Pintas menos que los perros en misa
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Esta frase coloquial –que nuestros jóvenes apenas conocen– me vino a la cabeza el domingo pasado con la lectura de un simpático y documentado reportaje que mi admirada compañera de redacción María José Lumbreras publicó en este diario con el título 'La norma que le ... deja llevar el perro a su boda'.
Mi opinión sobre los perros como animales de compañía o como mascotas la he manifestado más de una vez, y con quien yo estoy en deuda no es con los perros sino con sus dueños, no con todos sino con muchos que descuidan sus obligaciones para con los demás.
Dicho esto, el hecho de que la nueva ley de protección animal –cuando salga a la luz ya aprobada– dé posibilidad a los perros de asistir a la ceremonia civil de una boda, que no al restaurante, me trae a la memoria lo que me sucedió en un pueblito de los muchos que he atendido, y en una boda en concreto. Me vino la novia diciendo en muy buen plan, y muy buenos modos, que le apetecería mucho que un perro al que tenía un gran afecto su familia hiciese acto de presencia siendo portador de las arras. Ante mi negativa, también con buenos modos, el novio se puso de inmediato de mi parte y la cosa quedó en nada, y eso que salió a relucir aquello tan manido y tan insustancial de que «esto se hace en otros sitios», sin especificar más. Todo transcurrió muy bien y al día de hoy gozo de la amistad y la simpatía de la pareja.
En el reportaje se daba la cifra actual de perros en Logroño, si no recuerdo mal en torno a los 17.500, y la de los gatos, unos 4.000. El número de los canes yo creía que sería mucho más elevado ya que por la calle y en mi deambular por ella veo casi el mismo número de personas que de perros. Pero será así.
Últimamente estamos asistiendo a una aparición realmente exhaustiva de leyes que llaman exprés no sé si por su poco estudio previo o por la facilidad con la que salen adelante. Por supuesto que es muy poca la gente que las conoce y menos la que las ha leído. El pueblo está a otra cosa. El pueblo está a la cesta de la compra, al precio de la luz y al futuro de los mayores y de los hijos. Y a las familias vulnerables.
Una ley de bienestar animal me parece bien siempre y cuando deje las cosas en su sitio y se mueva en los términos que son de sentido común. Mi filosofía animal la tengo determinada por lo que dice la Biblia sobre la creación, la creación del mundo, de los animales y del hombre. Y estoy en mi derecho a tener como elemento de referencia la Biblia como otros lo tienen en Marx, en Mao, en Lenin o en quien sea.
A propósito de la creación, la Biblia establece una jerarquía que va de lo más global, el universo y las galaxias, a lo más concreto y determinante, las plantas, los animales y el hombre. El hombre es lo más perfecto de la creación y en esa perfección radica el tener derechos y el tener obligaciones. El ser moral del hombre –su libertad y responsabilidad– le dan la categoría de lo más perfecto de la creación. Hombre y mujer los creó y les dijo: «Creced y multiplicaos».
«Dios vio que todo era bueno», expresión que se repite a menudo en la creación. Francisco de Asís en su famoso y universal 'Cántico de las criaturas' exulta por el sol que ilumina el día, la luna y las estrellas, el viento, la nube y el cielo, la tierra y sus frutos, y los animales a los que el 'Poverello de Asís' predicaba en su candor y en su alegría, los peces, el lobo, los pájaros. Y el centro de la creación: el hombre y la mujer.
¿Por qué los animales son distintos a nosotros y, sin embargo, les debemos respeto y consideración, como se ha hecho siempre? Porque la relación del ser humano con toda la creación, y de manera más específica su relación con los animales, es un principio de sabiduría y un fundamento de la moral. Y parte de esa moral es el respeto por todo lo creado. Cuando esa moral natural se desprecia o se ignora, es el mismo hombre el que sale perjudicado, y los animales también, sean de compañía o no. Pero una cosa es respetar a los animales, y otra muy distinta elevarlos a la categoría de seres responsables y libres. Con derechos equivalentes a los humanos. Cada cosa en su sito.
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