Ralph Lauren, luciendo uno de sus polos. EMMANUEL DUNAND / Afp

Pijo, rojo y cincuentón

El polo de Ralph Lauren cumple 50 años en plena forma. Antaño prenda del señoritismo, hoy día es también patrimonio de la izquierda

Miércoles, 1 de junio 2022, 00:13

Parece mentira, pero el polo de Ralph Lauren (Nueva York, 1939), la prenda de vestir antaño exclusiva de los pijos y hoy omnipresente en cualquier guardarropa, cumple 50 años. Es una de las creaciones más celebradas del diseñador neoyorquino, aunque el invento, otrora seña de ... identidad del perfecto 'cayetano', es muy anterior.

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El antepasado del polo se remonta al siglo XIX, cuando unos militares británicos afincados en Manipur, en la India, abrazaron el deporte que practicaban los autóctonos y decidieron trasladarlo al Reino Unido. Y con la importación del deporte vino la del vestuario, que consistía en el uso de una camisa de algodón de manga larga.

Sin embargo, como es conocido hoy en día, el nacimiento del polo está también emparentado con el tenis. Jean René Lacoste, alias 'le Crocodile', se convirtió en el padre del polo moderno cuando decidió transgredir en 1926 las rígidas y tediosas normas de la indumentaria tenística, a la que le costó en un principio ser cómoda. No en balde, a finales del siglo XIX los caballeros gastaban camisas abotonadas hasta el cuello, corbata, pantalones largos blancos y cinturón, un atuendo más pensado para acudir a un cóctel que para subir desesperado a la red.

Al margen de la verdadera paternidad de la prenda, del polo han sacado tajada todos, desde Fred Perry a Purificación García, pasando por Burberry y Pedro del Hierro.

Lo importante es que el polo ha roto las barreras de clases y ya no es patrimonio exclusivo de la derecha. La izquierda más descamisada también lo reivindica, aunque prescinde de los logos del laurel, el cocodrilo y el jugador montado a caballo. Si la derecha se pone guapa vistiendo la camiseta de marras, con un imprescindible jersey anudado sobre los hombros, la izquierda ha imprimido al polo un toque reivindicativo, como ha hecho Pablo Iglesias, que luce en el cuello los colores de la bandera republicana.

El polo es de izquierdas desde el mismo momento en que nace de un proceso dialéctico: no es camisa ni camiseta, sino una síntesis de ambas. Como ejemplo de la superación del capital por las fuerzas del trabajo, el polo obrero prescinde del bolsillo, la abertura donde se guarda la tarjeta de crédito.

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Entre la nueva izquierda se abre paso un estilo casual. Lejos los tiempos de la chaqueta pana socialdemócrata y el jersey de punto de Marcelino Camacho, el polo lo podría llevar un Pijoaparte cualquiera. Pier Paolo Pasolini, comunista y amante de la belleza, trajo de cabeza a más de un camarada por su elegancia. Combinaba la informalidad del chico de la calle con la prestancia del perfecto caballero por sus americanas lisas y sus polos.

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