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Luis Ángel Adán León
Sábado, 6 de mayo 2023, 02:00
En 2000 Anagrama publicó un libro que fue un éxito. Era la obra de un periodista mítico, entre los míticos periodistas americanos: Joseph Mitchell. Acostumbraba a publicar largos reportajes sobre personajes e historias de Nueva York. Uno de esos personajes era Joe Gould. Educado en ... Harvard y de familia adinerada, vivía como un vagabundo por las calles de la Manhathan dedicado a recoger la historia oral de la gran ciudad. Como no tenía casa, su gran obra estaba esparcida en miles de libretas por toda la ciudad. El artículo lo convirtió en personaje mitológico, y todavía más a su legado, pues murió al poco tiempo. Su final animó a Mitchell a escribir un segunda parte sobre ese legado y la suma de los dos artículos fue el libro que se ha convertido en único para grandes escritores contemporáneos. Para hacer más extraordinaria esta obra, Mitchell entró en una crisis psicológica que le impidió publicar el resto de su vida. Iba religiosamente a su despacho cada día y allí se encerraba. Todos oían el tableteo de su máquina de escribir pero nada salió de allí hasta que se lo llevó un ataque al corazón.
Este libro que reseño es una recopilación de algunos de sus artículos en The New Yorker. El volumen más exitoso apareció en español en 2017 con el título 'La fabulosa taberna de McSorley'. Esta es otra de esas colecciones y se compone de seis relatos centrados en el puerto de Nueva York. No el actual puerto con sus impresionantes cargueros y millones de contenedores apilándose a casi 40 kilómetros de la capital, sino el viejo puerto de Manhattan. El puerto donde llegaban los barcos de pescadores y se comercializaban las capturas conseguidas en el propio Hudson y la costa limítrofe, con aguas tan abundantes en moluscos y ostras que fueron alimento de los menos afortunados.
Las seis piezas, donde se conjugan con idéntica dosis recursos narrativos y ensayísticos, fueron escritas entre 1952 y 1959 y en cierta forma parecen presagiar lo que ocurriría pocos años más tarde.
Presenta un Nueva York de personajes inusuales. Un micromundo desaparecido, raramente artesanal y rural. El es detonante de la vida y las costumbres de los personajes que no tienen nada que ver con la bohemia, ni las finanzas con las que relacionamos la gran manzana. Restaurantes que venden el pescado recién llegado, pescadores de ostras, capitanes de arrastreros, comunidades de negros en medio de los bosques de Staten Island e incluso los tres tipos de ratas con las que uno se puede encontrar en la isla.
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