Nora regresa a la 'Casa de muñecas' que abandonó hace quince años de un portazo. Lo hace con la intención de formalizar los papeles de divorcio y convertida en una exitosa escritora feminista. Así comienza 'La vuelta de Nora', obra que hoy se representa en ... el Bretón logroñés y con la que Lucas Hnath toma el testigo del clásico de Ibsen. En esta adaptación dirigida por Andrés Lima, Aitana Sánchez-Gijón (Nora) comparte 'casa de muñecas' con Roberto Enríquez, María Isabel Díaz y Elena Rivera.
-Se ha quitado las túnicas clásicas que vistió en 'Medea' y 'Troyanas' para saltar al siglo XX. ¿Qué aprende uno viajando en el tiempo a través de sus personajes?
-Te da una perspectiva del camino y, sobre todo, viajo a tiempos pasados que me siguen hablando de los tiempos presentes. En definitiva, seguimos hablando del ser humano y de sus conflictos, y muchos de ellos conectan con las cuentas pendientes que aún tenemos en el presente.
-Una de ellas es el feminismo. ¿Qué diferencia el feminismo de aquella primera y de esta segunda 'Casa de muñecas'? Quizá que Ibsen se centraba más en la mujer, mientras que Hnath implica también al hombre?
-En el caso de Hnath, creo que esos 15 años de ausencia de Nora son los 150 años que han transcurrido desde aquel portazo hasta hoy. En esos 15 años Nora ha sufrido una enorme transformación; ha logrado su independencia, ha encontrado su propia voz, es una mujer de éxito que ha logrado unos objetivos. No todos, evidentemente, pero el camino que ha recorrido es enorme y doloroso. Creo que eso es extrapolable a lo que ha pasado en estos últimos 150 años. Desde el sufragio universal o desde el primer movimiento feminista hasta hoy hemos avanzado, por lo menos en la sociedad occidental, con pasos de gigante. Aun así, la igualdad real todavía no existe, puede que exista a nivel más teórico o en la legislación de nuestros países, pero a nivel real queda mucho por conseguir. Y en efecto, Lucas Hnath también le da voz a ese hombre que ha sufrido una transformación, que no sabe desde dónde ni cómo relacionarse ni comportarse, ni qué rol se le está pidiendo ahora o debería encontrar con respecto a esa mujer emancipada que sigue luchando por ella y por tantas mujeres.
-¿Cómo se han llevado Nora y Aitana? Supongo que el que usted sea feminista le habrá facilitado meterse en la piel de este personaje.
-Es complicado. También me pasó con Medea, una mujer que mata a sus hijos, mientras que en el caso de Nora los abandona, y eso a mí me crea un desasosiego y una incomprensión de inicio. Pero Nora era una mujer acorralada, al borde del suicidio cuando se le cae el velo de los ojos; era una muñequita enjaulada en ese rol de madre de familia bailando al son que le toca su esposo. Y se da cuenta de que no puede ni ser una buena madre para esos hijos; que necesita encontrarse para ser, para poder existir en libertad. Ante un caso tan extremo entiendes su postura, pero evidentemente deja unos cadáveres por el camino, un sufrimiento. Lo que me interesa de Nora no es que sea una mártir o una heroína, sino que también tiene su lado oscuro, que es una mujer de carne y hueso. Para poder avanzar se toman decisiones radicales y eso también conlleva una serie de costes.
-De nuevo bajo las dirección de Andrés Lima (también en 'Capitalismo' y 'Medea'). ¿Cuál es la impronta de Andrés en este montaje'?
-Después de hacer Troyanas y Medea pensé: 'qué bien me va a venir hacer una función más dialéctica en la que no tenga que sufrir tanto'. Bueno, pues olvídate, 'La vuelta de Nora' es una barbaridad, es un tsunami emocional, además en una pequeña caja claustrofóbica con escenas de a dos, con lo cual es como un combate de boxeo. Y Andrés lo que ha conseguido es que todo esté sucediendo en gerundio, que es lo que le gusta. Es decir, te mete la mano en la barriga, te arranca las emociones y te coloca con la herida abierta sobre la mesa, y a trabajar con eso. Así que nada de dialéctica al uso, nada de peleas de espadachines, esto es una batalla campal de emociones.
-La puesta en escena también contribuye a ello.
-Es muy sencilla realmente. Es una caja y dos sillas, un espacio hecho en perspectiva y da una sensación muy extraña, nosotros parecemos desproporcionados en relación al espacio. También hay un juego de vestuario, porque Hnath da pautas muy abiertas a la hora de interpretarlo, lo mismo que con el lenguaje, absolutamente contemporáneo y comercial.
-Supongo que ese lenguaje pretende evidenciar desigualdades similares a las de principios del siglo XX.
-Sí, bueno hemos avanzado un montón, como Nora en esos 15 años, pero aún así sigue siendo prisionera de cosas que ni ella ni la sociedad han podido solucionar. Entonces viene a decir: 'tengo que seguir luchando porque todavía no estoy donde tengo que estar'.
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