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Miguel Aizpuru
Jueves, 17 de abril 2025, 14:34
Pedro Learreta (Bilbao, 1967) tiene sentimientos encontrados con la nostalgia. Pese a ser una persona no dada a arrebatos del pasado, su fascinación por la ... música de los años 60 le ha llevado a explorar la añoranza de otros tiempos, la década prodigiosa de Beatles, Stones, Kinks o Small Faces, en 'A day in the life' (Editorial Liburuak). Con el enganche de Tara Browne, joven socialité fallecido en accidente de coche a los 21 años y que inspiró la brillante canción de los Beatles, Learreta –jurista de profesión y profesor de Deusto– se lanza a revivir el Swinging London en un libro que funciona como la postal de Carnaby Street que incluye en su interior.
– ¿Se trata de una novela de no ficción o de una realidad novelada?
– Es una novela, responde a la estructura y al género de novela basada en hechos reales. Unos hechos de los que parto para inventar una historia y contar una vida, una forma de ser y de estar. Todo en el Londres de los años 60.
– ¿Por qué ha elegido precisamente el personaje de Tara Browne para ilustrar el Swinging London?
– Porque me parece muy característico. En él se aglutinan condiciones muy simbólicas de lo que es el Swinging London: bien parecido, joven, muy relacionado, vida social intensa, aficionado a las drogas, un nivel cultural alto con apertura a la contracultura... Todo eso lo convierte en un personaje prototípico de la época. Y además tuvo ese final dramático en un accidente de coche por la noche en el centro de Chelsea. Para rematar, el suceso inspiró una canción del LP más relevante de los años 60, con lo que Tara Browne, desde que yo tuve noción de su existencia hace muchos años, se convirtió en un potencial personaje de una historia, porque me parecía fascinante su figura.
– Un joven ricachón que, pese a su posición privilegiada, tenía una existencia complicada. Un matrimonio precipitado, dos hijos a una edad muy temprana, vaivenes económicos…
– Sí, son todos ellos elementos atractivos que ayudaban a configurar un personaje literario. Era un hombre rico o potencialmente rico, con aptitudes intelectuales, interesado por la moda y con mucha capacidad de relación. Siendo irlandés de origen, con la presión cultural y religiosa que conlleva, estalla frente a ella cuando viaja por Europa y se adentra en un mundo nada convencional.
– A través de las páginas de su libro es fácil caer en la nostalgia de una época no vivida.
– Y eso que yo soy reacio por concepto a la nostalgia. Pero al mismo tiempo soy víctima de ella porque adoro esa época, sus grupos, el arte, la moda… La nostalgia es un arma de doble filo, una fuente inagotable de literatura, de cine, de música, pero, al mismo tiempo, tiene un cierto peligro. En mi caso, yo nací en el 67. No conocí el Swinging London, pero nací en octubre de dicho año y la canción que da forma al libro, 'A day in the life', se grabó en Abbey Road en enero, es decir, nueve meses antes de que yo naciera. Con lo que tengo la fantasía de que fui engendrado en Bilbao, en Indautxu, al mismo tiempo que en Londres los Beatles tocaban los últimos acordes del tema.
– En cualquier caso, la escena londinense tenía también un reverso oscuro. Drogas, prostitución, todo tipo de excesos…
– En todas las historias del rock, el oropel, la fascinación del escenario, la fama y el divertimento aparecen siempre por delante. Pero en mi experiencia siempre hay un 'backstage' lleno de porquería, una historia por detrás que es bastante más oscura. El reverso de las drogas es clarísimo, tuvo cadáveres con nombre y apellidos. Es inevitable citar a Syd Barrett, un tipo con una creatividad y un talento fuera de toda duda que acabó absolutamente destrozado por las drogas y desapareció del panorama musical. Se convirtió en un desecho del Swinging London.
– En el plano musical, dibuja un retrato muy particular y cercano de Lennon y McCartney.
– Tara era amigo de McCartney, algo menos de John Lennon, y también de los Stones, sobre todo de Brian Jones. Esas amistades me han servido para traer a las páginas del libro a los tres músicos. Ponerles a hablar entre ellos, a contar cosas, a describir vivencias y relaciones ha sido una experiencia excitante para mí como escritor.
– El protagonista termina refiriéndose a Jones como un «chalado».
– Era una persona con talento pero tremendamente complicada en lo personal, incluso violento. Pegó a Anita Pallenberg y cuando se emborrachaba y se colocaba debía ser insufrible.
– Al menos las canciones de la época perduran, y con una magia especial.
– Muchas de ellas son eternas. Habré escuchado 'A day in the life' miles de veces y sigue emocionándome. Y con muchas otras canciones que salen en el libro. La música que se hizo en aquellos años caracteriza la época, pero al mismo tiempo es eterna.
– El gran misterio es por qué.
– Hay teorías al respecto. Estamos en el Reino Unido, que sufrió mucho la Segunda Guerra Mundial y estaba conectada de manera directa con los Estados Unidos. Entonces, en la posguerra se produce una simbiosis entre la necesidad y la posibilidad de acceder a un entorno musical que viene importado de América: la música negra, el blues, el jazz… Se produce una conexión mágica entre jóvenes ansiosos por hacer música y unos códigos que venían de América y que copiaron para mejorarlos.
– Todos comenzaron haciendo 'covers'.
– Claro. Tú piensas en los Stones y comenzaron como un grupo de versiones de blues, y las hacían muy bien. Pero en dos LPs ya empiezan a hacer un material propio que alucinas. En el caso de los Beatles, tocaban canciones de Chuck Berry, Little Richard, Gene Vincent… Pero enseguida empiezan con los temas propios. En resumen, es una combinación de influencias intensas y de un talento descomunal. Pensamos en Jagger y Richards, Lennon y McCartney, en Ray Davies o en Ronnie Lane y nos damos cuenta de que era una generación llena de personas con muchísima capacidad musical.
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