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Cuenta José E. Cabrero que se viven distinto las experiencias según se tenga un dispositivo móvil en la mano o no. Y lo cuenta en primera persona, porque ha sido uno de los afortunados que ha podido asistir al recital que el veterano Bob Dylan ... ofreció el martes en el Teatro del Generalife de Granada. Y lo del móvil no ha sido una excentricidad (acudir sin teléfono a un acto social hoy en día se ha convertido tristemente en eso) sino que es una de las exigencias que impone el artista estadounidense para todas sus actuaciones. Y lo que viene sucediendo en Granada y otros puntos donde Dylan ya ha actuado, volverá a ocurrir el próximo miércoles 21 de junio en Logroño, cuando el artista ofrezca su esperado recital. La experiencia completa, a continuación.
Fue, probablemente, el atardecer más hermoso que se ha visto nunca en los jardines del Generalife. El cielo de un azul eléctrico, atravesado por rayos de sol que parecían pintados por el mismo Sorolla. La luz, imponente, bañando la silueta de la Alhambra y el horizonte granadino. «Rediós, qué bonito», decían en el paseo, haciendo la visera con la mano y manteniendo la mirada largo rato. Sin prisa. Sin hacer nada más. Y ahí, precisamente en ese 'nada más', fue donde la escena parecía, de repente, ciencia-ficción: no había móviles. Ni una sola pantalla tomando la foto, grabando el vídeo, mandando whatsapps, contando en una story que estabas en el atardecer más bonito del mundo. Porque no, solo había ojos. «Rediós, qué bonito».
Una hora y media antes, la cola para entrar al concierto de Bob Dylan rodeaba las taquillas de la Alhambra. «Dijeron que era recomendable venir pronto, por lo del móvil», explicó Juanra, expectante. Fuera del recinto había varios guiris que suplicaban una entrada con carteles muy explícitos: «Suplico una entrada, por favor». En la puerta, al escanear el tíquet, los trabajadores invitaban al público a activar el modo avión o, mejor, apagar el móvil porque, cinco pasos después, había que entregar el aparato. Nadie se quedó con los móviles, claro. Pero su uso estaba totalmente restringido.
El sistema es bastante sencillo: una bolsa de tela gris, acolchada en su interior, con un cierre magnético muy parecido a los imanes que llevan las prendas de ropa en los centros comerciales. Una vez cerrado, los asistentes se adentraron en el recinto con su bolsita 'Yondr', la marca que gestiona este curioso modelo de espectáculos.
Diez pasos más allá, la pregunta se repetía de un lado a otro de la marabunta: «¿Qué hora es?». De repente, llevar reloj era un privilegio. Algunos, entre risas, se dieron cuenta de que habían cambiado sus bolsas sin querer. «O no, lo descubriremos cuando acabe el concierto», bromeaban. Pero la imagen, la escena que sin duda merecería haberse documentado desde lejos, como un experimento científico, sucedía en el paseo del Generalife, mientras atardecía sobre Granada. Sin fotos, la gente no tuvo más remedio que mirar sin prisa. Una mujer sacó una pequeña libreta y escribió sensaciones, «para no olvidar», dijo en inglés. Y en las mesitas, rodeados de cervezas, no hubo más remedio que hablar o callar, ambas opciones perfectamente válidas.
Media hora antes de que Bob Dylan subiera al escenario, el anuncio llegó por la megafonía: «Buenas noches. Está asistiendo a un concierto sin móviles. Su uso conllevará la expulsión inmediata del recinto», la amenaza, pronunciada con dulzura por una voz femenina, parecía sacada de un relato de 'Los juegos del hambre'. «Disfrute de esta vista única en el mundo en una noche inolvidable», añadió después. Y vaya si tenía razón.
Con el último «grano de arena» de Dylan, los 1.650 espectadores salieron en tropel por el paseo nocturno: fresco, bajo las estrellas, maravilloso. A mitad de camino, los encargados de Yondr quitaban los imanes a toda velocidad, con el mismo gesto mecánico que haría un dependiente en la caja del Zara. Tras rebasarlos, las lucecitas brotaban por todas partes, de mano en mano. Y las fotos, los vídeos, los mensajes y las stories salieron atropelladamente para todas partes.
Lo que pasa cuando apagas el móvil para ver a Bob Dylan en Granada es lo que tendría que pasar, al menos de vez en cuando, para disfrutar las cosas de verdad. Fue buena idea, lo del móvil.
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