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El poeta y director del Cervantes, durante su intervención. Justo Rodríguez
Palabras que importan
Futuro

Palabras que importan

J. Sainz

Logroño

Miércoles, 26 de octubre 2022, 23:54

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi. Sabina mataría por endecasílabos así para sus rimas, pero su amigo Luis se los ofrece gustoso. Ambos saben que, por más que sea la canción popular lo que fragua nuestra memoria sentimental, individual o colectiva, hay algo que no requiere más música que su propia desnudez: las palabras. «Palabras que importan para definir una cultura: madre, pecho, canciones, relatos...» Palabras como bien de primera necesidad, palabras como el aire que exigimos trece veces por minuto, como el pan, como el vino de la vida. Palabras que van y vienen de las voces a los libros, del silencio a los ecos, de las calles a los versos. Poesía de la experiencia lo llamaron en los ochenta: la otra sentimentalidad. Decir poeta granadino siempre es decir García Lorca y desde entonces además es decir García Montero. Federico y Luis, hermanos de leche y herederos de un legado de palabras: «El tiempo pasa y la lengua se hereda de palabra en palabra». Ya sé que otros poetas se visten de poeta –escribía entonces aquel joven discípulo de Alberti–, van a las oficinas del silencio, administran los bancos del fulgor, calculan con esencias los saldos de sus fondos interiores, son antorcha de reyes y de dioses o son lengua de infierno. Será que tienen alma. Yo me conformo con tenerte a ti y con tener conciencia. Con él y con otros como él, los poetas españoles dejaron de mirarse tanta alma y tanto ombligo sublimado, salieron a la calle y volvieron a coger el autobús. Y, solo en casos de emergencia, hasta llamaban un taxi.

«Otra vez un Quijote en la Meseta –no hace mucho Joaquín le cantó así–, geranio rojo contra flor de lis. ¡Al poder la poesía! ¡Los poetas al poder!» Y aunque la política no lo quiso, en cambio las letras sí. Ahora, director del Cervantes, la institución que custodia ese tesoro perteneciente a quinientos millones de personas, defensor del pueblo hablante en español, reivindica una sola cosa: las palabras.

Sabina y García Montero, con Alberti en los ochenta.

Los escritores, como sostiene Borges, ese ciego visionario, se dedican al oficio de cambiar en palabras nuestras vidas. Yconviene leerlas, como escribe Elvira Lindo que hay que hacerlo, desde niños hasta ser padres y abuelas: «Leer. Leer sin ganas. Leer por aburrimiento. Leer para no hacer ruido. Leer para dejar que papá duerma la siesta. Leer porque no te dejan poner la tele. Leer porque ya nadie quiere contarte un cuento. Leer porque te han castigado sin salir. Leer porque estás en la cama con fiebre. Leer porque estás solo. Leer porque quieres estar solo. Leer porque te sientes solo. Leerle para volver a vivir la infancia. Leerle por gusto. Ver cómo un hijo lee. Releer. Leer sólo lo que te gusta. Leer sólo aquello que te emocione. Leer por amor. Leer a su lado...»

Palabras como el aire que exigimos trece veces por minuto, como el pan, como el vino de la vida

Leer palabras, como las leía Don Quijote. Palabras, ideas, sueños... Decirlas, compartirlas, hablarlas. Salir a caballo a cometerlas... La palabra amor, la palabra tiempo, la palabra muerte. Yhacerlo honestamente. Si hoy se trata de que las máquinas hablen como personas, habrá que empezar por que las personas dejen de hablar como acémilas. Porque hay palabras más gastadas que neones de burdel de carretera; y entre las más hermosas, la palabra libertad. Sí, aún se sienten esta noche heridas de muerte esas palabras. Las palabras que de verdad importan.

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