Artista es una buena palabra. Tiene raíz profunda y, como toda planta, su propósito es crear y recrear para proporcionar frutos abundantes y diversos. Es además hermosa tanto en su forma escrita como en la que se pronuncia al viento. Y es una palabra generosa, ... pues, siendo claramente voz femenina, admite el género opuesto. También Rosa lo es; una palabra sabia, bella y abierta. De las que dicen flor queriendo decir mujer. Y viceversa.

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Rosa Castellot es ambas cosas. En un mundo ideal bastaría con llamarla únicamente artista, porque es una muy grande y al mismo tiempo muy humilde; las más sinceras y sorprendentes. Pero este mundo está tan lejos de ser ideal en tantos campos –algunos hoy en franco retroceso– que referirse a ella además como mujer no solo es necesario sino que no hacerlo sería traicionar el sobreesfuerzo que tantas mujeres han tenido y tienen que sumar a su talento solo por el hecho de serlo, o simplemente a su trabajo diario, para lograr el más que merecido reconocimiento. En un mundo ideal hablaría solo de sus dibujos, que elevan el dibujo a la mayor categoría plástica y expresiva; de sus paisajes, que llevan el paisaje natural a lo más hondo del paisaje interior; de su estilo elegante y evocador, que transmite tanta emoción con aparente sencillez técnica y economía de medios; de lo que de su carrera y de su obra trasciende, que son un ejemplo de coherencia y autenticidad que devuelve significado a la a menudo desgastada expresión del arte por el arte. En un mundo ideal hablaría además de su generoso magisterio, del poso indeleble que dejan las buenas maestras en el proceso de forjar, como en su caso, la vocación artística y de formar las capacidades para desarrollarla. En un mundo ideal hablaría, en fin, de la inspiradora labor creadora que junto a Félix Reyes ejerce desde Santa Lucía, un pueblo con un nombre tan acorde a quienes como ellos iluminan sin pretenderlo igual que un faro en la noche y que ha sido pionero con Arte en la tierra de iniciativas culturales, hoy emergentes, en la abandonada Rioja rural... De esas cosas hablaría en un mundo ideal.

Pero este es todavía solo el mundo real y hoy debo destacar que Rosa, no solo es artista, sino que es artista mujer; un escalón más alto y más complicado al que hay que subir para poder romper el techo de cristal o de lienzo que también existe todavía en el arte y la cultura, terreno que debería ser paradigma en igualdad, siendo, como es en otros y por naturaleza, rompedor y vanguardista.

Uno de los dibujos de Rosa Castellot apenas deja adivinar un paisaje brumoso, compuesto por un difuso grupo de árboles bajos y algo de maleza; sobre él, una larga lista de nombres de mujeres que parece no tener principio ni fin las reivindica a ellas, a las artistas: 'Que no queden sepultadas en la niebla del olvido' era el título de esa obra suya en una exposición sobre igualdad de género que reunía a profesores y exprofesores de la Escuela de Superior de Diseño. En él nos recuerda Rosa que el arte, como el amor, es una creación, no del hombre, sino de la humanidad. Como ella, todavía hay que seguir peleando, también con los lápices, para sacar el paisaje completo de la niebla.

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