«Un país democrático no podía tener a un genocida en un panteón rodeado de sus víctimas»

-No podemos evitar preguntarle sobre la reciente exhumación de Franco. Declaró que fue el día más feliz de su vida. ¿La considera necesaria, tardía, preferente...?

-Para mí, sí, el día de la exhumación de Franco fue de profunda felicidad: por mí, por España, por las víctimas de la dictadura y sus familias, por la humanidad. Un país democrático no podía seguir teniendo a un genocida en un panteón rodeado de sus víctimas. No era decente. ¿Llegó tarde la exhumación? Por supuesto. Se debió haberse llevado a cabo décadas atrás, pero había miedo, quizás cobardía. Ahora podemos respirar más libremente. Claro que hay quienes no lo entienden así.

-¿Le da la sensación que ha sido más polémica toda la previa que la exhumación en sí?

-Algo que debería de haber sido fácil, dada la decisión del Congreso, resultó todo lo contrario gracias a la malevolencia de la familia Franco y sus asesores. Si yo tuviera un genocida en mi familia no querría saber nada de él. De todas maneras, ahora que está fuera podemos empezar a pensar en qué hacer con el Valle de los Caídos. Hay que comenzar sacando a los todos los 'rojos' y devolviéndoles a su lugar de origen, del cual fueron sacados sin el permiso de sus familiares.

-¿Considera que, tras la exhumación de Franco, lo que queda es encontrar los restos de Lorca?

-Sí, me parece imprescindible seguir buscándolos. Como dijo el Papa hace poco, hablando con Jordi Évole: «Una sociedad no puede sonreír al futuro con sus muertos escondidos». Hay que buscar no solo al poeta sino a todos los desaparecidos de la dictadura, que suman, al parecer, unos 130.000.