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La literatura se hace de memoria; de la memoria personal del escritor y la referente a la vida colectiva, que no siempre coincide con la 'memoria oficial' de un país. Cuando se da, además, el caso de que esa 'memoria oficial' se halla aquejada de ... interesado dirigismo, la memoria del escritor no solo entra en abierto conflicto con aquella sino que se hace dramáticamente indispensable para responderla. Esta es la cuestión que planea sobre todas las novelas de Leonardo Padura y 'Personas decentes' no es una excepción.
Estamos en 2016, en vísperas de la visita de Obama a la isla, que se anunciaba como la apertura de una nueva era y que llegaba acompañada de un concierto de los Rolling Stones. La actuación de ese grupo musical no despierta en Mario Conde ni alegría ni ilusión. Lo que le trae a la memoria es un episodio de cuando tenía ocho o nueve años, el día en que su primo le descubrió a los Beatles, una revelación que el castrismo interpretaría como una amenaza de penetración ideológica del capitalismo. Es ese recuerdo ilustrativo de la represión cultural lo que le hace reaccionar con resentimiento frente al concierto de los Rolling, y decide no ir a verlos.
El contexto de tímido cambio político sirve de marco a la llamada telefónica que a Conde le hace un viejo colega, el teniente coronel Manuel Palacios, con el fin de requerir sus servicios en el esclarecimiento de un asesinato: el de Reynaldo Quevedo, un funcionario del régimen con una penosa actividad en los años 70 censurando, extorsionando y arruinando las vidas de los artistas y escritores al margen de las directrices de la Revolución.
De ese plano la novela pasa al de un pasado lejano, el de La Habana de inicios del siglo XX, y a la voz en primera persona de Arturo Saborit Amargó, un cubano de provincias que llegó con 22 años y un enchufe familiar para trabajar en el cuerpo policial, en el cual llegó pronto al puesto de inspector gracias a su azarosa amistad con Alberto Yarini, un mafioso de los negocios del juego y la prostitución con poder político que se disputaba el control en la isla con el proxeneta francés Louis Lotot. La muerte de estos dos últimos constituye un enigmas que se suma a los que se desatan en torno a los fastos del 2016.
La acción argumental va a oscilar entre la Cuba de ayer, que se llamó la Niza del Caribe, y la que presencia el final de la Era Castro. Pese a la abrumadora suma de coordenadas y género, esta es una de las novelas en las que el autor muestra un mejor estilo literario, quizá inspirado por el sentimiento de melancolía que preside muchas de sus páginas.
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