¿Cómo dar forma a la nada? se preguntó Picasso cuando le encargaron realizar un monumento en homenaje a su amigo y poeta Guillaume Apollinare tras su fallecimiento en 1918. Un desorientado Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mouguins 1973) pidió ayuda a su colega Julio González ( ... Barcelona, 1876-París, 1942) para abordar el encargo. Viejos amigos, sabía Picasso que como artesano y escultor González había investigando sobre la escultura metálica como evolución natural de su oficio de orfebre, y que su admirado colega –«en cuyas manos los metales se hacían dúctiles como la mantequilla»– le ayudara a hallar respuestas.
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Fue el principio de una fructífera amistad, con algunos altibajos, que cambió la historia de la escultura. La historiografía considera aquella colaboración entre ambos artistas como el momento en que se «inventa» la escultura abstracta en hierro y, por tanto, se introduce la abstracción en el territorio escultórico. La masa y volumen son sustituidos por composiciones de planos abiertos, nuevos materiales y técnicas, de mdodo y el vacío irrumpe como nuevo elemento definitorio de unas piezas desmaterializadas.
La muestra 'Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura' explora esa relación y ese fenómeno hasta el 8 de enero de 2023 en las salas de Fundación Mapfre de Madrid. Confronta la potente obra del genio malagueño con la no menos innovadora labor de su colega barcelonés. Es la primera de las casi cincuenta exposiciones programadas en el Año Picasso, que conmemora medio siglo de la muerte del artista más influyente del siglo XX.
Es, además, el último proyecto expositivo de Tomás Llorens, recordado historiador del arte, primer director del IVAM, exdirector del Reina Sofía y del Thyssen, y comisario de notables exposiciones. Falleció en junio de 1921, no pudo ver concluido un proyecto en el que trabajaba con su hijo Boye a quien cedió el testigo como comisario de la muestra.
Incluye en sus ocho secciones más de ciento setenta obras entre pinturas esculturas y dibujos. El grueso son de los dos genios españoles pero hay piezas de destacados artistas en los que Picasso y González influyeron o que les enseñaron a ellos, como Pablo Gargallo, Jacques Lipchizt, Ernesto Giacometti, Henri Laurens, Antoni Gaudí, Isidre Nonell o Joaquín Torres García.
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Parte la muestra revisando la colaboración entre Picasso y González de 1928 a 1932, cuando el malagueño obtiene el consejo y la técnica de su amigo catalán para abordar el homenaje a Apollinaire. Picasso pensó primero en hacer una jaula, pues como refiere Llorens en uno de sus escritos sobre este episodio, «las jaulas dan forma al aire y lo encierran sin encerrarlo, porque no hay nada más libre que el aire en una jaula».
La exposición plantea por primera vez la conexión Picasso-González como un hito crucial del arte del siglo XX. No como algo aislado y puntual, sino consecuencia de un proceso que se abre con ella y que «responde a un impulso de transparencia y desmaterialización que agitaba la creación artística de finales de los años veinte y comienzos de los treinta», según Tomás Llorens.
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Presenta el nacimiento de la escultura en hierro «como un largo proceso que se inició con la escultura cubista y que afectó en mayor o menor medida a distintos artistas en el París de la época». «Fue un desarrollo fruto del trabajo de creadores que colaboran entre sí que se inspiran unos en otros y que buscan a sí mismos su propia línea creativa», resume el comisario.
«Picasso no se come a González», asegura Nadia Arroyo, responsable de la programación de la Fundación Mapfre. Muy al contrario, «pone en valor la obra de González y muestra la trayectoria independiente del escultor con respecto a su colega». Y es que la desmaterialización de los volúmenes a la que alude el título de la muestra, la integración de espacios vacíos delimitados por líneas, «constituyen uno de los más importantes aportaciones de González a la escultura del siglo XX», según Boye Llorens.
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Entre las ciento setenta obras cedidas por grandes colecciones e instituciones, hay verdaderos hitos de la escultura moderna, como la primera versión de 'Femme au jardin' ('Mujer en el jardín') que Picasso realizó en colaboración con González.
Se abre la muestra con dos obras de Picasso en homenaje a González, tituladas ambas 'Cabeza de toro'. En una pintó el cráneo de una res, una 'Vanitas' barroca que está hoy en la Pinacoteca de Brera de Milán. En la otra ensambló un sillín y un manillar de una bicicleta oxidada para armar una icónica cabeza de toro, hoy en el Museo Picasso de París.
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Las trayectorias artísticas de Picasso y González fueron bastante diferentes aunque culturalmente próximas. Amigos desde la juventud, ambos vivieron en la Barcelona modernista al principio del siglo XX, trabajaron en París durante las tres primeras décadas, llevaron el dolor por la Guerra Civil a su obras y mantuvieron un vínculo que solo rompió la muerte de González en 1942.
La muestra tiene en cuenta esa formación e inquietudes comunes como el impacto que dejó en sus respectivos trabajos individuales. En el caso de González con su serie de esculturas desmaterializadas, una línea creativa que «le permite potenciar la fantasía y la imaginación como claves de su poética personal», según Llorens. En el de Picasso aprender las posibilidades del trabajo de esfuerzo de forja y la soldadura en hierro
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