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Miguel Falomir, director del Museo de Prado, lamenta la tibieza de la opinión pública a la hora de condenar los ataques al patrimonio artístico, como el que sufrieron 'Las majas' de Goya en su museo el pasado día 5 de noviembre, cuando dos 'ecoactivistas' se ... adhirieron a sus marcos. «Debían ser censurables desde el punto de vista de la opinión pública, y no veo que sea así», denunció Falomir este martes antes de la presentación en la pinacoteca del nuevo marco para 'Mercurio y Argos', una gran obra tardía de Velázquez que recupera su aspecto y composición originales gracias a una nueva moldura que ha costado 15.000 euros pagados mediante patrocinio privado.
Deja muy claro Falomir que el marco, dañado parcialmente en el ataque a 'Las majas', es «parte indisociable de la obra de arte», y que «dañarlo es dañarla». Lamenta, además, el director del Prado que desde los medios de comunicación se de pábulo a quienes atentan contra el arte. «Hay fenómenos que solo se han dado en España, el único país donde se ha entrevistado a los agresores en varios medios», denuncia. «Si esta gente actúa exclusivamente movida por la publicidad que obtienen con sus actos y somos el único país donde se les entrevista y se le dedican páginas y páginas en los diarios y espacios en la televisión, me parece que vamos por mal camino», asegura.
Los autores del ataque a 'Las majas' están en libertad con cargos y los responsables de Prado a la espera de que el juzgado número 29 de Madrid, el que instruye el caso, les llame a declarar. Se sabrá entonces si el propio museo se persona como acusación particular, si lo hace el Ministerio de Cultura o la Administración del Estado, o si se considera que actuación de la Fiscalía es suficiente. «Esperamos a que nos llame el juez. Cuando lo haga presentaremos todas nuestras alegaciones», reitera Falomir quien, con tono irónico, no descarta dejar los daños de los marcos sin reparar «de modo que quede un vestigio del ataque, como los balazos en el techo del Congreso que son testimonio del 23 F».
¿Se deberían endurecer las penas para estos atentados, como reclaman el PP o Ciudadanos, o imponer mayores multas a los agresores?. «Creo que la Ley, como está, es suficiente. Esto es un problema de opinión pública, insisto, y de demostrar que este no es el procedimiento para defender unas causas que pueden ser más o menos legítimas. Pero, desde luego, no tiene nada que ver con el arte, y no tiene que ser el patrimonio artístico de todos los españoles el que pague». «Supongo que la pena dependerá del grado de daño que se cause o del tipo de delito que se haya perpetrado, y eso corresponde a las autoridades judiciales calificarlo», señala Falomir.
Hay un informe, de momento interno, sobre los daños a los marcos de 'Las majas' y del que Falomir no ofrece detalles. «El daño que se ha hecho físicamente no es particularmente grave, pero evidentemente es muy grave desde otros puntos de vista. No todo se puede medir en términos estrictamente materiales», plantea el director del Prado. «Ha sido una agresión a una obra de arte, porque el marco es parte integral de la obra, que se compone de una pintura y su marco. En el momento en que se produce un ataque como ese, se agrede a todos los españoles, por que la obra es patrimonio de todos», agrega.
Cree, además, Falomir que los activistas confunden su objetivos. «Al señalar al arte como culpable, que es lo que se hace atacándolo en lugar de ir contra una gasolinera, lo que quizás tuviera más sentido, se está criminalizando a los museos y se criminaliza el arte. Eso es un daño enorme, probablemente mucho más grave que el que han sufrido puntualmente en los marcos», sostiene.
Unos daños que, a su juicio, no han sido mayores «gracias al protocolo de actuación del museo, que había contemplado antes de que ocurriera la posibilidad de que algún activista se pegara a los marcos». «Hicimos distintas prácticas y sabíamos que determinada crema (Nivea) era lo mejor para separarlos. En otros casos se habían utilizado disolventes más agresivos para despegar a los agresores, que suelen usar pegamento de cianocrilato, y que habrían dañado tanto la piel de los agresores como el propio marco», señala.
«Los museos son instituciones culturales de concordia, de paz, y una agresión de este tipo es muy fácil de realizar. Y también es bastante cobarde la actitud de estos agresores. Me parece que hay un daño que no sé si es mensurable solo judicialmente» concluye Falomir.
'Mercurio y Argos', una de las últimas obras que pintó Velázquez, se expone ya con el nuevo marco que oculta los añadidos realizados en el siglo XVIII sobre el lienzo original y que muestra la composición tal y como la concibió el maestro. El artesano José Manuel García ha fabricado un nuevo marco de color negro, ribeteado con perlas y bizcochos cubiertos de pan de oro de 23 y quilates tres cuartos que ha costado 15.000 euros.
Ha sido posible gracias al proyecto Enmarcando el Prado, a la sociedad American Friends of the Prado Museum, y al patrocinio de la Fundación American Express. Una iniciativa que ya mejoró los marcos de 'Las hilanderas' de Velázquez, 'Hipomenes y Atalanta', de Guido Reni, y las 'Tablas del Maestro de Sopetrán'.
'Mercurio y Argos' se creó para decorar el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid, de cuyo pavoroso incendio de salvó. En el siglo XVIII se le añadió una banda de unos 25 centímetros en su extremo superior, y otra más estrecha, de 10 centímetros, en el inferior. Esta operación, que se repitió en varias obras destinadas a decorar el recién construido Palacio de Oriente, adecuaba las dimensiones al nuevo contexto decorativo. Pero en el caso de 'Mercurio y Argos' «alteró la lectura formal de la composición, cuyos personajes invadían de manera más decidida el primer plano. Incluso alguno se proyectaba hacia el espacio del espectador, como ocurre con Argos, cuya rodilla rebasa el espacio ilusorio del lienzo», explica el conservador Javier Portús.
Gema García Torres, responsable de los marcos del Prado, estudió diversos modelos de época para optar por reproducir un marco español de finales del siglo XVI y mediados del XVII, tomando como modelo el de 'El caballero de la mano en el pecho' del Greco. «Una moldura sobria y elegante que encaja en época y estilo con la pintura, a la vez que enmascara en su interior los añadidos», dice.
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