Ópera

El proyecto lo inició Rolf Liebarmann, director de la Ópera de París, con la intención de desenmascarar la exigencia operística de su capa elitista. Pretendía rebajar la pátina intelectual y acercar la suma de todas las artes escénicas concentradas en la ópera a la gente de a pie gracias al lenguaje cinematográfico. Para este fin eligió una obra de las dimensiones de 'Don Giovanni' y el libreto escrito por Lorenzo Da Ponte.

Dos disciplinas artísticas tan antitéticas necesitaban un cineasta cuajado y de sensibilidad musical. Tras el rechazo del joven realizador francés Patrice Chéreau, el encargo cayó en manos del veterano Losey, que se metió en la boca del lobo. Pronto comenzó a conocer las dificultades de la producción y los recelos de los cantantes.

El autor de 'Accidente', incómodo con el bel canto, trató de encontrar el estilo más adecuado para las peculiaridades líricas del texto. Corrigió la pose enfática de los actores y se atrevió a pedirles actuación. Se ganó la enemistad de casi todos ellos pero respetó sus registros canoros con largas tomas recogiendo la desenvoltura de sus arias.

La película se rodó en la zona del Veneto, su presupuesto se disparó a los 32 millones de francos y se estrenó a finales del 79 ante la indiferencia del público. No funcionó la idea, de hecho, el rodaje de óperas, fuera del marco de teatro filmado, son rarezas; pero Losey, firme en sus decisiones, se esforzó (y lo consiguió) en explorar a través del montaje un ritmo, al menos, cinematográfico.