Pedro Almodóvar
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Pedro Almodóvar
Todo está en los libros, decían las 'Vainca Doble'. Y Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949) admite que todo, o casi todo su cine está en sus cuentos. En los doce relatos que ahora reúne en 'El último sueño' (Reservoir Books) y en los muchos ... que siguen inéditos. No ha escrito su biografía ni ha dejado que la escriba nadie, pero asegura que estos cuentos son «una autobiografía fragmentada». Con 73 años cumplidos y una media sonrisa, reconoce que jamás se ha sentido cómodo en su piel, lo que no quiere decir que haya sido infeliz. Como Buñuel es «ateo gracias a Dios» y explica que le aterraron los muchos casos de abusos infantiles perpetrados por sacerdotes que conoció en su infancia.
Quiso ser escritor desde niño y en 1979, antes de 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón', tenia ya su álter ego literario, la actriz de fotonovelas porno Patty Diphusa que le permitió desbarrar en unos tiempos salvajes. Hoy el cineasta manchego está de vuelta de todos sus excesos y muestra otro tono vital más calmado y reflexivo.
'El último sueño' abarca historias de finales de los sesenta hasta hoy. «Son lo más parecido a una autobiografía que escribiré», dice el cineasta en el despacho de su productora El Deseo, donde guarda más de un centenar de relatos inéditos y sus trofeos cnematográficos. De no huir de su pueblo en la adolescencia «me habría suicidado o acabado en la cárcel», exagera. Huyó luego de lo que los demás querían que fuera, «como un empleado de banca o de Telefónica».
«Huir ha formado parte de la vida. Tienes que tomar decisiones y la de dejar mi pueblo fue determinante. Mi padre me amenazó con mandarme a la Guardia Civil y fue la única vez que discutimos. Pero él y mi madre vieron tal determinación que prefirieron no evitarlo», rememora. Llegó al Madrid del cine y el teatro «donde uno podía llevar su vida y descubrir que no era único en el mundo». Todo cambió y explotó. Llegaron las drogas y los 'pasotes' de Almodóvar y McNamara con canciones como 'Quiero ser mamá' «por la que hoy seríamos crucificados además de cancelados».
«Mi vida no es una huida continua -aclara-, pero en momentos puntuales he debido plantarme y jugar a las cartas solo para ganar. Las pocas veces que lo hice me salió bien», se felicita. «Como director debí huir de cosas que no quería hacer aún necesitando dinero», dice.
«Nunca he estado a gusto en mi piel. No sé lo que es eso. He tenido momentos de felicidad, pero desde que fui adulto, pensé que la felicidad era otra cosa», reconoce con pocas ganas de mirar atrás. «Estar vivo es soportar el paso del tiempo, a lo que soy muy sensible. Me va bien. No tengo enfermedades salvo algún achaque. Si consiguiera engañarme y tener algún credo, algún tipo de fe, sería más feliz. Pero me da miedo la muerte. Es algo que no ha aceptado todavía, y ya va siendo hora», se sincera. «Me aterra ver que cada vez tengo menos tiempo para vivir y menos películas para hacer», lamenta.
La escritura fue y es para Almodóvar una tabla de salvación, un arma poderosa que le permite una dulce venganza. Con la maquina de escribir Olivetti que su madre le regaló a los diez años y desde la que fue construyendo sus mundos alternativos, se sentía empoderado. «Nadie sabía que iba a escribir todos los días. Cuando escribes o diriges emerge un poder fabuloso. Puedes imponer tu propia visión del mundo, tu mentalidad. Lo hice con esa Olivetti durante muchos años y luego con la cámara. Es un enorme regalo que tus fantasías tomen vida y las veas crecer», se ufana
De seguir en su pueblo «hubiera muerto de inanición intelectual» reitera. Era un bicho raro y así se lo hacían sentir también en los colegios de salesianos y franciscanos por los que pasó y donde los abusos eran el pan de cada día. «Aquellos colegios era como un 'Gran Hermano' a los bestia» asegura. «No sufrí abusos, pero sentí una constante amenaza y conocí a muchas víctimas», relata. «Estuve interno tres años y nos contábamos todo. Éramos críos de nueve o diez años y había un montón de casos. Uno de los curas llegó a tal cantidad de abusos que lo mandaron a otro colegio con alumnos de 18 años», rememora.
Aquella situación le aterró. «Tuve pesadillas y recuerdo atravesar pasillos corriendo con miedo», dice. «La costumbre de los salesianos era que les besaras la mano en el recreo, algo que yo evitaba. Pero uno me tenía echado el ojo, me cogía la mano y no me la soltaba. No diré que eso sea un abuso, pero para un crío era un gesto de enorme violencia» señala.
Aquella «mala educación» la alejó pronto de la religión. «De niño ya me hacía preguntas como qué hacemos, quienes somos y dónde vamos. Comprendí que la fe era un don que no tenía y los curas se empeño en enseñarme lo contrario, así que me hice ateo a los pocos meses de estar en el colegio, y puedo decir, como Buñuel, que lo soy gracia a Dios». «No he escrito relato anticlericales, pero sí en contra de lo que me enseñaron en esos colegios», concluye.
Cree Pedro Almodóvar que afloran en España menos casos que en otros países «porque somos muy pudorosos y no se habla de un tema tan espinosos». Está seguro de que todos cuantos hayan estudiado en colegios religiosos «conocerán un montón de casos, pero no podemos esperar que la Iglesia los purgue e pronto», se duele.
Por contra, dice no haber estado «presente» ante un caso de violencia sexual en el cine y no haber conocido a ningún director que haya abusado sexualmente dentro de la industria. «No conozco a ningún director que haya abusado de su poder en el cine, aunque es verdad que es muy fácil abusar sin que parezca abuso». «No sé si tanto en América como aquí, pero los direrectos son una especie de dios que pueden enmascarar cualquier indicación que se dé al equipo con algún deseo oscuro, porque nadie tiene el derecho a decirle que no», ha explicado.
Distinta es así la situación en Hollywood, «donde hay mucho más poder», y estalló el caso de Harvey Weinstein, «que distribuyó dos de mis películas». «Ahí sí que tienen que mirar qué ocurre, porque nunca he visto tanto poder, y sobre todo tanta manifestación de poder», señala. pero afortunadamente existe el 'MeToo', y está bien que se haya ido ampliando a todos los aspectos sociales.
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