A Ramón Barea -73 años, barba hirsuta, las cejas de un samurai furioso- le pillamos barriendo los pelos del gato, que atiende al nombre de 'Mica' y que se ha revelado como el mejor antídoto contra el estrés. «Cuando estoy nervioso, ella se estira y ... bosteza», dice, como quien reflexiona sobre lo fútil de la condición humana. Quizá por eso espera tranquilo la celebración de los Goya -aspira a uno al mejor actor de reparto por 'Cinco lobitos'-, mientras ensaya una obra de teatro basada en la trilogía 'La lucha por la vida' de Baroja, que estrenará el 17 de febrero en el Arriaga de Bilbao y que luego paseará por España. «Yo hago al protagonista y aparte dirijo, desgraciado de mí. Es que no aprendo».
Lunes
7.00 horas. Me levanto porque la gata no me deja en paz. Me sigue por la casa, se sienta a mi lado, recoge las bolas de papel que le tiro... Parece un perro. Yo no era mucho de gatos, la verdad; los asociaba a los del patio de mi infancia, auténticas fieras que lo rompían todo y le robaban las croquetas a mi madre. El caso es que mi hija me dejó el suyo porque se lo llenaba todo de pelo... y cuando se murió lo pasé fatal. No sé si es la edad o qué demonios, pero la necesito a mi lado.
9.15 horas. Ensayamos en Bilborock, muy cerca de casa, lo que permite ir dando un paseo por la ría. Estamos con 'La lucha por la vida', un texto grandote de Baroja -tres libros concentrados- con un innegable aliento teatral. La obra, que ahora dura tres horas pero que acabaremos reduciendo a dos o poco más, contiene muchas escenas que te atrapan: la descripción y los personajes de la pensión de Doña Casiana, una especie de corrida de toros bien resulta en el escenario, una especie de vodevil con una marquesa, una coronela, un falso hijo... Lo repetimos una y otra vez, pero todo es muy divertido porque siempre hay alguna sorpresa.
Martes
7.15 horas. Soy de ducha, la bañera es casi una celebración. Ahora que lo pienso, ya no queda tiempo para esas cosas. Con el desayuno no me complico: un café recién hecho con leche de esa de arroz y una tostada con aceite o, si decido saltarme el régimen, margarina. El ejercicio físico que hago se reduce a la bici estática que entró en casa durante la pandemia y a la que mi compañera, Irene, le saca chispas. Bueno, eso y el meneo de los ensayos, que es un no parar.
14.30 horas. Hoy hemos estado ensayando desde el comienzo: lo primero que suena es el canto de un grillo y un parlamento que interpreto yo. Un ensayo no es duro, porque siempre resulta gozoso, pero sí intenso. Hemos conseguido -y lo digo así, porque son 60 microescenas- llegar al final del texto, ensayar toda la obra. Falta vestuario, todavía está en hilvanes, pero montada en definitiva. Y un sentimiento de euforia ha recorrido a todo el equipo.
15.30 horas. Soy cocinillas, pero a nivel básico. La tortilla de patatas me sale bien, pero preparar alubias o lentejas en la olla exprés tampoco lo considero un mérito. Irene se da más maña, hoy a puesto un arroz con brócoli y un pollo marinado preparado como en pinchos morunos. Soy un poco soso, lo reconozco, quizá por tradición familiar. En mi casa todos trabajaban y mi madre tenía que salir disparada a la escuela, así que la comida nunca ha sido un acontecimiento gozoso. Vamos, que comías porque si no te mueres de hambre. Y siempre con agua, entonces y ahora.
Miércoles
12.00 horas. Hacemos un descanso rápido, para el café y un pitillo el que fume. Y vuelta a la carga. Mi hermano Pedro me vacila con que posiblemente he hecho todos los papeles de uniformado. Sacerdote, policía, soldado, guardia civil... Seguro que influyó el bigote que gastaba entonces. Creo que todo empezó cuando de pequeño iba de monaguillo. Mi primer escenario fue el altar mayor de la parroquia.
21.00 horas. Nunca he tenido representante, ni me he esmerado especialmente, quizá porque venía del teatro y este es menos glamuroso y más inseguro, no digamos ya si hablamos del independientes (fundó dos compañías, 'Cómicos de la legua' y 'Karraka'). También porque el ritmo es distinto y a menudo se trabaja más en precario. Y es cierto que no he parado, pero la iniciativa por lo general partía de otros. No sé si llamarlo falta de ambición o qué, pero el caso es que para mí lo verdaderamente gratificante ha sido, más allá de los papeles que me ha tocado interpretar, saltar del cine a la tele y de ésta al teatro, prácticamente sin solución de continuidad.
24.30 horas. Soy incapaz de leer en la cama, antes acabo en el ordenador. No soy tuitero, pero sí muy activo en Facebook , que me tomo casi casi como una labor de oficina. Continuamente doy noticias de las actuaciones y de novedades en 'Pabellón 6', una asociación local de creadores de artes escénicas.
Jueves
14.35 horas. La pandemia ha desplomado la asistencia a los cines (espero que eso cambie) y disparado todo lo audiovisual en casa. Pero no ocurre lo mismo con el teatro, ¡se está llenando! Muy poco fuste tiene que tener lo que programas para que no haya meneo. El público de teatro conserva todavía ese deseo de compartir, de estar con gente, la proximidad que brinda la butaca... La magia perdura.
21.45 horas. Como además de en la Academia de Artes Escénicas estoy en la de Cine, me estoy pegando un atracón de pelis, porque ahora toca votar los Goya. ¡Menudo papelón este año, con la cosecha que hay de títulos! 'Alcarrás' -me sorprendió mucho-, 'La Maternal' -un cine social, profundo y femenino, muy interesante-, 'As bestas', que está Luis Zahera formidable, se nota que le han dado cuartelillo y que está en la gloria. Y por supuesto, 'Cinco lobitos', que he visto un montón de veces y me sigue emocionando. Ojalá premiaran a la directora, a Laura Ruiz de Azúa.
Viernes
16.30 horas. Después de comer me echo una cabezada, 20 minutos y me levanto perfectamente. La siesta debería ser obligatoria. Me voy con Irene a dar un paseo, hoy toca de Las Arenas a Neguri, con parada en algún velador para tomar un café. Así rompemos la rutina de mañanas de ensayos y tardes viendo películas. También voy por el Casco Viejo de Bilbao, un territorio que a veces no reconozco. Rememoro la alcantarilla donde jugaba a los 'iturris', la zapatería de 'Paca y Luz', la tienda de 'Encajeros', la barbería donde me decían que sería torero porque gastaba coleta... Paisajes de la infancia.
18.45 horas. Me gusta ser independiente y eso lo he trasladado al oficio. Estoy a gusto en grupo, sin necesidad de recurrir a la autoridad, lo que me ha llevado a volcarme en proyectos con los que no tenía nada que ganar. Paso mucho tiempo pensando en plural, porque me gusta el espíritu de gremio.
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