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Domingo, 16 de junio 2019, 12:09
Domingo Escudero era el jefe del servicio de Neurología del Hospital Can Ruti de Badalona cuando empezó a sentirse mal. Tenía fiebre y fuertes dolores de cabeza y, como experto en el cerebro humano, relacionó sus síntomas con una reciente excursión al campo y apuntó en un papel: encefalitis por picadura de garrapata. Pocos días después, atacó a sus compañeros de trabajo y tuvo que ser reducido y atado con una camisa de fuerza en la unidad de Psiquiatría: había sufrido un brote psicótico. Salió de allí con un tratamiento para el trastorno bipolar con el que no estaba de acuerdo y le costó un año recuperarse y regresar al trabajo. Hasta que en 2009 acudió a una conferencia del doctor Josep Dalmau, un colega que trabaja a caballo entre Estados Unidos y España, sobre una enfermedad que acababa de descubrir: la encefalitis antirreceptores NMDA, que no está causada por una infección externa, como sospechaba Escudero, sino por el sistema inmunitario del enfermo. Los episodios de rabia, agresividad extrema, contorsiones faciales y corporales casi imposibles y deterioro del lenguaje que antiguamente se consideraban 'posesiones demoniacas' -como la de la niña de 'El exorcista'- eran, en realidad, una enfermedad tratable y curable en un 80% de los casos. Pese a ello, Domingo tuvo dos brotes más, en 2011 y 2014.
Con la perspectiva que da el tiempo, admite que nadie tuvo la culpa del error de su diagnóstico -su enfermedad no estaba en los libros-, pero a veces echa de menos que algún colega hubiera admitido lo difícil que fue su caso. La enfermedad le ha hecho más consciente de cómo se sienten los enfermos en la sanidad pública: perdidos. «Hoy en día si veo una persona por el pasillo del hospital, desorientada con un papel en la mano, la acompaño hasta donde tenga que ir y pierdo diez minutos charlando con ella», explica.
Cada una de las recuperaciones ha sido una odisea y le ha pasado factura, pero Domingo no se queja. «Desde el punto de vista funcional me he curado al 100%», afirma. Ahora es el 'embajador' de esta enfermedad -rara, pero no tanto, una entre cien mil personas- en el Hospital Clínico de Barcelona, donde utiliza su doble condición para hacer de enlace entre el equipo de Dalmau y neurólogos de todo el mundo que envían suero y líquido cefalorraquídeo de sus pacientes para realizar el diagnóstico. Ya son miles los que se han beneficiado de este descubrimiento. «Estoy en contacto con asociaciones de pacientes de Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. El Clínico es de referencia para esta patología no solo en España, sino en el mundo. Me encuentro bien con lo que hago», afirma.
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