Fiorella Faltoyano
La entrevista ·
«Hemos llegado al absurdo de convertirlo todo en espectáculo», dice la intérprete, que dirigirá un corto sobre uno de sus cuentosFiorella Faltoyano
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«Hemos llegado al absurdo de convertirlo todo en espectáculo», dice la intérprete, que dirigirá un corto sobre uno de sus cuentosFiorella Faltoyano (Málaga, 1949), una de las actrices con más larga y prestigiosa trayectoria en el cine, el teatro y la TV, confiesa que no posa bien. Una cosa es interpretar un papel, decir unas frases ante la cámara o frente al público, y otra ... estar quieta y callada, siendo ella misma fuera de un contexto narrativo, asegura. Lo hace casi como pidiendo disculpas mientras sigue con la mirada el bullicio desatado por Coco, su perro, ante el ir y venir de Virginia Carrasco haciendo su trabajo.
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Faltoyano, intérprete imprescindible de los años en que TVE programaba títulos de Shakespeare, Calderón, Chéjov, Pérez Galdós, Lope, Molière o Ibsen, y la Elena de la que se enamoró media España en 'Asignatura pendiente', ha sido también productora y ha escrito un libro de relatos ( 'El ojo de la cerradura') de uno de los cuales filmará como directora un cortometraje, aunque antes rodará una serie para la pequeña pantalla. Y hace una década publicó sus memorias ('Aprobé en septiembre'), donde se detenía en la indagación que la llevó a conocer quién era su padre, tantos años después. «Escribir un libro fue como acudir al psiquiatra, al que nunca fui».
- Actriz de teatro, cine y TV, productora, escritora, ahora directora. Es quizá la mujer más polifacética del audiovisual español.
- Me ha quedado el circo (ríe). No, lo que pasa es que son muchos años, soy mayor y empecé muy joven. Entonces no sabía si podría hacer una carrera, pero he tenido suerte y tesón y soy atrevida. Donde tengo una trayectoria más interesante es en la TV aunque quizá no sea lo más valorado. En ese medio sí que hay pocas que hayan hecho tantas cosas. He querido probarlo todo y divertirme.
- Para las actrices de su generación, los modelos eran María Fernanda Ladrón de Guevara o Conchita Montes. ¿Qué cree que piensan de usted las actrices jóvenes de hoy?
- Voy a serle muy sincera: creo que no saben ni quién soy. Habrá excepciones, claro, pero ahora se observa un gran desinterés por lo que vino antes, por lo que no es estricta actualidad. Y eso pese a que yo sigo trabajando, no estoy retirada, como puede suceder con otras actrices. No lo digo como una crítica porque de la misma forma que cuando yo tenía 20 años no se trabajaba como lo hacían las de 60, ahora ha habido otro salto y no sé si tenemos algo que enseñar a los jóvenes.
- Cuando usted comenzó había intérpretes cuyas simpatías por la izquierda o la derecha eran conocidas sin que eso generara rechazo de los aficionados. ¿En qué momento el cine español comenzó a ser antipático por su politización de cara a un grupo no menor de espectadores?
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- Como diría Vargas Llosa, en qué momento se jodió el Perú. Cuando yo comenzaba, convivía con naturalidad gente significada de la izquierda con otra que era simpatizante del régimen. Había una tolerancia implícita. Yo no tenía una conciencia política muy fuerte, quizá porque no había estado en la Universidad. Y había estudiado con una mujer genial y de derechas.
- Quizá es que no había bandos.
- No había bandos ni desprecio de unos a otros por razones políticas o culturales. Había admiración mutua. Por volver a lo de antes, no sé cuándo se jodió el Perú, pero está muy jodido.
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- Eso es algo que no pasa en otros lugares. En EE UU los actores son mayoritariamente de izquierdas pero jamás dirá nadie una palabra negativa de Clint Eastwood, conocido simpatizante republicano.
- Aquí somos incapaces de disociar la ideología política de alguien de su obra, y negamos el pan y la sal a quienes piensan diferente. Nos hemos polarizado tanto que no vemos los méritos de alguien que no piensa como tú.
- Hablemos del paso del tiempo. Envejecer es muy duro, ha dicho. ¿Lo es más para quien ha tenido la suerte de poseer una belleza notable?
- Cuando escribí mis memorias, a los 63 años, dije que el tiempo es como la comida: te alimenta o te envenena. Yo creía que me alimentaba. Diez años después lo veo como una faena. Pierdes confianza en ti misma, temes a la cámara, a no poder hacer bien una escena por no estar en plenitud. Creo que un 70% de las veces que me han llamado para un papel, al margen de que pensaran que podía abordarlo, lo han hecho por mi físico…
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- ¿Un 70%?
- Sí. Y cuando envejeces, piensas: pues si ya no soy guapa y no me valoran por mi talento… A mí no me importa hacer de anciana si el papel tiene contenido. Pero confieso que es duro y hace que te preguntes qué necesidad tienes de salir en pantalla con las vejeces puestas y sin un gran personaje que defender. Me importa más mi opinión sobre mí misma que la del público. El peor juez es uno mismo.
- Usted tenía además un asunto pendiente respecto de su origen que no ha resuelto hasta hace algo más de diez años: la certeza de quién era su padre. ¿Algo así es un alivio o un dolor adicional y sin embargo necesario?
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- Pasé una infancia y adolescencia horrorosas de las que intenté huir en cuanto puede salir de Málaga. Durante años guardé en el cajón de atrás algo que creía superado, pero no era cierto. Hasta que murió la persona con la que había construido mi vida (José Luis Tafur) y me di cuenta de que todo volvía porque no se había resuelto. Luego se dieron algunas casualidades para escribir y publicar las memorias. Escribir fue el psiquiatra al que nunca fui y me sentó maravillosamente. Fue una confesión, una liberación. También fue muy consolador saber que había otras personas en situaciones parecidas, que no era algo que me hubiera pasado solo a mí.
- Siempre o casi siempre ha hecho papeles de mujer elegante. Usted, que se confiesa bastante rústica. ¿Qué le parece la reclamación por algunos sectores de que ciertos papeles se reserven para intérpretes de determinadas características?
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- Estoy fuera de lo políticamente correcto. No me gusta. Me he hinchado a hacer reinas, duquesas, mujeres finas… Es muy fácil para un responsable de 'casting' contratar a quien ya está etiquetado. Cuando empecé no me daban papeles de 'chachas', como se decía entonces, y en cambio había actrices a quienes le daban todos esos papeles y habrían hecho otros estupendamente. A mí, que no soy coja, me encantaría hacer de coja. Interpretar es jugar a ser lo que no eres, parecer algo diferente a lo que uno es. Los jóvenes actores lo tienen complicado y eso que son una generación culta, preparada y capaz.
- Ahora que vivimos rodeados de cámaras, ¿todos somos a nuestra manera intérpretes?
- Como decía Fernando Fernán Gómez, a todo el mundo le gustaría ser actor. Pero el público sabe quién lo es, distingue a un actor de un 'influencer'. Eso no significa que alguno no tenga su minuto, o su cuarto de hora, de gloria. Forma parte de ese absurdo al que hemos llegado al convertirlo todo en espectáculo.
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- ¿Y salir del papel? ¿Tan importante es saber salir como saber entrar en él?
- No soy capaz de prescindir de la vida real. Incluso en los papeles más difíciles siempre he disociado el papel de la realidad. Cuando baja el telón o se apagan las luces del estudio eso se ha acabado. Creo que lo de tener problemas para salir de un papel es algo que suelen reconocer más los actores del Método. Un actor está siempre muy expuesto.
- ¿En qué sentido?
- En el de que, sobre todo en el cine, es poco dueño de su trabajo. Si el director no tiene la mirada que él necesita y la capacidad para transmitir su idea de lo que debe ser la interpretación, ese intérprete está vendido.
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- Usted va a dirigir ahora.
- Creo que voy a saber decir las cosas como yo esperaba que me las dijeran.
- Tuvo la suerte de trabajar en una TV donde se programaban obras de Shakespeare, Lope, Molière, Buero Vallejo, Balzac, Dostoievski, Chéjov, Calderón y otros grandes. Eso no se podía comparar con papeles en películas puramente comerciales. Pero nada de eso existe ahora.
- No añoramos el franquismo, en absoluto, pero sí una TV pública que era de verdad un servicio público pese a sus muchas carencias. Dejando a un lado los informativos, en lo cultural aquella TV tenía otra concepción. La gente veía lo que le echaban porque solo había una cadena, pero lo que le echaban estaba muy bien. La TV pública debería dar otros contenidos, elevar el listón. ¿Dónde están series como 'La Regenta' o 'Los jinetes del alba'? Desde hace veinte años, la TV pública compite con las privadas, y esa no es su función.
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- Después de hacer obras de autores tan relevantes como los citados, y permítame el juego fácil, ¿tiene alguna asignatura pendiente, algún gran papel que le hubiese gustado hacer?
- Se lo voy a contar. Yo había leído 'La Regenta' con 17 o 18 años y había soñado con hacer de Ana Ozores. Cuando me llamó Fernando Méndez Leite, a quien yo entonces apenas conocía (es su pareja actual), para participar en la serie y me ofreció hacer de Visita, pensé «pues voy a hacer 'La Regenta', aunque no sea el papel de Ana».
- Una colega suya dijo una vez que hubiese sido un sueño que le ofrecieran hacer 'Los puentes de Madison'… ¿No le habría gustado?
- Se lo dieron a Meryl Streep, que es justo de mi edad (sonríe). Si cuando llegas a estos años puedes hacer los trabajos que hace ella, te preocupas menos por las arrugas. Por eso a veces proyectas retirarte pero luego te queda la duda… ¿Y si ahora me ofrecen justo ese papel soñado?
- Mientras llega ese momento de la retirada ha publicado un libro de relatos y además va a dirigir un corto a partir de uno de ellos. ¿Escribir, construir personajes literarios, está emparentado con interpretarlos?
- Lo que más me divierte precisamente es la construcción de personajes. Cuando haces uno para el cine o el teatro partes de muy pocos datos, de unas páginas de guión. El libro ha sido como la revancha, la posibilidad de dotarlos de una historia. Son tareas emparentadas, claro. Siempre me ha gustado la posibilidad de jugar a no ser tú, de ser otras personas; por eso me cabrea cuando me piden repetir un mismo perfil, un mismo cliché. Cuando más necesitas ser actor es cuando lo estás pasando mal, tanto espiritual como físicamente. Yo he llegado al teatro con un trancazo y casi 40 de fiebre y durante las dos horas que he estado en el escenario no he tosido ni una vez.
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- Después de interpretar tantos clásicos, ¿no ha usado nunca una frase de esos textos para contestar a alguien en una situación incómoda?
- No, pero porque he olvidado mis diálogos en cuanto he terminado la función. Aunque quizá estén en alguna parte y si tuviera que volver a hacer el papel aflorara todo eso. Pero es que, como le decía antes, cuando termino el trabajo cierro la puerta.
- Usted juega al póker y ha dicho que es el único juego en el que puedes perder con buenas cartas y ganar con malas. Vamos, que es como la vida misma.
- Aún más. Puedes perder jugando muy bien y ganar haciéndolo muy mal. Como la vida misma, sí. La suerte es fundamental. Una buena cabeza influye mucho en el desarrollo de una carrera, pero hay gente valiosísima con mala suerte.
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