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... Después de acumular tanta mentira, ahora confieso/ que nunca llamé a las cosas por su nombre,/ que nunca me atreví a hablar de mi incapacidad para el amor,/ ni del estúpido miedo que tengo de mí mismo,/ni de que no tengo la menor idea de dónde estoy parado,/ de que nunca he sido suficientemente leal con mis amigos,/ de que –a pesar de tanto lloriqueo– no tengo la menor idea de lo que es un hermano,/ de que la apatía se apoderó de mí desde hace tiempos,/ de que ya creo que tengo callo en el alma/ y de que estoy por creer que estas enfermedades que la poesía no curó/ tampoco son un inequívoco signo/ de la pretendida lucidez de los poetas.
En 'Tratado de retórica',
de Darío Jaramillo
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