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Impresionante improvisador, que desafiaba los oídos con sus dominantes y acechaba las diatónicas con una rapidez de metralla, el saxofonista Bob Sands se ha marchado con 55 años y deja su jazz indeleble. Junto a su técnica tenía también algo de la suavidad de ... Ben Webster, que acariciaba la nota en delicados temas que no necesitaban el vértigo para calar en los huesos, una faceta de su personalidad musical que relucía sobre todo en pequeños formatos, como el cuarteto. En las 'jam sessions' podía rendir tributo a Coltrane o a Lester Young, y ceder el paso a la trompeta con el listón a alturas estratosféricas.
Padre de familia, Sands nació en Nueva York (EE UU) en 1966 y recaló en Madrid en 1992 por una temporada que se alargó hasta el punto final. Se ganó la vida con la música, sin vender millones de copias y sin llenar grandes plazas, pero sí desde la sabiduría del que recorre escenarios a los que se rinden los oyentes de jazz (y se aburren con sus móviles los demás). Aportó profundidad a la música de otros (quizás el peor obituario sea recordar que tocó con Sabina) y compartió sus conocimientos como docente. «Profesor free lance» se hacía llamar, aunque pasó por varias escuelas como la de Música Creativa madrileña hasta Musikene, el conservatorio del País Vasco, siempre en materias como la armonía y la improvisación en el terreno del género que abrazó desde su juventud.
También compositor y autor de un gran álbum titulado 'Out and about' (2013), se formó como músico en los ochenta en Eastman School of Music y Manhattan School of Music (ambas en Estados Unidos). «El grupo pequeño me aporta libertad, mientras que la big band me da fuerza y miles de sonoridades», dijo en una de sus pocas entrevistas. Ejecutor también de la flauta y el clarinete, tocó con genios como Dizzy Gillespie, Gerri Mulligan o Paquito D'Rivera. Se acoplaba como uno más a las big band, un formato en el que se sentía cómodo. Fundó una, que lleva su nombre, Bob Sands Big Band, su verdadero legado.
Sabedor del tempo y el silencio con los que tejía texturas en los standars, Sands falleció el lunes 28 de junio en Madrid, al ritmo cruento de un cáncer que mermó, como hace implacable la enfermedad, sus recursos. «Le impide seguir trabajando», explicaban en una campaña de recogida de fondos. «Esto le imposibilita llevar una vida digna dada la precariedad intrínseca al oficio de músico de Jazz en España y la falta total de subsidio que le apoye para afrontar un futuro incierto».
Como pocos, Sands tuvo, antes de irse, el gusto de atestiguar la admiración y el cariño del público y varios de sus colegas (encabezados por Jorge Pardo), cuando le rindieron un homenaje en vida, en un concierto en Madrid hace pocas semanas. Sands era parte de esa tribu de músicos extraordinarios asentados en una ciudad que va cercando a la vieja guardia del jazz.
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