El verano de las tormentas
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Penélope Trip: PolitomaníaPara un coleccionista sin colección, cómo llega un disco a su estantería es a veces más valioso que el propio disco. Repaso los vinilos y sin necesidad de poner la aguja sobre el surco ya están diciendo cosas. Al pasar la mano por el lomo ... del Politomía de Penélope Trip (Munster, 1992) me susurra que lo compré en la tercera edición de Benicassim. El FIB aún no era el evento de dimensiones cósmicas en que ha acabado convirtiéndose y se celebraba en el velódromo del pueblo. Con unos amigos diseñamos un plan imperfecto: viajar cinco desde Logroño hasta Castellón dentro de un AX rojo con 48 grados en el termómetro, plantar la tienda de campaña, atiborrarnos de conciertos y exudar en la playa por la mañana los excesos de la noche.
La música resultó que se derramaba más allá del escenario principal y la carpa donde los dijeis recibían la madrugada. El guitarrista que el día anterior había reventado al público se arrastraba a la mañana siguiente por la arena con las gafas de sol puestas. Junto a las duchas del camping, un grupo improvisado le daba a la guitarra y los bongos. En cada tasca del pueblo sonaba el último disco de la última revelación indie y hasta en la heladería donde echábamos la siesta porque sólo allí había aire acondicionado mezclaban el after eight con Radio 3. Aquella tierra prometida estaba también repleta de puestos donde las discográficas vendían su material. En la de Munster compré tres vinilos. Entre ellos, el de Penélope Trip. Había leído más sobre la banda que escuchado sus canciones, pero llevándomelo completaba una oferta de 3x1. Dejé el paquete en el maletero del coche y nos fuimos a la última jornada de nuestro primer festival grande.
Para saber lo que pasó esa tarde-noche hay que acudir a los anales de la meteorología. Mientras tocaban Urusei Yatsura descargó la madre de todos los aguaceros. Las primeras gotas mutaron en una plancha infinita de agua, el escenario empezó a agitarse como una torre de Lego. A la legión que en esos momentos asistíamos al concierto nos dio igual. Hasta resultaba muy cool bailar sobre una riada que ya llegaba hasta las rodillas cuando empezaron a saltar las primeras chispas y la organización puso el punto y final con urgencia. Cuando cesó la lluvia apareció el desastre. Casi todas las tiendas de campaña (incluida la nuestra) se habían arrancado de cuajo y los coches flotaban entre el barro como chalupas de papel. Cuando dimos con el nuestro, abrí el maletero. Los discos estaban indemnes. Con toda la ropa mojada pero los vinilos secos volvimos a casa.
Cada vez que escucho ahora Politomanía suena como la metáfora de aquellos días. Una avalancha de emociones a ritmo sincopado, con melodías tan sucias como brillantes. Aquellas ganas compulsivas de ser quien sabías que nunca serías y cantar arrastrando las palabras en el inglés que no tenías ni idea de hablar. Sabor a azufre y sal. El verano que cayó la primera tormenta. No era ruido; sólo noise.
Dedicado a: David, Óscar y Victuro
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