Tomatito deja en Logroño un pedazo de leyenda
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Jueves Flamencos en el Teatro BretónJONÁS SAINZ
Viernes, 26 de enero 2024, 11:19
La noche era de luna y Logroño se puso flamenca para tocarle palmas. El rito lo oficiaba José Fernández Torres 'Tomatito' y el Teatro Bretón, que es como decir la ciudad que escucha todo lo que pasa y todo lo que queda, se volcó con ... aire de fiesta del sur y velada grande en el norte. Son esos contados Jueves Flamencos del año que relucen más que el sol y ahí estaba el maestro de La Chanca para dejar la fecha marcada.
La popularidad de Tomatito arrastra al gran público y no incomoda al aficionado. En él se juntan la tradición de una saga de grandes guitarristas que va desde su abuelo, Miguel Tomate, su padre y su tío, el legendario Niño Miguel, a su hijo, José del Tomate, que la continúa a su lado con toda dignidad, y esa modernidad que ya no es tal, porque tiene más de cuarenta años, pero que en su día revolucionó el flamenco con un mesías al frente llamado Camarón de la Isla.
Allí estaba en el 79, casi un muchacho, cuando una tribu de locos le pegó fuego a los cánones con 'La leyenda del tiempo'. Ya entonces él parecía el ancla de sensatez que necesitaban los Amador y Veneno, pero todo lo absorbía con los ojos abiertos como platos y todo lo metía en su guitarra a través de esas manos prodigiosas adiestradas en la calle y en las tabernas del arte jondo. Con el tiempo, eso que va con el sueño flotando como un velero, Tomatito dejó de ser tocaor acompañante, nada menos que el del inigualable José Monge Cruz, y pasó a guitarrista de concierto con el legado de los sabios y el estigma de los valientes.
De ambas cosas hubo muestras en su recital de Logroño; un paseo por su música, lo llama él sin darle más importancia, siempre modesto, siempre sereno, como si hablase de salir a ver el campo y las ovejas en su finca de Almería: cabalmente hubo rondeñas, bulerías, tangos, rumbas y alegrías. Todo acompañado por un cuarteto excepcional.
Y hubo también esas otras perlas que le pertenecen por derecho y que por igual motivo espera el público en sus conciertos: de cuando hizo jazz con el pianista Michel Camilo, la balada de amor de la película 'Too much' tocada a dos guitarras con su hijo José y dedicada a Paco de Lucía, el más grande, e incluyendo como tributo de discípulo una línea melódica de 'Entre dos aguas'.
Y de cuando 'La leyenda del tiempo' se convirtió en disco de culto, ese casi religioso momento de homenaje a Camarón cantado por colleras por los formidables Morenito de Íllora y Kiki Cortiñas. Si el uno es bueno el otro es mejor y viceversa. Espectacular también en la percusión Israel Suárez 'Piraña', que se lució especialmente en la tormenta rítmica que cerraba el tema iniciado con ese otro recuerdo de cuando Tomatito hizo clásica su guitarra con el fragmento del célebre adagio del 'Concierto de Aranjuez' de Rodrigo.
Curiosamente, el único momento estrictamente solista lo cedió el padre al hijo para homenajear al tío abuelo con esa preciosa zambra moruna que pasa de un Tomate a otro y consolida la estirpe. Esa parece ahora la labor de José Fernández Ruiz, ser puente de un legado auténtico y, al mismo tiempo, río largo de caudal muy hondo. El toque rotundo, poderoso y acompasado de Tomatito suena ahora más calmado y más sabio, enriquecido por esos otros aromas que trae la corriente. En Logroño dejó en su superficie ese brillo de otras lunas. Y un pedazo de leyenda.
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