Los tesoros del rap buscan dueño

Los amantes del hip hop podrán adquirir trajes, joyas u otras obras de varios artistas. Pero los grandes reclamos implican a Lesane Parish Crooks (Tupac) y Christopher Wallace (Notorious o Biggie). Del primero, se podrán adquirir una colección de 22 cartas y mensajes de amor dirigidas a Kathy Loy, una novia de juventud.

Son 42 páginas en donde Tupac demuestra su enamoramiento y sus inseguridades. «Te amo ahora más que nunca, así que perdóname por continuar. Te amo, hermosa. ¿Aún me amas?», escribe. «Con todo mi corazón, Tupac Shakur», firma. «¿Me llamarás esta noche a las 11:40? Solo para verificar que estoy bien», reclama el rapero en una postdata. El precio estimado de venta de las cartas oscila entre los 60.000 y los 80.000 dólares (50.000-67.000 euros).

Pero la joya de la subasta es, curiosamente, una pieza de plástico que se puede adquirir en cualquier tienda de baratillo. El 6 de marzo de 1997, Biggie se sometía a una sesión fotográfica con Barron Claiborne. De esa jornada de trabajo salió la imagen icónica del rapero: un primer plano, fondo rojo y una corona ladeada en la cabeza. Tres días después, fallecía en un hospital de la megalópolis californiana.

«La imagen transformó a Biggie en una figura aristocrática o santa, inmortalizada para siempre no solo como el rey de Nueva York, sino como un rey de la música hip hop y uno de los más grandes artistas de todos los tiempos», explica Claiborne, que después de 23 años en su posesión decidió venderla. Precio estimado: entre 200.000 y 300.000 dólares (167.000-251.000 euros).

«No estamos tanto vendiendo el objeto en sí, sino la historia que hay detrás», explicó Cassandra Hatton, especialista de Sotheby's a cargo de esta subasta que podría convertirse en un evento anual. «Es algo que todos reconocemos. Solo necesitas decir la corona de Biggie», aseguró a AFP. «Incluso mi abuela sabe qué es la corona de Biggie», remachó. Además, parte de las ganancias de esta subasta se destinarán a obras caritativas. Otra de las características es que son los propios artistas y sus herederos -y no los coleccionistas- los que ponen en subasta estos objetos.