Información publicada tras el accidente de 'Parálisis Permanente' en Alfaro. L.R.

El día en que el punk español murió en Alfaro

Ana Curra actuará en La Rioja casi cuarenta años después de ese 14 de mayo de 1983, cuando Eduardo Benavente, cantante de Parálisis Permanente, perdía la vida en un accidente en La Rioja

Víctor Soto

Logroño

Miércoles, 11 de enero 2023, 13:44

El 14 de mayo de 1983, un Seat Ronda con los miembros de Parálisis Permanente a bordo se salía de la carretera en Alfaro. Lluvia, viento, una curva, vueltas de campana y un accidente mortal que truncaría la vida de una de los llamados a ... convertirse en icono del panorama musical español. Eduardo Benavente, de apenas veinte años, se dejaba la vida en esa cuneta cuando el grupo se desplazaba desde León a Zaragoza para protagonizar otro concierto.

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Casi 40 años después, Ana Curra, teclista de la banda y pareja de Eduardo, que ese 14 de mayo de 1983 conducía el Seat Ronda, volverá a La Rioja para actuar. Una gran alegría para los aficionados a la música y un buen momento para recordar a Eduardo Benavente, que murió como un James Dean castizo, viviendo joven y rápidamente, dejando para la posteridad un bonito cadáver artístico formado por un elepé ('El acto') y un par de epés con 'Parálisis permanente', además de varias creaciones con 'Alaska y los Pegamoides'.

Una actitud y un puñado de canciones que se vieron truncadas en el kilómetro 197 de la autopista A-68 cuando el grupo giraba por toda España arrasando y llevando esa 'Movida' a toda España, pero una 'Movida' mucho más oscura, visceral y anglosajona. «Encerrado en mi casa,/todo me da igual/ya no necesito a nadie/no saldré jamás», cantaba Benavente en 'Autosuficiencia'.

Las vértebras de Eduardo Benavente se rompieron y, con ellas, la columna vertebral de la escena que pudo haber sido y nunca fue. Porque a Benavente se le comparó con David Bowie o con Robert Smith, pero él siempre fue un chico bien de Madrid que, en apenas un lustro, abrió una vía nueva a la creación, utilizando el sexo, el delirio o el miedo como leit motiv de su obra, como recuerdan Pedro Munster y Aníbal J. Clar en el libro «Eduardo Benavente. El genio detrás de la cortina».

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