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Son las orquestas populares los herederos de aquellos cómicos de la legua, nómadas del Siglo de Oro español que actuaban lo mismo en pequeños pueblos que en capitales, adonde se desplazaban a pie, a caballo o en carromato. Ahora que el cuento ha cambiado, Caperucita, se lanza a las carreteras en tráileres de 30 metros que esconden en sus fauces escenarios descomunales que se despliegan como cajas de herramientas llenas de equipos de música, de luz y de sonido. Les recorre un frenesí que crece conforme se acerca el verano, alimentado por el parón de dos años que supuso la pandemia, hambrientos del aplauso del público y necesitados de unos ingresos que cambien, por fin, el signo de sus balances.
Josu González, socio propietario de Panorama, referente indiscutible del circuito nacional, calcula que serán 300 orquestas sólo en Galicia y más de 800 en el conjunto del país, aunque no hay consenso sobre las cifras. En lo que todos coinciden, sin embargo, es en su enorme poder de convocatoria, ya sea en un 'prau', la plaza mayor o un albero taurino. Un fenómeno social que no distingue edades, tan consustancial a las fiestas como el santo patrón que las convoca y alimentado por «ese afán de tener un festejo mejor que la aldea o la pedanía de al lado», aunque eso signifique no reparar en gastos.
Los pontevedreses estuvieron hace una semana en Loiu, localidad vizcaína de 2.363 vecinos. Allí reunieron a 15.000 personas en torno a un espectáculo de cuatro horas sobre un escenario con cien mil vatios de sonido, 200 cabezas móviles para la iluminación y un fondo de pantalla de 300 metros cuadrados. Nada que envidiar a los Rolling. Venían de actuar la víspera en Unquera (Cantabria) y al día siguiente, domingo, les esperaban en San Fernando de Henares (Madrid). El lunes, después de descansar «poco y mal», que diría Miguel Ríos, actuaron en Cuenca y al día siguiente en Guadalajara.
Paco Muñoz Grupo Titánic (Valencia)
José Antonio San Millán Empresario (Palencia)
Si le sumamos el regreso a Caldas de Reis, donde tienen la base de operaciones, son más de 2.000 kilómetros en seis días. Un aperitivo de lo que les espera esta temporada, cuyo inicio se retrasó a abril debido al covid. Han atado ya 160 galas que les llevarán a recorrer 65.000 kilómetros de aquí a noviembre. Por el sur hasta Roquetas de Mar; por el este, a Barcelona. Su caché, traguen saliva, está sujeto a la tiranía del calendario: entre 20.000 y 30.000 euros. Oferta y demanda, lo llaman.
Las cifras de Panorama marcan el techo de la horquilla, pero dan una idea del tirón de un negocio que llega al último rincón de la geografía española. En Palencia, José Antonio San Millán enfrenta una logística de pesadilla para sacarles chispas a sus tres orquestas: Versus, La Resistencia y La Fórmula, esta última con cuatro tráileres, un autobús y 29 trabajadores, de los que 17 son músicos y el resto montadores, técnicos o chóferes. «Cuatro horas para montar, otras tantas de actuación... la gente tiene que descansar. 300 kilómetros entre una actuación y otra, ese es el límite», se planta. La lista de compromisos, dice el gerente, no está aún cerrada. «Los ayuntamientos contratan con más tiempo, pero las comisiones de fiestas tratan de apurar porque el gasto es grande y la decisión, difícil», arguye.
¿Cuál es la clave de su éxito? Repertorios frescos y dinámicos, montajes espectaculares, interacción con el público y, los más audaces, hasta números circenses. Ana Belén García, propietaria con sus hermanos de la orquesta asturiana Waykas y antes guitarrista, lleva ligada a un escenario desde los 15 años y las ha visto de todos los colores. Lo suyo, dice, es «una batalla contrarreloj», pendientes siempre de llegar a la siguiente cita, sobreponiéndose a averías, pinchazos en ruta, extravíos con el GPS, pueblos que se llaman igual... El show, pase lo que pase, debe continuar.
En Levante, las orquestas son también el perejil de todas las salsas, aunque allí no se estilen los camiones escenario y prefieran levantar sus plataformas en plazas y alberos, incluso en recintos cerrados. También se estila versionar temas y hasta hacer 'mixes' de 15 minutos al estilo de 'La Década Prodigiosa'. Lo sabe muy bien Paco Muñoz, dueño del Grupo Titánic, que reúne a la orquesta del mismo nombre -este 2022 cumple 20 años-, a No Comment y a Tallarina On Tour, la fórmula 'macrodiscomóvil' que triunfa en la Comunidad Valenciana.
Josu González Dueño de Panorama (Pontevedra)
José Antonio Blas Gerente París de Noia (A Coruña)
La pandemia ha hecho estragos en el sector y endeudado a todas las empresas sin excepción, obligándolas a sumergirse en un marasmo de ERTEs, de créditos ICO, de préstamos con que pagar las cuotas del que habían solicitado cuando decidieron hacer inversiones ante un 2020 que suponían prometedor y que terminó convirtiéndose en un cadalso. Semejante berenjenal ha obligado a las orquestas a ensayar soluciones imaginativas y mostrar cintura, explica Raúl Hernández, gerente de RH Group, oficina de representación con 45 formaciones en catálogo. Desde trabajar para las televisiones locales hasta organizar musicales, actuaciones de magos, food trucks o parques infantiles.
«Totem, Anaconda... Muchos compañeros se han quedado en el camino», dice Hernández mientras busca cerrar contratos para Remix en Bizkaia, Soria o Palencia. «La juventud quiere fiestas de pueblo», resume. «Ahora toca devolver mucho dinero y agarrarse los machos -abunda San Millán-. ¿Cómo? Minimizando gastos, optimizando desplazamientos -y más con la subida de los combustibles-, prorrogando créditos... Ingeniería fiscal, vamos. Nos esperan tres años morrocotudos», resopla.
Otra de las consecuencias del parón ha sido el desmembramiento de los equipos técnicos y artísticos, con cantantes metidos a peluqueros o fichando por un resort, como le ocurrió al 'triunfito' Reke en Cartagena. «No es lo mismo sustituir al reponedor de un 'súper' que a un especialista en luz y sonido, al montador acostumbrado a trabajar bajo presión o a un bajo con años de conservatorio. Un personal cualificado y, ojo, con vocación -precisa Josu González-, porque nadie aguanta un ritmo tan exigente si no lleva el gusanillo dentro».
Vocación. Que se lo digan a José Antonio Blas, gerente de París de Noia, en el podio de las formaciones más exitosas y sin duda de las más longevas (fundada en 1957); un espectáculo muy visual con performances, coreografías, malabares, acróbatas... Ha sido su cantante durante 40 años (se retiró en 2021). «Mi primer tema fue 'Atrévete', de El Puma, figúrate, en una fiesta cerca de Corcubión». Por aquel entonces iban de pueblo en pueblo con dos furgonetas y lo mismo cantaba 'Los Pajaritos' que montaba los bafles. «Ahora todo está muy profesionalizado. Con cuatro tráileres, un escenario de 32 metros de largo, 19 artistas y 200 m2 de pantallas de alta definición, necesitas diez montadores. Esto no se improvisa».
800 Hay disparidad sobre el número de orquestas, aunque Galicia es con unas 300 la que más formaciones moviliza. El resto operan sobre todo en Castilla y León, el Cantábrico y Levante.
30.000 euros llega a cobrar por gala la orquesta Panorama, reina indiscutible del circuito de trailers escenario, aunque las hay, más modestas, que actúan por 5.000. El precio depende de las fechas, de si coincide con un festejo, del desplazamiento...
1957 Fecha de fundación de París de Noia, una de las orquestas más longevas del panorama musical. Moviliza cuatro tráileres, un autobús y 34 trabajadores entre artistas (19), técnicos, montadores y chóferes.
Blas se ríe cuando le preguntan por cuál va a ser la canción del verano. «Eso se acabó con Georgie Dann o King África. Spotify o YouTube marcan ahora la tendencia: hoy es 'El Pepas' de Farruko, mañana 'Después de la playa', de Bad Bunny, el otro 'SloMo' de Chanel...». «La gente lo que quiere es divertirse, tiene mono de juerga», añade David Requejado, guitarra y cantante de La Resistencia, acostumbrado a que su repertorio incluya los temas del momento, pero también canciones de toda la vida.
«Te comes la cabeza y al final lo que te piden, lo que nunca falla, es 'Eva María se fue', 'Un rayo de sol', 'Aserejé, 'Macarena'...». Tiene 34 años, pero ha pasado tantos en la carretera que podría escribir un libro de anécdotas. Como aquella vez que fueron a Tudela de Veguín, el pueblo de Tino Casal. «Los vecinos querían una canción del ídolo local y no teníamos ninguna suya en el repertorio, así que en un aparte tuvimos que aprendernos la letra de un tema y armar la melodía. La reacción del público fue increíble». O aquella otra en que se vino arriba, se lanzó sobre la multitud en plan Lenny Kravitz... y acabó en el hospital después de estrellarse contra el suelo. «Menos mal que fue al final de la gala». Buena señal si le quedan ganas de bromear.
El público es para todos ellos fuente inagotable de satisfacciones, su razón de ser. También de malos ratos. «Es lo que pasa cuando trabajas de madrugada y la gente va pasada de tragos», desliza David, que todavía recuerda cuando a unos chavales se les fue la pinza e intentaron cortarles los cables de graves. O aquella otra vez que varias cuadrillas se pusieron violentas, «y allí estábamos nosotros, en medio del monte, sin Policía ni nada». Todos saben lo que significa embridar a ese caballo desbocado que es la multitud cuando tira vasos, le da por quemar toldos o cortarlos, orina donde no debe o derrama un cubata sobre la mesa de monitores. Definitivamente, los hay que no miden.
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