El legado de Antonio Gades, el bailarín que no creía en el duende, sigue vivo

También probó suerte en el toreo, una aventura efímera. En realidad nunca llegó a matar un toro porque estaba de suplente. Lo dejó porque un mal golpe de cuerno le podía dejar maltrecho para la danza. Si alguna vez se jugó la vida delante de algún astado, el mismo riesgo puso con el baile. «Trabajó de mozo en el diario 'Abc' y pronto descubrió el arte de la fotografía, lo que le permitió comprender la importancia del plano y la iluminación. Entró en la danza de forma accidental», subraya María Esteve, presidenta de la fundación e hija de Gades.

Chico de barrio pobre, pagó sus primeras clases de baile en una academia con la maestra Palitos. Con los años fue depurando su estilo. Aprendió de los grandes maestros, el arte de la escuela bolera de Alberto Lorca, el zapateado con El Estampío, la farruca con El Gato o la jota aragonesa con Pedro Azorín. Creía que eso de la inspiración y el duende era un cuento chino.

Quizá le sonaran las tripas por el poco alimento y el mucho trabajo, pero lo que es seguro es que bailaba con las entrañas. En eso están de acuerdo su hija María, su viuda, Eugenia Euriz, y la directora artística de la compañía Antonio Gades, Stella Arauzo, tres mujeres que mantienen vivo el legado del maestro.

La danza de Antonio Esteve Ródenas, por todos conocido como Antonio Gades (1936-2004), era visceral, telúrica, enraizada en el sentimiento, sin dejar de lado la técnica. La compañía de Gades, creada en 1963 con apenas cinco bailarines, cumple 60 años con ganas y espíritu de seguir adelante.

Seis décadas después, el elenco, ahora con 29 bailarines, cuenta con un repertorio de lujo en el que se incluyen 'Carmen', 'Fuenteovejuna', 'Bodas de sangre', 'Suite flamenca' y 'Fuego (El amor brujo)', entre otras coreografías. 'Bodas de sangre', obra basada en el texto de García Lorca, sigue siendo un ballet imperecedero. Va a cumplir medio siglo y lo hace sin achaques.

En abril de 1974 se puso en pie esta obra. Sin saberlo, Gades marcó un hito: «'Bodas de sangre' es a la danza lo que el 'Guernica' a la pintura», dice Euriz, directora general de la fundación que lleva el nombre del artista. Gades puso todo su empeño en pulir cada movimiento, en medir cada paso y cada gesto. «Hizo una coreografía para que la pudiera bailar cualquier bailarín, no solo los de danza española», apunta Euriz. No en balde, «se trata de un título que figura en el repertorio del Ballet Nacional de Cuba desde hace tiempo y ha sido interpretado también por otras compañías clásicas», alega Euriz con motivo de la representación hoy del ballet junto a 'Suite flamenca' en el Cuartel de Conde Duque, dentro de la programación de los Veranos de la Villa de Madrid.

Para Stella Arauzo, el estilo de Gades nace en el estómago. «Las nuevas generaciones de bailarines vienen con ilusión, una técnica excelente y una gran verborrea de pasos. Pero he de recordarles siempre la esencialidad del baile, que con un brazo se tiene que contar una emoción, y con un movimiento de cabeza un sentimiento».

Cuenta Esteve que su padre era un perfeccionista exasperado. Sufría y disfrutaba con la danza a partes iguales. En los momentos de desesperación, se le caía el pelo a mechones. «Él siempre iba a la emoción de las personas, a lo que no se dice con las palabras».