Javier Limón (Madrid, 1973), compositor, productor y guitarrista especializado en flamenco, jazz, latin jazz y músicas del mundo. Ha compuesto y producido para artistas tan diversos como Paco de Lucía, Caetano Veloso, Sabina, Alicia Keys, Andrés Calamaro, Diego El Cigala, Tom Harrell... Tiene en su ... haber, entre otros reconocimientos, once Latin Grammys y más de veinte discos de oro y platino. Actualmente combina sus actividades como director del Berklee Latino y el Instituto de Músicas del Mediterráneo del Berklee College of Music con la dirección de su propio sello discográfico y productora audiovisual: Casa Limón. Acaba de publicar una delicia: 'Limón. Memorias de un productor musical' (Debate). Hace amigos por donde quiera que va. La entrevista es en Cartagena, donde acudió al Festival La Mar de Músicas 2022.
– ¿Qué niño fue usted?
– No era bueno en deportes, pero tenía muchísima imaginación. Soy músico, pero no creo que hubiera sido infeliz dedicándome a otra cosa o llevando otro tipo de vida. Sé llevarme bien con la vida.
– ¿Qué es el arte?
– El arte es el humilde intento del ser humano por ordenar el mundo con cierta belleza y emoción. Un mono puede tocar las campanas y un robot lanzar cubos de pintura al azar sobre un lienzo, pero lo que el hombre puede hacer es ordenar los colores, los sonidos, las palabras... de una manera que pueda generar emoción y belleza. El arte es de las cosas más humanas que nos quedan.
– ¿Le gusta ser ordenado?
– Me gusta ordenar los ingredientes cuando cocino, el tiempo disponible, las palabras hermosas, los sonidos..., y en ese proceso de creación constante me siento a gusto. Nunca escucho mis discos, lo que me gusta es estar creando constantemente, aunque sea un arroz con secreto ibérico de Huelva.
– ¿Lo esencial qué es?
– Me tomo igual dar una clase a cinco chavales que hablar para veinte mil personas. Me da igual tener delante a una persona que a diez mil. El respeto al prójimo es esencial para el artista.
Desterrar la envidia
– ¿Qué le marco?
– Yo era un niño muy feliz; la muerte de mi padre fue un golpe durísimo. El miedo a la muerte se acentúa..., y me di de bruces con el mundo, con la realidad, que no son ni buenos ni malos, son el mundo y la realidad. Y, sobre todo, me di cuenta del pedazo de padre que tenía: majo, divertido, simpático, ilusionante... Tenía 36 años, era muy buena persona y lo quería todo el mundo. Pero ya no estaba.
– ¿Qué tuvo que aprender?
– A pasar página. Recuerdo que las semanas siguientes a fallecer mi padre yo tenía un montón de fotos suyas en la mesilla, y un día vino mi madre, me las quito todas y me dijo: 'Ya está'. Mi madre es un bicho [risas], una mujer de mucho nivel. También me dijo: 'No va a venir a ayudarnos nadie'. Y así fue. Eran diez hermanos por parte de mi madre, y cinco por parte de mi padre, pero no vino nadie a ayudarnos; nos quedamos solos mi madre, mis dos hermanos y yo. Desde que murió mi padre hasta que fui a Estados Unidos a estudiar, creamos unos vínculos muy fuertes entre nosotros. Y aprendí a salir adelante. De hecho, me considero una persona muy feliz y extremadamente optimista, incluso puede que me pase de entusiasta.
– ¿Alegría qué le provoca?
– Entre otras cosas, el éxito de otros; me alegro cuando veo que a alguien le salen bien las cosas. Hace ya tiempo, a lo mejor me daba como envidia, '¿por qué a él sí y a mí no?'. Pero con los años me he reconciliado con mis ambiciones, con las que he cubierto y con las que no, y de todo ello he aprendido. A mí me encantaría haber producido a Rosalía, por ejemplo, claro que sí, pero no ha sido el caso y estoy muy feliz por ella, que es muy amiga.
– ¿Qué tiene Rosalía?
– Tres cosas; la más importante de todas, con diferencia, es que no para de currar todo el tiempo. Segunda: es una gran 'influencer', su mayor éxito no es musical, es como 'influencer'. Y tercera: canta realmente muy bien, por supuesto, aunque a mí me guste más, por ejemplo, Remedios Amaya. Y además es culta, guapa y divertida.
– ¿A usted qué artistas le han influido más?
– Paco de Lucía, Enrique Morente y Bebo Valdés, mucho más mayores que yo, me marcaron en todos los aspectos: en la manera de ser, en el sentido del humor, en todo. También hay tres amigos míos, con los que convivo mucho, que me hacen sentir muy afortunado: Alejandro Sanz, con el que estoy haciendo ahora un villancico; Jorge Drexler y el contrabajista Avishai Cohen, que para mí es el mejor músico del mundo. Y tengo la suerte de estar trabajando con mucho talento joven en Casa Limón.
– ¿Nostálgico?
– No, para nada, yo he escrito este libro para poder olvidarme de todo. El pasado no tiene ningún valor para mí, lo digo de corazón. A mí lo que me importa es el hoy y el mañana. Voy a cumplir 49 años, y tal y como va la medicina y con suerte, a mí me pueden quedar casi treinta años de vida. Estoy muy en relación con Manuel Alejandro, que es un tipo listo, guapo, que compone que te cagas y tiene 90 años. ¿Y si él puede por qué yo no? [Risas] Me quedan muchos años de carrera, y yo no quiero dedicarme a hacer versiones de 'Lágrimas negras'. No, no, yo quiero encontrar nuevos sonidos y nuevos talentos.
– ¿Es un buen momento para la música?
– La música está mejor que nunca ahora mismo, jamás se ha escuchado tanta música como ahora. Ahora mismo escucha música todo el mundo y todo el rato, todo el mundo lleva en el bolsillo todas las canciones de la Historia de la Humanidad. Imagínese lo que es eso para la música, teniendo además en cuenta que en un móvil con unos buenos cascos la escuchas al máximo nivel. Y en cuanto a nivel artístico, a calidad, creo que no es el peor de los momentos. A mí me encanta, por ejemplo, Billie Eilish.
– ¿El reguetón qué?
– El reguetón es una música que, en general, me parece muy mala. Sus letras a mí no me gustan, pero seamos sinceros: 'mami qué será lo que tiene el negro', 'vaya, vaya, aquí no hay playa' o 'tengo un tractor amarillo, que es lo que se lleva ahora', tampoco es que fueran versos de Góngora. Mala música siempre ha habido y siempre la habrá, igual que mala comida, mala literatura, mal cine y mal de todo. Tú me puedes decir que te gusta más el contrachapado que el ébano o la caoba, pero no me puedes decir que tiene más calidad el contrachapado.
«¿Maluma? No he oído nada»
– Maluma.
– No me va a creer lo que le voy a decir, pero yo he escuchado su nombre, pero ni una puta canción suya. Siempre he pensado que el arte y la música deben tener calidad. El otro día fui a comprarme, para tenerlos en la casita del pueblo, libros de Góngora, García Lorca, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez y María Zambrano. La calidad es lo que lleva a la permanencia de la obras. Entiendo que hay quienes lo que quieren es llegar a mucha gente rápidamente, pero a mí me vale más que dentro de 40 años alguien esté escuchando un disco mío, que el hecho de que ahora mismo suene en los 40 Principales y lo cante todo el mundo.
– ¿Con qué hay que llevar cuidado?
– Con la globalización, en el sentido de no perder la autenticidad ni la raíz de donde uno viene. Habría que evitar que esto de que todos estemos conectados con todos ahora mismo nos estandarice demasiado. ¡El enemigo es el móvil! Si yo pudiera, cogería el móvil y lo tiraría al mar, pero hoy en día para no tener móvil hay que ser muy, muy millonario.
– España.
– Es donde mejor se vive del mundo, eso es indudable. Un país seguro, donde una niña de 13 años puede ir andando un martes a las tres de la madrugada por la Gran Vía de Madrid y no le pasa nada. También es un país donde creo que hay que trabajar en el tema de la educación, y educar a la gente, a los jóvenes, para ser valientes y no para buscar un sueldecito y ahí me quedo. Hay que jugarse el pescuezo un rato, que no pasa nada, y transmitirles a los jóvenes que no sean tan conformistas.
– ¿Piensa dejar Boston y venirse a vivir aquí?
– No, allí están mis hijos... Ppaso en España cinco meses al año. Echo de menos mi país, pero en Estados Unidos ahora mismo la música en español tiene muchas oportunidades. En tres años, EE UU va a ser el país con más hispanohablantes del mundo, y en diez o quince habrá allí más hispanohablantes que angloparlantes. Para mí es vital estar allí.
– ¿Sigue percibiendo que nos cuesta a veces en este país reconocer el éxito de los nuestros, sobre todo cuando triunfan en el extranjero?
– Sí. Por ejemplo, el nombre de Paco de Lucía se le debería haber puesto ya a algún aeropuerto, como sí se hizo en Río de Janeiro con Antônio Carlos Jobim; y creo que Manuel Alejandro tendría que ser Premio Príncipe de Asturias incuestionablemente, porque es el tipo que más éxitos ha tenido en la historia de la música en español, y además compone muy bien y muy bonito. Y ahí están las críticas a dos actorazos como Javier Bardem y Penélope Cruz, que triunfan en todo el mundo; y Almodóvar, a quien está claro que se valora más fuera que dentro.
A distancia de la clase política
– Hay a quienes les influye el hecho de que sean de izquierdas...
– ...¿son de izquierdas? ¡Todos los artistas son de izquierdas! ¿Cómo no va a serlo? El artista tiene una rebeldía innata que casa con el progresismo de una manera natural. Pero, oye, que Clint Eastwood es republicano y tampoco pasa nada. De todas formas, cuidado con las relaciones muy directas con los políticos. Yo he hecho mil cosas a favor de los refugiados y en contra de muchas situaciones injustas, pero una cosa son las causas sociales importantes y otra acercarse mucho a la clase política. Hay que tener cuidado. Cuando hicimos 'El pequeño reloj', con Enrique Morente, había una canción dedicada a Lula da Silva, 'Reloj Molesto (para Lula, esperanza de Brasil)'. Luego acabó en la cárcel.
– ¿Qué no viene mal?
– Un poco de desarraigo de vez en cuando no está mal. Yo, si hay que ver al Real Madrid se ve, pero si hay que ver a los Red Sox, pues también muy bien; y si hay que beber jerez se bebe jerez, pero si hay que beberse una Guinness en un bar irlandés de Bostón, pues encantado.
– Y si hay que cenar con Madonna, pues se cena con Madonna.
– Y si se viene también Remedios Amaya a la cena, pues mejor todavía.
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