Un cuarto de siglo sin la Faraona
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La leyenda de Lola Flores se agranda 25 años después de su muerte. Hizo lo que le dio la gana. Madre coraje y juerguista, es historia de la música popular«Lola Flores, una artista española, no canta ni baila, pero no se la pierdan». No iba desencaminado el 'New York Times' cuando presentó a la Faraona, una mujer volcánica, libre y deslenguada que hacía temblar los escenarios con la fuerza de una diosa. Se ... cumplen hoy 25 años de la muerte de esta mujer que rompió moldes: abortó voluntariamente dos veces, tuvo una cohorte de amantes, entre ellos el mítico Manolo Caracol, ganó dinero a espuertas, pagó una millonada a Hacienda, pidió una peseta a todos los españoles para que solucionaran sus problemas fiscales y ejerció de matriarca de artistas. Rumbera y rumbosa, probó el hachís y la coca, aunque lo que de verdad la emborrachaba era la bulería.
Murió el 16 de mayo de 1995 a causa de un cáncer de pecho que arrastró durante 20 años. Pese a ello, jamás consintió que le amputaran el seno. Recibió sepultura en el cementerio de la Almudena (Madrid) en una ceremonia que fue una juerga y un desgarro. La tumba la acogía mientras el público cantaba a lágrima viva 'La Zarzamora'.
Un cuarto de siglo después su leyenda se engrandece. Suplió sus carencias con arrojo. No tenía una voz valiosa, pero enervaba al público. Bailaba con furia desmañada y energía anfetamínica. Era soberbia, descarada y ególatra. «Yo tengo más fuerza que Chernóbil», dijo una vez.
Su historia está llena de chascarrillos indemostrables, como ese de que guardaba su dinero en bolsas de El Corte Inglés o que Churchill quedó boquiabierto con su genio. Otros hitos son fáciles de comprobar: basta con consultar el archivo de RTVE. Tiene escenas memorables, como cuando en el programa 'Esta noche… fiesta', de José María Íñigo, se puso a buscar un pendiente que había perdido en el escenario, ajena al rasgueo de las guitarras flamencas. «Ustedes me lo vais a devolver que mi trabajito me costó. Pero el pendiente, Íñigo, eh, no lo quiero perder, por favor». Y no lo perdió, apareció al día siguiente.
Momento estelar de la televisión es ese «si me queréis, irse», vociferado en la boda por la iglesia de su hija Lolita. No callaba ni debajo del agua. A Pilar Eyre la amenazó con «reventarle la cabeza» porque hizo una entrevista a su marido, Antonio González, en una noche de ebriedad flamenca y tituló así: «El Pescaílla ya no mueve la cola». Y su incontinencia verbal la llevó a comparar al melenudo de su hijo Antonio con Jesucristo.
Engatusó y se dejó engatusar por el franquismo. Fue una artista del régimen, dio la cara por Serrat cuando era perseguido y al final se convirtió en musa de los intelectuales de izquierda. Con toda su vanidad, todo el mundo se queda con su copla.
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