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Iratxe López
Martes, 18 de abril 2023, 09:00
Cada canción cuenta una historia, pero hay otras muchas escondidas detrás. Cómo se concibió, cuál fue la musa que logró inspirarla, qué tecla pulsó el destino para convertirla en éxito. De quién habla la letra, dónde compuso su autor la partitura y cada verso sangrado. El libro «20 canciones» (Libros del K.O), escrito por el periodista Jorge Decarlini, deshace mitos, descubre secretos e investiga el contexto y prosodia de una veintena de éxitos cuyo proceso creativo suena tan bien como los propios temas.
Don MacLean
Ninguna la ha desbancado como canción más larga en alcanzar el número uno de Estados Unidos, dura más de 8 minutos. «Como single tuvo que dividirse en dos caras y para escucharla entera había que girar el disco», recuerda Decarlini. Desgranar la letra se ha convertido en un reto. Su autor, Don McLean, tampoco la quiso explicar. «Significa no tener que trabajar el resto de mi vida», respondía al preguntarle sobre el sentido. El germen fue la muerte del artista Buddy Holly en accidente aéreo. Harto de ir por carretera de un concierto a otro, cogió un avión del que ya no bajarían nunca ni él, ni Jiles Perry Richardson, 'The Big Bopper', ni Richie Valens, que triunfaba con la adaptación de 'La bamba'. «Colmada de referencias y juegos de palabras», explica el periodista, habla del día que murió la música, simboliza la pérdida de inocencia para la generación del rock and roll que pasó «de una alegre despreocupación a otra etapa más oscura e irascible en lo musical y lo político».
Nombra a James Dean, John Lennon o Karl Marx, y sugiere (y ahí es donde caben las interpretaciones) a Bob Dylan (¿el bufón?), Elvis Presley (¿el rey?), Joan Baez (¿la reina?), Janis Joplin (¿la muchacha que cantaba blues?)… A los Rolling e incluso a los asesinos de la familia Manson. McLean tenía algo claro, cada estrofa debía ser más oscura que la anterior. «Las campanas de la iglesia estaban rotas. / Y los tres hombres que más admiro, / el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, / cogieron el último tren hacia la costa / el día que murió la música». Muchos se preguntaron a quién se referiría con la Santísima Trinidad al escuchar el final del tema. El cantante pinchó el globo de especulaciones tras reconocer que no sabía cómo acabar y optó por ese colofón.
Mercedes Sosa
Escucharla interpretada por 'La voz de Latinoamérica' pone la piel de gallina. Escucharla en el funeral de la cantante argentina mientras miles de personas desfilaban ante su féretro invita al llanto. «Por la blanca arena que lame el mar / su pequeña huella no vuelve más»; los primeros versos ya advierten sobre un poema trágico. El pianista Ariel Ramírez compuso la música que el letrista Félix Luna redondeó. Narra la muerte de Alfonsina Storni. «La delicadeza de la canción, rayana en la dulzura, ha perpetuado una visión romántica del suicidio de la poeta», advierte el autor del libro. En realidad, sus pies no pisaron la playa. El 25 de octubre del 1938 dejó dos notas, «una dirigida al juez, instándole a que no culpase a nadie de su muerte, y otra de solo cuatro palabras: 'Me tiro al mar'». Se lanzó desde una escollera. No podía soportar los dolores y el agravamiento de sus problemas mentales tras una mastectomía.
Tuvo una vida difícil. Su padre, depresivo y alcohólico, murió cuando ella era adolescente y debió abandonar la escuela para ayudar a coser a su madre. Quedó embarazada muy joven de un hombre casado. «Mantuvo una estrecha relación de ida y vuelta con Horacio Quiroga. Cuando el escritor uruguayo se quitó la vida, ella le dedicó un poema donde no desdeñaba esa forma de morir», comenta Decarlini. Tomó la decisión año y medio después. La muerte del amante había producido un efecto de imitación terrible, también optaron por ese final la hija del intelectual –una década después lo haría el hijo– y su amigo Leopoldo Lugones. Pero la estrofa «Y, si llama él, no le digas que estoy: / dile que Alfonsina no vuelve», no se refiere a Quiroga. Nadie sabe de quién hablaba. El secreto acabó en el fondo del mar.
Bruce Springsteen
La canción es un ejemplo de cómo la política puede dar la vuelta a un mensaje. El germen arranca en la lectura del libro, 'Nacido el 4 de julio', escrito por Ron Kovic quien, con veinte años, regresó de Vietnam paralítico y convertido en activista contra la guerra. Las páginas impresionaron al 'Boss', había perdido a un amigo en la contienda. Se reunió con excombatientes y donó la recaudación de varios conciertos a Vietnam Veterans of America, que «luchaba contra la desprotección de unos soldados a los que su país daba la espalda», explica Decarlini. El de Nueva Jersey se había librado de ir a luchar gracias a varias excusas y a las secuelas de un accidente de moto que casi lo mata.
«Nací en un pueblo de mala muerte. / Recibí la primera patada cuando toqué el suelo», arranca el tema. «Semejante inicio bastaría para descartar que la letra sea una celebración de patriotismo. El narrador escupe una reivindicación: yo seré un pobre desgraciado, pero también nací aquí», añade el periodista. ¿Cómo pudo entonces Ronald Reagan utilizarla? El conservador George Will acudió a un concierto de Springsteen en 1984, año de campaña electoral. «Reagan no pescaba votos ni entre la juventud ni entre la clase obrera, y los asesores vieron una oportunidad en la canción», asegura. Propusieron al intérprete significarse a favor del presidente, él se negó. A pesar de ello, durante la campaña, el antiguo actor mencionaría su nombre y el mensaje de esperanza de sus canciones. Springsteen respondió que el sueño americano consistía en vivir con dignidad, en que los ricos ayudasen a los pobres; a pesar de ello, le acusaron de ambigüedad. Muchos años después, Trump usaría el tema en sus mítines. El 'Boss' calificó al ahora expresidente como «amenaza para la democracia», «narcisista tóxico» e «imbécil», calificativos poco ambiguos.
Silvio Rodríguez
Hay tantas interpretaciones para este tema que no cabrían en un solo reportaje. Es más, cada cual lo canta pensando en la suya. ¿Pero cuál es la del cantante cubano? Silvio viajó desde su país a las costas de Cabo Verde y Senegal en un pesquero; estuvo tentado de desertar por las críticas recibidas desde algunos sectores revolucionarios, pero finalmente no lo hizo. En el barco, quedó exento de trabajo físico por su «ventaja intelectual», así que se dedicó a escribir. Una canción cada dos días, 72 en total. El regreso lo cubrió en otro navío donde, en la víspera de la Nochebuena de 1969, nació este himno lírico repleto de metáforas, personificaciones e hipérboles, estructurado en versos alejandrinos, que han coreado miles de voces sin ser conscientes de su precisión literaria.
«Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan / para que no las puedas convertir en cristal», solo el inicio ya vale una ovación. El disparador sobre su significado se activó en el imaginario de adoradores y detractores. «Ojalá que el deseo se vaya tras de ti / a tu viejo gobierno de difuntos y flores», continuaba más tarde. Unos escucharon solo versos amorosos, otros, mensaje político. «La explicación más extendida era que la letra iba dedicada a Pinochet, pero la canción fue escrita cuatro años antes del golpe de Estado», cuenta Decarlini. También se habló de Franco, incluso de Fidel Castro.
Silvio no deja lugar a dudas, es una canción de amor. Dedicada a una muchacha que no podía ver siempre que quería cuando era un joven recluta. «Lo que parece desprecio era fascinación», aseguraba él mismo. Pero la cosa se complica cuando, al escuchar la grabación del disco 'Al final del viaje' –solo en ella–, en vez de 'nieve' dice 'nievi' en su «Ojalá pase algo que te borre de pronto: / una luz cegadora, un disparo de nievi». Ese nimio cambio de letra lo relacionan las teorías 'conspiratorias' con un francotirador ruso de la Segunda Guerra Mundial, con un fusil de origen soviético, con… sembrando la eterna duda.
The Beatles
Se convirtió en el único tema en el que los de Liverpool no tocaban ningún instrumento cuando grabaron. «Fueron músicos externos quienes se encargarían de los cuatro violines, las dos violas y los dos chelos», asegura el periodista. A medio camino entre poema y cuento, narra la historia de dos personajes, la propia Eleanor y el padre McKenzie, en apenas tres estrofas, dos minutos exactos. «Ah, mira a la gente solitaria», irrumpe el coro desde el inicio. «La sorpresa para el oyente pop debió ser doble: en la música por el barroquismo de las cuerdas; y en la letra al escuchar un verso muy alejado de la habitual temática amorosa», añade. Paul McCartney canta en solitario, John Lennon y George Harrison hacen esos coros. La letra continúa: «Eleanor Rigby recoge el arroz / en la iglesia / donde ha habido una boda. / Vive en un sueño, / espera en la ventana, / lleva puesta una cara / que guarda en un bote junto a la puerta. / ¿Para quién es?». La tristeza ahoga a la feligresa, lo mismo sucede poco más tarde con el sacerdote que zurce calcetines y a quien nadie escucha. Ella muere en la iglesia, nadie acude a su entierro. Él no logra salvar a nadie.
¿Cómo inventa un autor el nombre de su protagonista? Aquí hubo varias ideas hasta la definitiva. Surgió mientras McCartney esperaba a que su entonces novia, Jane Asher, saliera del teatro en Bristol. «Como su presencia en el patio de butacas habría levantado mucho revuelo, prefirió quedarse en la calle, envuelto en una larga bufanda para que nadie pudiera reconocerlo; se fijó en el letrero de una licorería: Rigby & Evans Ltd. Más tarde, se le ocurrió combinar ese apellido con el nombre de Eleanor Bron, actriz con quien había trabajado en la película 'Help'», escribe Decarlini. Lo curioso es que ese nombre aparecía en una lápida en el cementerio de la iglesia de San Pedro en Woolton (Liverpool), donde John y Paul se habían conocido el 6 de julio de 1957. Quizá el cerebro de aquel joven que acabaría convertido en ídolo lo guardó en la memoria hasta transformarlo en leyenda.
Joaquín Sabina
La relación entre la argentina Paula Seminara y Sabina duró menos de dos años, aunque a ella siempre le quedará una canción dedicada, mucho más de lo que suelen dejar los amores rotos. Empezó por casualidad, en plan película. Atentos. Ella tenía un novio fan del cantautor, por eso le regaló un par de entradas, pero el chico la dejó una semana antes del concierto y acabó asistiendo con una amiga de su madre. Esta última quería un autógrafo; se acercaron al hotel donde se hospedaba Joaquín, que justo había salido. Paula decidió regresar al día siguiente. Mientras esperaba le escribió una larga carta. Al verlo aparecer, pidió la dedicatoria y entregó la misiva. Él la invitó al coche para llevarla al siguiente recital (una amiga mía habría subido encantada). Ella respondió 'no' (mi amiga se tira de los pelos). Él acabó llamándola por teléfono otro día (la envidia corroe a mi colega). Ella…
Sabina sumaba 47 años, Seminara 18. En el libro, Decarlini disecciona cada verso con la ayuda de la mujer que lo inspiró. «Le debo una canción y algunos besos / que valen más que el oro del Perú. / Sus huesos son sobrinos de mis huesos, / sus lágrimas los clavos de mi cruz», pronunciaba antes de que el tiempo y la ruptura le hicieran cambiar de opinión. «En 2015, en la gira que repasaba en directo las canciones de ese '19 días y 500 noches' por su decimoquinto aniversario, cantó 'que no valen el oro del Perú'». Por entonces su amor había mudado a la peruana Jimena Coronado –su actual mujer–, a quien también conoció en un hotel durante una entrevista (mensaje para mi amiga, ¿nunca se te ocurrió ir a buscarlo a uno, chata?).
Como la canción fue escrita bastante antes que publicado el disco, el artista aprovechó para añadir una segunda parte en la que se intuye el desamor. El noviazgo no había acabado muy bien. «Para mí, '19 días y 500 noches' contiene las letras de mayor altura literaria de Sabina, que ya es decir, y podría defender ante cualquiera que es uno de los mejores discos jamás escritos en español. De ahí mi sorpresa cuando Paula me dice que algunas de esas canciones tienen otras referencias a ella», señala el periodista. A un amor pasado y herido, pero un amor, a fin de cuentas.
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