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Iker Cortés
Viernes, 20 de mayo 2016, 10:11
Click. La calma y el respeto eran tales que, en plena canción, uno podía escuchar a Emilio Saiz, fiel escudero de la noche, tejer los sonidos de su guitarra a golpe de pedal. Se equivocaba Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) al dirigirse a la ... platea y expresar su alegría porque, a diferencia de la gira en la que están presentando su último álbum, mucho más ruidosa, aquí el público podía "escuchar las letras" y no tenía que venir "estudiado de casa" -la sala de las columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid no está exenta de reverberación y molestos ecos con los que la pareja de músicos tuvo que bregar ayer-, pero no erraba al decir que el enclave tiene "algo de templo" y pedir al respetable que estuviera como en el salón de su casa.
Fue así. La artista aprovechó la atípica cita para rescatar material que apenas tiene hueco en sus conciertos y para desnudar canciones que en otro contexto, con la banda al completo, se muestran ricas en matices y arreglos pero quizá más urgentes y menos emotivas. 'Lo nuestro' (2015), su último trabajo, más oscuro y agresivo que los dos anteriores, vertebró una actuación que comenzó con Christina, sola, sentada al piano. Sus manos se deslizaban por las teclas para tocar una delicada versión de 'Alta tensión', el último tema de su célebre 'Tu labio superior' (2008). Ya de pié, guitarra en mano, Rosenvinge comenzó a tantear los acordes de 'La distancia adecuada', una canción que, como diría unos segundos antes, surgió a raíz de "un mensaje de texto que envié a una persona que me estaba rondando". Fue el segundo tema de la noche, esta vez ya con Saiz aportando un toque hawaiano al tema.
Rosenvinge suele mostrarse muy cercana y comunicativa en los conciertos y el de anoche no fue una excepción. Comentó prácticamente todas las canciones que interpretó y pronto comenzaría a desgranar los temas de 'Lo nuestro'. De 'Líquen' explicó que apenas tiene cabida en los conciertos. No ocurre lo mismo con 'La muy puta', de la que confesó que, como era más un relato que una canción porque no tiene una melodía que se repita, recurrió a un truco muy viejo: "Llamarla así para captar la atención. En cuanto la colgué en internet, todo el mundo fue a escucharla", dijo provocando las risas en la platea. La versión, con tan solo un par de guitarras, demostró que un acústico puede ser de lo más electrizante.
Una emocional 'La absoluta nada' intentaba después dar respuesta a "por qué hacemos todas las cosas que hacemos de forma voluntaria: para llenar el vacío". 'Romeo y los demás' dio paso a uno de los momentos más intensos de la noche, cuando ambos interpretaron 'Canción del Eco', la bella pieza basada en el mito de Narciso y Eco, del álbum 'La joven Dolores' (2011). El dúo volvía entonces a 'Lo nuestro' con una canción protesta, 'Alguien tendrá la culpa', que ya es todo un himno y que le hace a uno preguntarse si esta no será una de esas canciones que irremediablemente ganan con la banda al completo.
La canción "más odiada"
Tras 'Las horas', llegaba una rara avis en el repertorio de Rosenvinge: 'German Heart', del LP 'Foreign Land' (2002). "Voy a tocar la canción más odiada de las que he hecho", anunció. "Nunca la toco pero hoy me ha parecido una buena idea. Cuando compuse esta canción a mi no me pareció tan extraña pero siempre que mis amigos la escuchaban me preguntaban si estaba bien, si necesitaba hablar", comentó entre risas.
Tras la interpretación, en cambio, bajó la intensidad. Hace un año Rosenvinge participó en una retrospectiva que se había hecho de la artista Louise Bourgeois, la mujer detrás de 'Maman', la araña ubicada junto al Guggenheim de Bilbao, en el Museo Picasso de Málaga. Anoche recuperó una de esas piezas al tiempo que de fondo se proyectaban imágenes de distintas obras. Quizá no pegaba demasiado, aunque la velada se recondujo con 'La tejedora', canción que abre su último álbum e inspirada, precisamente, en la obra de la artista franco americana. El grito final anunciaba que el recital estaba ya a punto de terminar. Hubo tiempo para un bis que dejó a todos con la boca abierta. La mala baba de 'Tok Tok', del larga duración 'Continental 62' (2006), cerraba un concierto que, dada su brevedad, supo a poco. Mereció, y mucho, la pena.
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