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Iker Cortés
Domingo, 28 de febrero 2016, 08:41
En Magic Shop, el estudio de grabación ubicado en el neoyorquino barrio del Soho, parece que haya pasado un huracán. «La cabina está hecha un desastre», avisa el ingeniero de sonido Kabir Hermon, mientras trabaja en la mezcla de 'Adolescent Fantasy', uno de los nuevos ... temas de Readymade Breakup. Es cierto: pedales de efectos, amplificadores, micrófonos, pianos, sintetizadores y todo tipo de material vintage se reparten el suelo como pueden. Pocos adivinarían que entre estas cuatro paredes se han grabado y mezclado álbumes como 'Dirty' (Sonic Youth, 1992), 'Mondo Bizarro' (Ramones, 1992), 'Viva La Vida' (Coldplay, 2008), 'The Suburbs' (Arcade Fire, 2011) y 'Sonic Highways' (Foo Fighters, 2014). En cambio, sí se puede apreciar que el mítico espacio tiene ya los días contados. De hecho, su propietario, Steve Rosenthal, ha anunciado que será el 16 de marzo cuando ponga fin a este entorno 'mágico' para la música.
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Tras franquear la austera fachada del edificio, un muestrario repleto de cedés, donde incluso reposa el 'Frozen Pool' de nuestra Christina Rosenvinge, da buena muestra del repertorio de hitos que atesora un lugar que lleva en pie 28 años. Y ahí, entre la remasterización del 'Charlie is my Darling' de los Rolling Stones y el 'Smoke Ring For My Halo' de Kurt Vile, dos joyas de reciente cuño: 'The Next Day' (2013) y 'Blackstar' (2016), las dos últimas obras de David Bowie.
Fue en este local, ubicado a poco más de 300 metros de su vivienda en la calle Lafayette, donde el artista británico y el productor Tony Visconti, un habitual en sus grabaciones, trabajaron en secreto durante dos años para alumbrar el que, a la postre, sería el gran retorno de David Jones a la escena musical, tras diez años de silencio discográfico. «Fue muy difícil ocultar en qué andábamos metidos», reconoce Hermon con perspectiva. «Lo que hicimos fue reducir el personal durante las sesiones. Brian Thorn actuó como asistente principal, yo era el segundo y, como mucho, había una o dos personas más por aquí». Así las cosas, parte del equipo que normalmente echa el día en el estudio estaba fuera: «Sólo había que confiar en que un puñado de gente mantuviera el secreto y lo cierto es que todos teníamos un enorme respeto por Bowie».
Visconti, incluso, se permitió bromear con la prensa cuando el álbum finalmente llegó al mercado el 8 de marzo, dos meses después de su anuncio oficial. «Antes de que saliera a la venta, estaba caminando por Nueva York con los auriculares puestos, miraba a la gente y pensaba: 'Si supieseis lo que estoy escuchando ahora'». Fue un regreso por todo lo alto y, como bien apuntaba Fidel Oltra en la crítica que escribió para Muzikalia, sonaba a «disco testamento, una especie de grandes éxitos donde todas las canciones son nuevas».
Bottega Falai es una coqueta cafetería ubicada en la calle Lafayette, a un minuto a pie de la casa del artista británico. Hace algo más de un año, dos periodistas brasileños montaron guardia en su interior durante una semana, día y noche querían ver a Bowie pero el cantante jamás entró en el establecimiento. Y es raro porque el músico solía dejarse ver por allí. La anécdota es de Danilo Durante, propietario del local, que asegura que conoció al artista antes de convertirse en propietario
Durante solo tiene palabras amables para el autor de Ziggy Stardust. Dice de él que era «muy discreto, educado y amable» y afirma también que pocos le reconocían. «No era David Bowie quien venía a Bottega Falai, era David Jones», dice tomando prestada la frase de Iman, la esposa de Bowie, cuando le preguntaron cómo era estar casada con el artista británico. Quizá es lo que el cantante buscaba cuando hace varios años decidió establecerse en la Gran Manzana, ser prácticamente anónimo. «Aquí las celebridades son parte del vecindario y nadie les molesta», corrobora Durante.
Contra todo pronóstico, al duque blanco aún le quedaba una bala en la recámara. Ya sin efecto sorpresa, 'Blackstar' salía al mercado el 8 de enero de este mismo año. Bowie, que acababa de cumplir 69 años, fallecía dos días más tarde a causa de un cáncer de hígado, dando sentido completo al trasfondo del disco. Pocas personas a su alrededor sabían que el músico llevaba año y medio librando una batalla contra la enfermedad. «Se aseguró de que lo supiéramos -comenta Hermon-, pero después no hablamos mucho sobre el tema».
El también gerente del estudio prefiere quedarse con las sesiones de grabación de un álbum que, por fin, dio al músico el número uno en las listas de ventas de EE UU que tanto se le resistía: «Lo pasamos genial. Los músicos eran asombrosos y verles tocar en directo era increíble». La banda y Visconti solían acercarse al estudio hacia las diez de la mañana y Bowie, un poco más tarde. Después de evaluar lo que habían grabado el día anterior, preparaban el 'planning' de la jornada y, acto seguido, los músicos «al completo» comenzaban a grabar en directo. «Hacían largas tomas hasta que daban con una que les gustara», rememora. El propio Rosenthal, en el comunicado con el que despide el estudio, afirma que «fue un orgullo» trabajar con «el gran Bowie» y Visconti.
«Me afectó un montón», confiesa Hermon cuando se le pregunta por la muerte de Bowie, un músico al que recuerda como «una persona maravillosa, cálida, divertida e inteligente». Al menos, queda su obra.
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