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Miguel Lorenci
Martes, 24 de febrero 2015, 00:24
Es un viaje a la hondura de Lorca, a lo más profundo de su psique, a las simas de su mente, y verlo convertido en ópera le haría llorar de felicidad. Andrés Ibáñez, el escritor que ha convertido en libreto El público se refiere así ... al surrealista, seductor e inclasificable testamento dramático de Federico García Lorca (1898-1936). Le ha puesto música Mauricio Sotelo que promete opera pura sin traicionar el alma flamenca de un montaje concebido para hacer historia desde el respeto a la tradición operística. Se alternan así las arias con guitarras, bailaores y cantaores muy jondos.
Fue el difunto intendente del Teatro Real, Gerard Mortier quien soñó y se empeñó en convertir El público en una ópera. Su estreno mundial llega al coliseo lírico hoy martes, a un año de la muerte del visionario y gran agitador del panorama operístico europeo.
El belga encargó en 2010 a Mauricio Sotelo (1961) la partitura y el libreto al escritor y también músico Andrés Ibáñez (1961), quien asegura haber rescatado la esencia de la pieza homónima que Lorca escribió en Cuba en 1930, tras su decisivo viaje a Nueva York y sumido en una profunda crisis emocional pero en efervescencia creativa.
Lorca dejó el único original conocido de El público a su amigo Martínez Nadal exigiéndole que lo destruyera si fallecía. Es un borrador y no sabemos cómo lo habría corregido asegura Ibáñez que se propuso conservar todas las dimensiones de la obra Un espejo de miedo y del deseo del público, que es todo lo que no está en escena y lo más importante y que pivota, a su juicio, sobre dos temas: la homosexualidad y el teatro contemporáneo como búsqueda del arte que trasforma la vida.
Laberinto de máscaras
Ambos se vertebran con otros asuntos que tiene que ver con la apariencia y las máscaras, hasta conforman un laberinto. Son las máscaras del amor que no puede decir su nombre y la que se revela como esencia del ser humano dice Ibáñez.
La obscenidad, la crueldad y la irreverencia son para el libretista elementos fundamentales del lenguaje poético de Lorca que ni se enfatizan ni se evitan. El texto dice- explora el deseo sexual con una franqueza y una complejidad que desafían las simplificaciones bienintencionadas o más o menos moralizantes.
La inteligibilidad del texto cantado es el faro que guió el proceso de composición, asegura Mauricio Sotelo. Si se entiende el texto con claridad, proyectará toda su luz en el espectador dice el compositor que se inspiró en el mundo simbólico del poeta. Sobre las cinco letras de L-O-R-C-A teje Sotelo una partitura compleja pero fluida que esconde relaciones numéricas, esotéricas e icónicas que vertebran la obra en lo estructural y lo armónico.
El flamenco con el que incorporando en la partitura su lenguaje y su duende es la vía de acceso al mundo ancestral y telúrico que subyace en el texto de Lorca, unas fuerzas animales y sexuales
Pero insiste Sotelo en que es ópera pura, con un prólogo y cinco cuadros, arias, dúos e interludios; la estructura de una ópera tradicional. Eso no le impide alternar la esencia flamenca con texturas armónicas microtonales y sofisticadas técnicas electrónicas. Sus espectrales efectos sonarán así a través de 35 altavoces independientes dispuestos en toda la sala como las vasijas broncíneas de Vitrubio. El Lorca músico se lo pasaría bomba, aventura.
Sostiene este mundo simbólico un heterogéneo y multicultural elenco: ocho cantantes encabezados por los barítonos José Antonio López y Thomas Tatzl, cada uno con varios personajes; dos cantaores, Arcángel y Jesús Méndez, que interpretan junto al bailaor Rubén Olmo a los tres caballos blancos, las fuerzas incontrolables de la naturaleza; tres bailarines representan los trajes de arlequín, de bailarín y el pijama y dos niños bailarines y actores.
El guitarrista Cañizares y el percusionista Agustín Diassera aportan el pellizco al coro del Real y a la orquesta de música contemporánea Klangforum de Viena, bajo la dirección del granadino Pablo Heras-Casado. Principal batuta invitada del Real, conoce de primera mano la hondura lorquiana y flamenca a través de cante jondo del Sacromonte.
Robert Castro es el director de escena que insufla vida a la treintena de personajes partiendo de la atmósfera de Poeta en Nueva York, inmediatamente anterior a El Público. Desde ese espacio poético explora el viaje en espiral de Lorca al interior de su identidad artística y al abismo del amor. De ascendencia mexicana, Castro regresa al Real, donde ya trabajó junto a Peter Sellars en producciones como Ainadamar y The Indian Queen.
El diseño escénico es del pintor y escultor Alexander Polzin, que para este viaje iniciático y misterioso juega con los mismos referentes mediante nueve inmensos telones pintados que evocan el icónico biombo lorquiano y los inmensos edificios de Nueva York. Polzin también trabajo antes para el Real el laas escenografías de La página en blanco, La conquista de México y Lohengrin.
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