Elvira Roca Barea, fotografiada durante la entrevista. José Ramón Ladra
Elvira Roca | Historiadora

«En el mundo académico español hay tradición de no perdonar el éxito ajeno»

Publica una versión ampliada de 'Imperiofobia y leyenda negra', el ensayo histórico más exitoso y polémico en décadas. Y alerta: «Los extremismos siempre tienden a generar las visiones más desquiciadas de la Historia»

Sábado, 10 de diciembre 2022, 13:11

Defiende sus ideas con convicción y parece curada de espanto. Ciento cincuenta mil ejemplares y 39 ediciones después, 'Imperiofobia y leyenda negra' (Ed. Siruela) vuelve a las librerías en una versión revisada y ampliada. Pero ahora su autora, por más que insista en que es « ... una maestra de pueblo», ya no es la misma que cuando publicó ese ensayo que, quizá para sorpresa de muchos, tuvo un éxito de ventas solo comparable al que obtienen cada año los tres o cuatro novelistas más populares del país. Un éxito con la contrapartida de unas críticas de una dureza poco habitual en el sector. Han pasado los años y Elvira Roca Barea (Málaga, 1966) ha tenido la oportunidad de prepararse para contestar a las críticas y ha logrado que algunas le resbalen. Tanto que prefiere no entrar en ciertas cuestiones para evitar dar la excusa a algunos de sus críticos más feroces para que vuelvan a la carga. Con la tranquilidad y el poso que su éxito le ha proporcionado, alerta sobre la manipulación que de la Historia hacen grupos políticos concretos y asegura que cuanto mayor es la mentira que cuentan más les creen quienes están dispuestos a ello, porque «ahí entra ya en juego la fe». Y en ese terreno es difícil que la racionalidad y la Historia de verdad puedan competir.

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– Aparece una edición ampliada del ensayo histórico probablemente más exitoso en décadas. Y lo ha sido pese a las críticas de unos cuantos colegas.

– Las críticas llegaron cuando ya se habían superado los 100.000 ejemplares. Hasta entonces no era más que un libro de Historia escrito por una maestra de pueblo y no parecía preocuparles.

– Por cierto, usted se licenció en Filología y se doctoró con una tesis sobre literatura medieval. ¿Qué le llevó a pasarse a la Historia?

– En realidad, siempre he trabajo sobre ella. Mi tarea se ha basado en la búsqueda y el análisis de documentos. La edición es Historia. Y luego deténgase a pensar cuántos grandes historiadores han sido filólogos. Sobre este asunto solo se sorprende quien quiere sorprenderse.

– Hablaba de críticas, pero lo cierto es que 'Imperiofobia y leyenda negra' provocó un gran revuelo y también tuvo muchos comentarios positivos. Yel apoyo expreso de la directora de la Real Academia de Historia, que no parece pequeño aval.

– Hubo críticas positivas, sí. ¿Y qué decía el resto? No ha habido más que insultos, difamación y malos modos.

– Pero usted se ha convertido, o se la acusa de ello al menos, en la inspiración de la extrema derecha.

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– Eso es un disparate. Más o menos como decir que soy sintoísta. No habiendo dónde morder, me invento lo que sea. Eso es lo que ha sucedido. En tiempos de Franco, me hubiesen acusado de ser comunista.

– Los apoyos obtenidos no impidieron que un importante diario dedicara un larguísimo texto a analizar página a página su libro. Yel análisis lo hizo una periodista que tampoco es historiadora. ¿Ha sido todo un juego de máscaras donde quienes movían los hilos se ocultaban?

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– Por supuesto. Ha sido un juego de máscaras, pero sé quiénes son los que se ocultan. La pregunta es:¿y a quién engañan?

– Dejemos la polémica a un lado. ¿Por qué en España se hace un uso tan partidista de la Historia? ¿Pasa en otros países?

– No nos empeñemos en buscar excepciones. Sucede en todas partes, lo que pasa es que aquí nos parece el colmo. Y tenemos otro problema:soportamos muy mal el éxito de los demás. En el mundo anglosajón se respeta el éxito, se quiere y se respeta a quien lo consigue. Nosotros tenemos ciertos atrasos que nos llevan a encastillarnos en una torre de marfil. Por decirlo de otra manera, en el mundo académico español hay una tradición de no perdonar el éxito ajeno.

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– ¿Por eso no la invitan demasiado a congresos y conferencias en nuestras universidades?

– Pero me invitan en otras. He estado hace bien poco en Luxemburgo. Yademás a mí me asfixia un poco estar todo el día en el candelero, de acá para allá.

Manipulación

– Volvamos a la manipulación de la Historia. Usted apunta que son los extremos políticos y ciertos nacionalismos los más dados a hacer con la Historia a su antojo.

– Y con eso pasa lo mismo en todas partes. La Historia de Inglaterra en el período victoriano construye un relato para justificar la llegada de su imperio. Los extremismos tienden siempre a generar las visiones de la Historia más desquiciadas.

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– A veces también se atribuyen todos los méritos y se quedan con todos los protagonistas. Recuerde que hay algunos digamos historiadores catalanes que dicen que Colón nació allí, y también Cervantes, que escribió el 'Quijote' en catalán.

– Las mentiras, cuanto más gordas, resultan más creíbles a ciertos efectos. La mentira absoluta es más creíble que la que va envuelta en algunos elementos reales, porque exige el aparataje de la fe. Yllegados a ese punto, ya le has hurtado el asunto a la razón.

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– ¿Y qué supone eso?

– Que a partir de ese momento, todo son ganancias porque generas victimismo. Los grandes nacionalismos parten de la victimización. La lógica es un trabajo de la razón, y esta no es gratis.

– Una cuestión casi personal: ¿quien escribe un ensayo histórico está autorizado para hacer juicios sobre los personajes de los que habla o debe mantenerse como un notario, dando fe?

– La Historia no debe intentar ceñirse al personaje. Nadie actúa solo. Hay que darle a todo un contexto. Napoleón aparece porque hay un caldo de cultivo propicio. Cuando se hace un planteamiento que se refiere a una parte relevante de la Historia solo se puede operar de esa manera. Yo he escrito sobre la mala prensa del imperio español. Hay otros libros que también lo han tratado. Si se quiere explicar algo tan grande, un imperio que tuvo tanta extensión y duró tantos años, es preciso aportar las razones de por qué es algo tan mal conocido y por qué existen tantos prejuicios sobre aquello.

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– Ningún imperio tiene buena prensa.

– Pero es que no se puede usar la misma palabra para el Imperio Romano y el de Napoleón. El primero sentó las bases de una civilización y el segundo fue cosa de solo una generación.

– Pero, hablando de mala prensa, si como usted defiende España trató mucho mejor a los indígenas americanos que otros imperios a los suyos, como el británico, ¿por qué hay un odio mayor, al menos en ciertas élites, en el caso español? No olvidemos que Australia o Canadá mantienen como jefe de Estado al rey de Inglaterra.

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– El Imperio español fue un auténtico imperio. No todas las expansiones coloniales lo son. El colonialismo se basa en la relación entre la metrópolis y las colonias. Un imperio comienza siempre con una expansión, pero luego estabiliza el territorios durante siglos y causa un mestizaje que ya no tiene vuelta atrás. Los imperios son multicéntricos. Sucedió en el caso del español, no en otros casos.

– Sí sucedía en el Austro-Húngaro, que tenía dos capitales.

– Pero ese imperio no partió de un núcleo de poder que se expandió. Cuando un imperio así acaba, sobreviene un período largo de inestabilidad.

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Odios y mala imagen

– Además de mala imagen, los imperios suscitan grandes odios.

– Suele suceder que los grandes imperios tienen algo así como gemelos:otro imperio con el que se reparten los territorios y la influencia:el Romano tenía a los cartagineses;el español tenía enfrente a los turcos. Es como un vínculo matrimonial que no termina de romperse. Durante el siglo XX, Estados Unidos tuvo enfrente primero a la URSS y luego a Rusia, y en esa era seguimos pese a la pérdida de poder de ambos.

– Miguel Saralegui publicó hace unos meses un libro en el que sostiene que los países latinoamericanos cuyas élites tienen un menor sentimiento antiespañol son los que más han prosperado. ¿Lo ve también así?

– En los libros de texto de allí, y también en los de aquí, la versión que se da de la monarquía hispana es aborrecible. Demonizan esa época, directamente. De esa forma, las élites de América Latina, a partir del fracaso del proyecto de Bolívar, pueden sostener ese argumentario del imperio horrible. Es algo que necesitan porque en dos siglos no han sido capaces de hacerse cargo de sus países de forma eficaz. No hay más que ver cómo los virreinatos no tenían deudas y treinta años después de la independencia estaban empeñados. Yasí han seguido.

Fragmentación política

«Nosotros estamos en plena guerra carlista aunque dirimida de otra manera. Vivimos una feroz cantonalización»

– En su libro habla de balcanización de España y de América Latina. ¿Por qué?

– Porque se está haciendo todo lo posible para que un fenómeno así se reproduzca. Cuando el Imperio desapareció, todo el mundo perdió un imperio. ¿Por qué no se mantuvieron las cuatro grandes naciones forjadas en aquel continente dentro del Imperio español y en vez de eso se dividieron los virreinatos? Hay un silencio muy evidente para tapar lo que ha ocurrido, las causas y quiénes estaban detrás de todo. La fragmentación debilitó la región.

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– Y eso impidió que se formaran estados poderosos.

– Sigue pasando. Nuestro nacionalismo es su indigenismo: de veinte naciones podemos pasar a treinta en un par de décadas.

– ¿Eso se refiere también a España?

– Nosotros estamos en plena guerra carlista, aunque dirimida de otra manera. Vivimos un proceso de feroz cantonalización.

– Usted ha comentado también lo difícil que es en España ir contra la corriente del pensamiento dominante. Y ha alertado de la rusofobia que se detecta en muchos ambientes. Lo curioso es que la única rusofilia que aquí se exhibe está en los extremos del arco parlamentario.

– No podemos reducir un problema tan grave a filias y fobias. El conflicto no se puede simplificar, como se hace por un lado con la rusofilia a cualquier precio y por otro con la demonización de Putin. Acallar todo pensamiento crítico puede ser muy perjudicial para los europeos.

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